Cuadernos de Humo

Trabajo de Fin de Grado.

TRABAJO DE FIN DE GRADO
GRADO EN FILOLOGÍA HISPÁNICA

EL MUNDO A TRAVÉS DE LA MIRADA DE HILARIO BARRERO:
DIARIOS (2012-2013)

MARGARITA NARVÁEZ GÁLVEZ

Tutor: Dr. D. ANTONIO A. GÓMEZ YEBRA

      Málaga, curso 2016-17

ÍNDICE

1. Introducción  ………………………………………………………………………………………….. 5

2. Personajes de los Diarios (2012-2013) ………………………………………………………. 7

2.1. Personajes principales …………………………………………………………………………. 9
2.2. Afinidades literarias ………………………………………………………………………….. 16
2.3. Otros personajes ……………………………………………………………………………….. 18

3. Tiempo  ………………………………………………………………………………………………… 23

3.1. Tiempo pasado …………………………………………………………………………………. 23
3.2. Tiempo presente ……………………………………………………………………………….. 26

4. Espacio …………………………………………………………………………………………………. 28

4.1. Espacios nacionales  …………………………………………………………………………. 28
4.2. Otros espacios  …………………………………………………………………………………. 32

5. Tránsito del tiempo ……………………………………………………………………………….. 36

6. Estructura: diario  ………………………………………………………………………………… 42

7. Conclusiones …………………………………………………………………………………………. 46

8. Apéndice  ……………………………………………………………………………………………… 48

9. Bibliografía  ………………………………………………………………………………………….. 53

1. Introducción

El Trabajo de Fin de Grado titulado “El mundo a través de la mirada de Hilario Barrero: Diarios (2012-2013)” que presento se centra en el análisis de uno de los últimos diarios escritos por Hilario Barrero, titulado Diarios (2012-2013), el cual fue publicado en 2015 por la editorial La Isla de Siltolá, Sevilla.
La primera vez que entré en las clases del grado de Filología Hispánica sabía que estas me iban a cautivar por completo y que había hecho mi mejor elección, pues es tal mi pasión por la lengua y, especialmente, por la literatura española que no me veía en otro sitio que no fuera aprendiendo todo lo posible sobre ella. Durante estos años de carrera me he dado cuenta de que lo que más me apasiona es la prosa y, en concreto, los diarios como género de lo íntimo y lo personal del escritor, por eso decidí que mi Trabajo de Fin de Grado debía versar sobre este género. Tras un primer acercamiento a los diarios de varios autores opté por realizar mi análisis sobre uno de los del poeta y escritor Hilario Barrero por diversas razones, entre ellas, por las imágenes que ofrece del mundo en el que vivimos y por la veracidad que manifiesta en sus hechos pero, sobre todo, por la pasión y la gran carga sentimental que encierra cada una de sus páginas haciendo que el lector se adentre en la atmósfera que dicha obra representa. También, desde luego, la amistad del escritor con mi director del Trabajo de Fin de Grado.
Hilario Barrero nació en Toledo en 1948 pero reside en Nueva York desde 1978, concretamente en Brooklyn. Es Doctor por la Universidad de la ciudad de Nueva York, además de profesor emérito de la misma, y ha enseñado español en la Universidad de Princeton. Hilario Barrero es escritor, traductor y poeta con decenas de publicaciones y obtuvo el premio Gastón Baquero de Poesía en 1999 con In tempore belli. La revista Clarín, de la que es colaborador, ha acogido su antología de poemas de Donald Hall, Ted Kooser y Jane Keynon, tres conocidos poetas americanos, y la editorial Pre-textos otra antología traducida por él y titulada De otra manera y el libro de Ted Kooser, Delicias y sombras.
En prosa ha escrito los diarios Las estaciones del día (2003), De amores y temores (2005), Días de Brooklyn (2007), Dirección Brooklyn (2009), Brooklyn en blanco y negro (2011), Nueva York a diario (2013). Es igualmente traductor de El amante de Italia
(2009), obra original de Henry James, y Lengua de madera (2011), antología de poesía breve en inglés1.
1 Consultado en la breve biografía que viene del autor en la obra en cuestión, Diarios (2012-2013), Sevilla, La Isla de Siltolá, 2015.
