Cuadernos de Humo

Un libro de Ballerina Vargas Tinajero.


   

                        ANTOLEJÍA: SUBVERSIÓN PASADA POR
LEJÍA CONCENTRADA
                                       I don’t want to go to heaven. None of my friends are there.                                                                                          
          Oscar
Wilde
                                                                              Bajaba todos los días    
                                                                              de su casa a la estación
                                                                              con un libro entre las manos
                                                                              de Bécquer o Campoamor.
        Rafael de León.
                                        Poetry is a mirror which makes beautiful
that which is distorted
        Shelley
                                                   Immature poets imitate;
mature poets steal.
                                                                                                    T.S. Eliot.
        
Son 52 poemas, (que con el que
abre el libro y cinco haikus hacen un total de 58). Están amarrados en bloques
de trece bajo estos  subtítulos: “Tremendismos nocturnos”, “Pipas,
muelles, peta zetas”, “Las cosas del querer”, “La resaca” y acaba con un
capítulo de gracias, en el que uno está mencionado (lo que se agradece). El
libro hace el número 13 de Ediciones Liliputienses y se hizo en la Isla de San
Borondón el 11 de septiembre. La autora es BallerinaVargas Tinajero que estudió
periodismo y es profesora de Lengua y Literatura Castellana en un instituto de
Sevilla, donde nació.
 Antolejía es un
laberinto donde es difícil encontrar la entrada y fácil dar con la salida. Se
entra mal, el título y las innumerables citas no ayudan y se sale mejor, leyendo
las instrucciones para el funeral de la poeta que es, sin duda, uno de los
mejores poemas de libro, junto con “La resaca”, “La loca del café”, “Ispahán”,
“Destello”, “Retrospectiva” y “V-0349-AK” en los que uno encuentra una poesía
más serena, dentro de lo que cabe, más humanamente animal y más cercana. “Instrucciones
para mi funeral” es un poema chorreando humor, sarcasmo, ironía, cotidianidad,
cachondeo y, al final, alguien que espera. Si mi madre, que se quedó en Bécquer
y Gabriel y Galán, hubiera leído este libro, habría reaccionado como los padres
de la poeta al saber que la niña escribe poesía.                
Si alguien
quiere leer algo
Que sea
algún poema
Ninguno
mío por favor
Que no
estará la cosa para tacones
Sombras
perplejidades ni más penas
Además mis
padres no saben
Que me
entretengo con esto
Que a
ratos juego a ser poeta
Y como se
enteren
                
mira Pepe lo que escribe la niña
Acaban los
dos en urgencias
Antolejía da la
vuelta a lo que no tiene vuelta, se adentra en la boca de lobo más oscura y
apestosa, es un libro irreverente, a veces navaja, a veces disparo, siempre sal
en la herida, vinagre en la rosa, espina oxidada en el jardín de la belleza.
Uno entra en el laberinto entre alientos de dragones acechando la anticuada
sensibilidad de uno. Ya los ojos hechos a la oscuridad este lector distingue
las voces de los ecos, se da cuenta de que lo cotidiano es como una hogaza de
pan recién cocido con olor a supermercado de barrio, cama deshecha, bragas
amarillentas y el rímel derritiéndose como las lágrimas de una virgen
sevillana. Poesía del yo y del tú, con aire y léxico barriobajero que choca
entre una cultureta de andar por casa
y una cultura de altos vuelos, se desliza como una serpiente en la mirada y uno
entra angustiado  en el coto de caza
menor de la poeta. Ella no se esconde en él, no deja una distancia entre el
lector y la escena o el asunto. La voz poética da la cara, te mira a los ojos,
hasta te insulta y sabes que estás en terreno enemigo. La tónica de algunos de
los poemas, que son los que más le llaman a uno la atención y menos la
devoción, son como fragmentos de una película porno dirigida por una monja de
clausura en estado místico.
Antolejía es un libro que debería
llevar, como los paquetes de cigarrillos, un aviso que ponga al lector en
guardia y que diga en minúscula: “esta poesía engorda”. Libro generoso es, como
dice la contraportada, “un primer libro” aunque parezca el último y en él hay
abrazos y pellizcos y robos de poetas malditos que la poeta venera. (Padre
Bukowski que estás en el infierno).  Valoramos y destacamos sus aciertos
que son muchos, nos alegramos de encontrar una voz a veces agria, discordante,
agresiva, pero una voz personal. Leer a Vargas es encontrarse con Vargas.
            Antolejía
da vida a la vida, al sexo lo que es del sexo, ningunea al amor y añade a lo
cotidiano  el automatismo, las mayúsculas burguesas, la ausencia del punto
y de la coma, los espacios subversivos,  el bilingüismo yanqui, la desazón
del verbo, la feria del adjetivo, el uso del seudónimo, y un ritmo ruidoso a
veces, entrecortado, que te ahoga y que deja sin respiración. En Antolejía se
diría que la poeta se ríe de la poesía aunque llore por ella y con ella, se
diría que descuartiza la poesía aunque sea parte de su razón de vida, la
martiriza a citas, la bautiza con lejía en el nombre del sexo, del amor, de la
muerte y de la tristeza.  Poesía humanamente detergente que limpia, brilla
y da esplendor a nuestras vidas oscuras.

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