Cuadernos de Humo

Educación nocturna en abril.


AUTORRETRATO
Yo descubrí en Arezzo
una nueva manera de besar:
la lengua penetrada arrasando lo oscuro,
el mordisco en los labios, la ronca dentellada,
el mar de la saliva en movimiento,
de frontera los dientes.
En Roma me pegó un vuelco el cuerpo
cuando vi la bandera comunista
colgada en la oficina del partido,
fui a su casa, pero Alberti dormía.
En el albergue de Perugia
sentí por vez primera un cuerpo que quemaba,
por vez primera volvía la cabeza
pidiendo fuego para mi corazón en vilo.
En Venecia les tuve que mentir a mis amigos
cuando me preguntaron
dónde había pasado aquella noche, la primera.
Han pasado mil noches y han muerto cien veranos,
ya no quedan amigos, pero queda Florencia.
Repaso algunos nombres
que traje en un cuaderno lleno de direcciones
y aunque cierro los ojos y hago fuerza
por recordar sus cuerpos,
lo que la vida deja que contemple
es el brocal de un pozo que descubrí en Orvieto.
Éramos otros al volver a casa.


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