Hilario Barrero ha sido un revolucionario en el mundo de las letras y concretamente en el mundo de los diarios, convirtiéndose en un auténtico referente en ese género. Por eso es su publicación prosística la que más me interesa y la que va a ser objeto de mi análisis. Me gustaría puntualizar que la persona de Barrero como poeta y prosista ha sido apenas estudiada por la crítica. Es un autor muy poco conocido por los críticos y por ello, me ha parecido apropiado encontrarle un lugar dentro de nuestra literatura española y dejar constancia de su trabajo.
La bibliografía sobre los diarios de este autor es casi inexistente ya que la crítica se ha centrado más en su papel como poeta y le ha dado menor relevancia a sus diarios. Por eso me voy a centrar en este ámbito y voy a proponer elementos y materiales suficientes para estudiar el significado que puede tener la obra. Además, cuento con un dato a favor y es que gracias a que Hilario Barrero puso como título de su obra el término diarios, no se han producido dudas sobre si es un diario, una memoria o una autobiografía.
El objetivo de este trabajo es ofrecer una visión global de la obra del profesor Barrero,  Diarios (2012-2013), que sirva tanto para la comprensión de esta misma como para el resto de su producción.
Para llevar a cabo esta labor me planteo varios objetivos: por un lado, hacer un estudio detallado de los personajes más significativos, y para ello tendré en cuenta su caracterización tanto física como psicológica y el papel que juegan en la composición; por otro, debido a la ausencia de análisis por parte de la crítica, aspiro a dar a conocer los aspectos más importantes de la obra acercándome al tiempo y espacio de la misma, del mismo modo que pretendo adentrarme en los pensamientos del escritor que dieron lugar a este libro; y por último, me centraré en los tópicos literarios que en su conjunto han dado cuerpo a la obra.
El presente trabajo consta de siete partes en las que voy a prestar atención a los aspectos fundamentales de la obra. En la primera parte, se va a tratar la presencia de los personajes tanto cercanos al autor como los que se encuentra diariamente en el metro o
por las calles neoyorkinas y a los que da vida, es decir, a los personificados, y se abordarán sus afinidades con autores literarios españoles y norteamericanos.
El segundo y tercer capítulo de este trabajo estarán dedicados al tiempo en que se sitúa la obra, en el cual se propone un tiempo presente que se refiere a Brooklyn y uno pasado con referencias a su infancia y sus posteriores estancias en Toledo, y al espacio donde ha transcurrido la vida del autor, diferenciando entre espacio nacional y otros lugares.
El cuarto apartado se centra en el tránsito del tiempo. En este capítulo también se analizarán tópicos como puede ser el tempus fugit, ubi sunt, homo viator, carpe diem y el amor, los cuales tienen un tratamiento muy recurrente y personal a lo largo de las páginas del diario.
En la quinta parte se llevará a cabo un pequeño estudio de la estructura de la obra: el diario.
El sexto capítulo plasmará las conclusiones a las que se llegarán tras realizar un estudio de la composición, pero siempre dejando la puerta abierta a nuevas investigaciones. Y por último, se añadirá un apéndice, que se trata de una entrevista concedida personalmente por el autor.
Para esta investigación he seguido la siguiente metodología: en primer lugar, llevé a cabo un estudio exhaustivo de la obra extrayendo todas las ideas claves y todos aquellos personajes, espacios y momentos que me fueran útiles. Después, busqué toda la bibliografía disponible sobre Diarios (2012-2013) y me centré en aquellas partes que eran más apropiadas y seguían líneas próximas a este estudio.

