Honorio Bargueño nació en Toledo en 1944. Fue el segundo de ocho
hijos. Lo señalaron con el nombre del abuelo y del padre. Estudió bachillerato
en el Instituto de Enseñanza Media. Colaboró en una revista literaria llamada Estilo
y ganó el Primer premio de cuentos de Navidad en un concurso convocado por la
Delegación del Frente de Juventudes. Hizo oposiciones y se colocó en el
Ayuntamiento. Se casó con Teresa, una compañera del Instituto con la que tuvo
dos hijos. A los quince años de casados se divorciaron. Ella se quedó con el
chalet que tenían en Argés y él con la casa de Toledo. Envejeció pronto. Viajó
muy poco: el viaje de novios a Barcelona, y a veces a Madrid, en el autobús de
línea, a las rebajas de enero. Su vida transcurrió entre la oficina, el chalet,
la casa de Toledo y la biblioteca municipal. Honorio, el hijo, se fue a vivir a
Nueva York con un amigo. La hija vivió por un tiempo con un compañero de la
Universidad. Tuvieron un hijo al que pusieron Honorio, enseguida se separaron.
Bargueño, que fumaba una cajetilla de cigarros diaria, tenía siete versiones de El viaje de invierno de Schubert y
escribía con estilográfica, estaba suscrito a Cuadernos para el diálogo.
Se murió sin nadie mientras veía la televisión el mismo día que se proclamaba
la III República. Está enterrado en el tramo 28, número 7 del cementerio
Nuestra Señora del Sagrario, de Toledo. Cuando la hija limpió la casa encontró
en una caja redonda de mazapán varias carpetas azules con cuentos y un cuaderno
de pastas verdes con poemas dedicados a J.N. El cuaderno lo rompió con rabia y lo tiró a la basura después de
averiguar a quien correspondían las iniciales. Las carpetas las envió a Nueva
York para que su hermano hiciera lo que quisiera con los cuentos.