2. Personajes de los Diarios (2012-2013)

Ya que Diarios (2012-2013) se desarrolla en dos tiempos distintos, un tiempo de lo narrado y un tiempo de la narración, hay personajes que solo aparecen en el tiempo pasado y otros que únicamente aparecen en el tiempo presente. Solo algunos se manifiestan en ambos momentos y la mayoría de las veces es a través de las palabras del narrador-protagonista, como la madre del narrador.
Hilario Barrero se convierte en un “fotógrafo del alma humana”2 capaz de descifrar lo más oculto de cada uno de los personajes que aparecen en su historia, tanto los que conoce como los demás, y sabe sacar todo el partido posible de ellos. Presenta una especial atención a los rostros con los cuales se cruza día a día y con los que todo ser humano también entra en contacto pero sin ir más allá. Solo él tiene esa capacidad de fijarse en los más mínimos detalles y profundizar en su análisis.
2 Gómez Yebra, A. A., “La vida y la muerte en Diarios 2012-2013 de Hilario Barrero”, texto inédito (se publicará en el número de verano de la revista Ínsula de 2017), p. 2.
3 Ibídem, p. 3.
4 Ibídem, p. 3
En el libro se encuentran todo tipo de personas allegadas al escritor como pueden ser amigos y amigas, familiares y personas a las que ama, en especial, aquella a la que se refiere como “tú”, y también personas que simplemente encuentra en algún momento fugaz pero que le causan un gran interés. Como sugiere Antonio A. Gómez Yebra: “por las que es capaz de darse generosamente, de perder lo único que no vuelve: el tiempo”3.
Una cosa que me gustaría destacar es que el profesor Barrero no hace ningún tipo de discriminación, por su obra pasa todo tipo de personas como bien resaltó el profesor Gómez Yebra:
“Hilario Barrero no hace acepción de personas: por su cámara instantánea pasan buenos y malos, antiguos y modernos, blancos y negros, sus profesores de colegio y de universidad, sus colegas, ricos y pobres, los alumnos aventajados y los torpes, los que viven por sus manos, y los ricos, que cantó Manrique”4.
Todos acaban retratados en su diario para que sus fieles seguidores, es decir, sus lectores, puedan también conocer un poco de ellos, rindiéndoles así cuentas de su día a día, y lo que le sugiere el contacto, por muy efímero que sea, con estas personas.
Barrero se entrega a la vida pero, en concreto, a todos los de su entorno que tienen algo en común con él, e intenta siempre ofrecer su mano bondadosa para escuchar o ayudar en lo humanamente posible a todo el que lo necesita. En este sentido se descubre su bondad y su ternura innatas: no tiene una palabra descortés para ninguna de las personas con quienes se cruza, como se advierte en el retrato de los personajes que lleva a sus diarios. Tiene una gran capacidad para escuchar y comprender, y se puede advertir en las visitas que realiza a determinados amigos cercanos a la vejez o que se encuentran
enfermos. Aunque estén en las últimas siempre tiene una sonrisa y unas cariñosas palabras que los reconfortan en el dolor que padecen.
En sus páginas también tiene cabida la admiración, es decir, la obra se llena de nombres muy conocidos y otros que no lo son tanto. Escritores, pintores y músicos a los que admira y hacia ellos se dirige con el máximo respeto.
Todos sus personajes encuentran un lugar en su composición literaria y por eso se convierten en parte esencial de su vida y del transcurrir del diario.
2.1. Personajes principales
Dentro de este apartado voy a englobar a los personajes con los cuales Hilario Barrero mantiene un contacto directo (su familia y sus amigos), y también a los que se cruza por la calle. Cuando se refiere a ellos sus palabras se llenan de emociones y recuerdos.
La madre del escritor tiene un marcado carácter protagonista dentro de la obra, pues dedica muchas páginas a recordar los momentos vividos junto a ella, a la cual extraña muchísimo. Echa de menos sus besos, sus consejos, su mirada, su compañía, etc., pero no le queda más que resignarse, recordar lo mejor de ella y esperar volver a encontrársela en la vida eterna. Una vida eterna que se desprenderá del espacio y del tiempo, es decir, sin límites entre ellos:
“Nos invitan los vecinos del décimo a cenar por el Día de las Madres para celebrar “nuestras madres muertas”. A mí, así de entrada me parece algo fúnebre y triste, pero no para los americanos que tienen otra idea de la muerte. Los anfitriones son irlandeses y católicos, llenos de vida, rebosantes de entusiasmo, con Dios dentro, cerca, al lado, abajo, arriba de ellos. Y creen en la vida eterna. Tú también crees en Dios y echas de menos, como yo, a tu madre…La cena es a las seis. A esa hora mi madre estaría (o estará) viendo la misa en un canal diocesano y de derechas. Lo dicho: la vida eterna”5.
5 Barrero, H., Diarios (2012-2013), Sevilla, La Isla de Siltolá, 2015, p. 89. A partir de aquí solo colocaré el número o los números de páginas correspondientes a cada cita sacada de Diarios (2012-2013).
La presencia de su madre también le recuerda Toledo, sus calles, sus habitantes, sus costumbres y fiestas. Se puede apreciar un vínculo especial entre él y su madre, un lazo irrompible pese al decurso del tiempo. No le queda más que evocar los momentos vividos junto a ella, instantes que permanecerán grabados en su memoria.
Otro personaje que tiene bastante protagonismo junto a su madre es su hermana, de la cual recibe un día una llamada que le hace recordar de nuevo su ciudad natal. Extraña las travesuras de sus hermanos, las horas corriendo por las calles de Toledo y sobre todo, la época en la que toda la familia estaba reunida:
“Suena el teléfono. Es una de mis hermanas ofendida porque no he llamado para felicitarla. Después de varios intentos frustrados, después de varios años de diálisis, después de mucha espera, mi hermana estrena riñón. Un día de San Idelfonso, patrono de Toledo, a quien le impuso la casulla la Virgen, van y le imponen un riñón y la diálisis se acaba, y ella cambia de color de piel y nosotros todos cambiamos de color de alma…oyéndola, hablar, sin verla, me la imagino feliz, “normal”, como si hubiera tenido a alguien que la hubiese enamorado, ella que es tan limpia como, digamos, la casulla que la Virgen le impuso a Idelfonso. Y la cena se enfría y el horno me dice que algo se quema. Ceno en silencio. Y luego me pongo a leer un libro sobre Toledo y es la apoteosis final. El chisporroteo de las sombras y de las luces, de rostros y cuerpos, de ruinas y momias, de la calle de Santo Tomé y del Cristo. La noche me pesa y siento que la Piedra del Rey Moro está colgada en mi corazón” (246-247).
La llamada de su hermana supone una divagación por su memoria y una nostalgia de lugares y momentos que creía olvidados. Se advierte la estrecha relación que existe entre ellos pese a la distancia, y la felicidad que le produce cada nueva toma de contacto, aunque sea telefónico, cuando conoce que su hermana, la cual es un pilar fundamental para él, se está recuperando y está rehaciendo su vida. Los nuevos acontecimientos han sumido a Hilario Barrero en un ensimismamiento que no entiende de horarios ni distancias.
Ese ensimismamiento ya lo había sentido con una persona que es muy importante en su vida: su pareja. Aunque no hay ninguna referencia a su nombre, y tampoco utiliza sustantivos propios para denominar a esa persona, sí hace alusiones a sus momentos juntos y los años compartidos como se ve en la siguiente cita:
“Al salir, en una noche fría pero clara, me arrimo a ti y me dices: “Me he pasado todo el concierto inmerso en la música y he pensado en que cada uno de nosotros tenemos un mundo, que en ese momento estábamos unidos por la música. Cada uno diferente, pero todos, en ese momento, unidos. Solo en ese momento. Luego la muerte los va a destruir. No sé si me explico”, dices. Yo te entiendo. Yo te llevo entendiendo cuarenta y dos años y ahora cada vez que pasan los minutos y sé que nos queda menos tiempo te necesito más y te cuido más y te quiero más si eso es posible” (202).
Además, se puede ver otra cita donde expresa la tristeza ante esa distancia espacial que existe entre ellos por motivos laborales:
“Cuando salgo de su oficina no tengo prisa porque tú no estás aquí y no sé qué hacer. Pienso en la decana y su marido… Tal vez ella intentó hablarme de sus finanzas y el futuro para que yo repensara mi decisión de jubilarme, pero al llegar a casa, sentirme solo y pensar en las horas que paso lejos de ti, me olvido del futuro y de las finanzas y decido firmemente jubilarme” (60).
Otro personaje que resalta bastante en el decurso literario es el de la señora Gregoria, una antigua vecina suya en Toledo. El autor recuerda a aquella mujer muy bien a pesar de los años transcurridos y, además, se atreve a dar su descripción pormenorizada como si la tuviera enfrente:
“La señora Gregoria de haber tenido estudios hubiera sido un médico prestigioso o un científico famoso o un buen político. Pero la señora Gregoria se pasaba parte de la vida en la verdulería, con un delantal recién planchado, peinada con raya en medio y moño caído, vigilando a su hijo en la carbonería” (108).
No obstante, se debe tener en cuenta que se trata de la descripción de la impresión que tuvo Hilario Barrero cada vez que veía a esa mujer durante su infancia, y que el hecho de asomarse por la ventana ya era indicio de que, desde pequeño, había tenido ese alma de fiel observador de todos los detalles, sean gestos, expresiones, etc., de las personas de su entorno.
La señora Gregoria, además, supuso un símbolo de autoridad. Su balcón adornado con flores de todos tipos le alegraba el día a día y, a pesar de los años transcurridos, la recordaba con alegría y cierto cariño. Por eso la noticia de su muerte supone un agudo  dolor para el escritor que se consuela diciendo que con ella se va su inocencia, es decir, como si la señora Gregoria hubiera sido para él un elemento esencial durante su infancia en el barrio de Santo Tomé, y con su muerte se fuera incluso una parte de él, una parte que solo recuerda asociada a ella. La señora Gregoria era uno de sus ejemplos a seguir, una mujer trabajadora, fuerte y responsable, quien le enseñó, desde esa ventana, que la vida es trabajo y dedicación.
“La ventana de la cocina de mi casa, donde hubo tanto movimiento, tanta vida, tanto fuego, tanta alegría, tantos olores y donde aún ahora puedo imaginar a mi madre se cerró y se llenó de silencio, frío y humedad contagiosa. La señora Gregoria se murió y con ellas se
apagaron el brillo, los verdes chispazos de las esmeraldas y de su mirada. Ella se llevó, envuelta en el mandil recién planchado de mi infancia, mi inocencia” (109).
También son muy relevantes las palabras dedicadas a una mujer que fue como una segunda madre para él. No se menciona su nombre hasta poco antes del final del fragmento, pero sí su edad, su estrecha relación con ella y sus rasgos más característicos, quizás para mantener en suspense al lector que está contemplando esa escena rememorada.
Hilario Barrero ha recibido la triste noticia de su fallecimiento lo cual fue un nuevo y un duro golpe asentado al corazón del escritor y se dirige hacia sus lectores, utilizando unas palabras llenas de amor y añoranza:
“De niño era mi segunda madre, la que me peinaba y la que me quería. La que me llevaba de la mano, la que me contaba historias, la que me llevaba a casa de su madre, la señora Luciana, que vivía en una casa grande, con un jardín salvaje, donde yo comencé a aprender la fuerza de la vida, donde olí la primera rosa, donde vi el primer lagarto, donde sentí como un pinchazo muy dentro de mí cuando vi una golondrina que, volando muy bajo, casi aterrizó en mi cabeza. Sentí eso que llaman poesía y que desde entonces, como una sombra, no me ha abandonado, aunque a veces, me abandone” (147).
La poesía se le presentó a través de una serie de sentimientos que le inundaron esa tarde en casa de la señora Luciana y que irrefrenablemente le hicieron ver el mundo de una manera distinta. Por tanto, lo que sintió aquel día se convierte en su definición de poesía.
La desolación del escritor ante esta pérdida está latente y así lo demuestra con las siguientes palabras referidas a la que fue su segunda madre y a la que por fin se le puede poner nombre:
“Seve, mi segunda madre, ya no podrá llevarme de la mano a la cabalgata de los Reyes Magos ni esconder en su casa los juguetes que “los Reyes” traían para mí. Ahora la noche es larga y siento como un navajazo el dolor de su ausencia” (148).
Hilario Barrero tiene infinidad de amigos tanto en Estados Unidos como en Toledo. Muchos de ellos van a visitarlo a Nueva York, y, junto a él, contemplan el hermoso panorama de la ciudad de los rascacielos, y otros muchos son compañeros de trabajo y amigos que fue forjando al otro lado del océano.
Así se descubre el caso de tres amigas que se encuentra por separado el mismo día. Las tres representan un sueño fallido pues cada una tenía una meta que deseaba cumplir pero no consiguió realizar:
“La primera soñaba con ser la jefa del Departamento de la universidad prestigiosa y ahora está dando clases por la tarde “part-time” y parecía feliz con su vida. La segunda estaba segura de que triunfaría en Broadway y ahora está de secretaría en un organismo cultural manteniendo su ilusión de triunfar; y es feliz. La tercera, que soñaba con ser la Safo de la poesía en NY, se quedó a medio camino viviendo con su compañera y aparentemente también es feliz. Se engañan ellas mismas y nos engañamos todos y me engaño yo también. Pasados los cuarenta, si no has puesto tu nombre en letras de oro ya eres ceniza y tu nombre ha empezado a oxidarse lentamente” (178-179).
Con estas palabras el autor quiere mostrar su desencanto ante la realidad presente. Las tres amigas tenían sueños y objetivos por cumplir pero se quedaron en eso: en meras ilusiones. Barrero muestra así lo difícil que es salir adelante en un mundo lleno de cánones donde no se valora la lucha de cada individuo, y también la perseverancia de la humanidad se reduce ante el más mínimo obstáculo. Estas tres amigas se han conformado con lo que la vida les ha dado, y aunque no terminan de perder la esperanza y desean algún día conseguir sus sueños de juventud, tampoco luchan por ello.
Hilario Barrero recrimina la actitud de estas mujeres pues hay muchas personas que luchan día a día por alcanzar el éxito y no lo consiguen. Un claro ejemplo es él mismo: ve pasar el tiempo y con él sus ideales de fama. Por eso dice que “se engañan ellas mismas, nos engañamos todos y me engaño yo también” (179).
Otra amiga que tiene una gran relevancia en la historia es Dolores, con la cual el autor tiene mucha afinidad.
Barrero se encarga de ofrecer una visión completa de Dolores aquel día de su cumpleaños que decidieron salir a comer. Dolores es un claro reflejo del paso inexorable del tiempo, de la vejez y de la nostalgia:
“Mirando la enorme sala con una luz un poco mortecina, escuchando la música nostálgica del viejo cantante, mirando algunos rostros de matrimonios aburridos que celebran Thanksgiving, intentando entender los recuerdos de Dolores, el restaurante me pareció un barco a la deriva en el que los pasajeros estaban todos muertos” (204).
No hay imagen más desoladora. Todas las personas que observa a su alrededor le parecen cuerpos más cercanos a la muerte que a la vida. La apariencia y los movimientos forzosos de estas personas reflejan lo que ocurre con el paso del tiempo y cómo no hay manera de librarse de ese destino. Sin embargo, son personas felices y llenas de momentos inigualables que perdurarán en sus memorias. Además, antes de acabar el relato, Hilario Barrero presta atención a un niño que se encontraba en una mesa cercana a ellos y realiza una comparación de la vida apenas floreciente y de la vida marchitándose:
“A la hora de irnos, mientras el niño se subía a la silla, nosotros tuvimos que ayudar a Dolores a levantarse, darle el bastón y ofrecerle nuestro brazo. El niño era lo único vivo del barco que se hundía lentamente” (205).
El niño es símbolo del futuro, de la vida naciente y llena de ilusiones, esperanzas y aventuras, mientras Dolores representa la vida realizada, con sus aciertos y errores y deja paso a la nueva generación.
Otro tipo de personajes que tienen una gran importancia a lo largo de las páginas de este diario son los que Hilario Barrero se encarga de describir pormenorizadamente como si fueran conocidos suyos. En este apartado es donde se ve al Barrero observador empedernido de los pequeños y grandes detalles del que ya se ha hablado antes.
El autor ve a la gente pasar por la calle y se fija en sus rostros, unos llenos de alegría; otros, de seriedad, otros de preocupación, y así una infinidad de sentimientos expresados por estos seres, que no se sienten observados por un cameraman6 que va fotografiando cada uno de sus gestos en su cerebro para luego plasmarlos en el papel.
6 Gómez Yebra, A. A., art. cit., p. 3.
Personas que viven, sueñan y anhelan una vida mejor, y otras que se conforman con la que tienen. Gente que sonríe ante las adversidades y gente que se rinde ante ellas.  Gente que lucha por alcanzar sus metas, y gente que se deja llevar por la vida. Todo eso es lo que refleja Hilario Barrero, un sentir colectivo que se va forjando a la largo de la existencia humana y que él ve florecer en cada una de las personas que ve a su alrededor, inconscientes de lo que realmente es ser y estar vivo.
Barrero hace un llamado a la vida al fijarse en los pequeños detalles que esta ofrece y que casi nadie aprecia con las prisas del metro, del parque, de las calles en general.
Todo ser humano en el fondo es aún un niño necesitado de aventuras, de descubrimientos y el autor anima a la humanidad para que haga aflorar a ese niño que intenta ocultar en la madurez. Siempre debe haber un espacio para la fantasía y la ilusión dentro del individuo, por más cosas que tenga que hacer. Debemos saber parar un momento porque la vida pasa y también nosotros y nuestros sueños, nuestras esperanzas y cuanto nos importa. Cuando haga su presencia la pena por no haber sabido apreciar los momentos pasados, no se podrá volver el tiempo atrás:
“Me sorprendo de cómo uno se olvida de detalles que ha repetido. Me siento en la barra de cara a la calle junto a una señora que lee un libro y toma un café. De pronto, deja las gafas junto al libro que reposa en la barra y sale a la calle. Allí saluda a una pareja con un perro que al verla se abalanza a ella con tanta fuerza que casi la tira. Se agregan otros amigos y se forma un corro de vecinos con perros que se conocen. Aprovecho que no está ella para hacer unas fotos de las gafas, el libro, que es una guía Fodor vieja y muy usada de Italia, y una servilleta de papel que ha puesto como mantelito. Un bodegón urbano y perecedero que me alegra la mañana” (129-130).
El comportamiento de Hilario Barrero, sacado de contexto, puede llegar a verse como indecoroso ya que se inmiscuye en la intimidad de esta señora. No obstante, al saber cómo es, no impresiona que se fije en lo captado por su curiosidad y que incluso tome fotos para mantener activo su recuerdo.
Después de tantas mañanas desayunando en la misma cafetería, se da cuenta de detalles a los que antes no les había prestado atención y ahora incluso le han cambiado la mañana.
Esto mismo se puede ver en otros lugares como en un vagón del metro:
“Ella es mayor, pechos caídos que enseña a través de un escote abierto y bajo, manos arrugadas, la piel como la leche, mármol ajado las piernas, mañosa y con experiencia, orgullosa de enseñar el nuevo juguete le roza la pierna, reposa la cabeza en el hombro izquierdo de él: una torre firme y segura. Le dice cosas al oído y él baja la vista…Ella sonríe. Están en un vagón casi lleno del metro y tienen delante varios espectadores que miran sin mirar, mirando. Al bajarse me quedo pensando qué será del joven y qué será de la mujer dentro de un tiempo cuando hayan quemado los últimos cartuchos. Si ahora son felices todo lo demás no cuenta” (132).
Se fija en la relación que mantiene esta pareja durante el trayecto en metro, y no siente el menor pudor en examinar y catalogar los comportamientos y gestos de los dos. La curiosidad es mayor que la vergüenza y, además, siente que es el único honesto porque todos cuantos viajan en el tren los observan discretamente mientras él los mira con entusiasmo, sin perder el más ínfimo detalle, para después extrapolarlos a su obra.
Barrero no tiene la intención de actuar como juez y estipular lo que está bien y lo que está mal. La capacidad que posee la emplea únicamente para “comunicar la trascendencia de lo vivido y proporcionar respuestas a los interrogantes de la existencia a través de la observación curiosa y continuada de cuanto le rodea”7. Así se aprecia en la siguiente cita:
7 Prieto Barba, Á., “Diarios (2012-2013)”, Caocultura, 11 de febrero de 2016. [Leído en  http://caocultura.com/el-pozo-mas-fecundo/ , (última consulta: 9 de mayo de 2017)].
“el pasajero recuerda esos momentos vividos, y piensa en las dos parejas: la acompañada por numerosos amigos y la casi solitaria, y se pregunta cuál de las dos recordará el momento, se momento en que abrazados y felices sonreían a la vida” (139).
De igual manera se identifica con las personas que se va encontrando y si ve a alguien sufriendo, decaído, se pregunta que le habrá ocurrido para encontrarse así:
“Se quita las gafas oscuras, que lleva como si se ocultara de alguien, y aparecen dos ojos azules sin brillo, velados por un cristal húmedo. Ojos tristemente azules que denotan llanto” (133).
Un joven con toda la vida por delante pero que ya está recibiendo los palos de esta y poco a poco tendrá que aprender a sobreponerse. Los años le proporcionarán esta experiencia. Hilario Barrero ya tiene mucha.
2.2. Afinidades literarias
En este apartado me voy a centrar en la especial conexión que Hilario Barrero experimenta con grandes escritores de todos los tiempos, como Federico García Lorca, o Juan Ramón Jiménez, y con otros menos conocidos.
Como no podía ser menos Juan Ramón Jiménez tendrá un  lugar especial dentro de su obra ya que Hilario Barrero se siente identificado en muchos aspectos con el poeta de Moguer.
Diario de un poeta recién casado fue una obra fruto de su viaje a Nueva York con la cual marca un nuevo rumbo en la poesía española. El poeta toledano se siente inspirado por la cantidad de paisajes, lugares y sensaciones que experimentó Juan Ramón Jiménez e incluso él mismo tras su viaje y posterior estancia en Nueva York:
“La luz al atardecer, ahora en octubre, me recuerda a Juan Ramón Jiménez: Señor, el crepúsculo está servido” (184).
Nueva York siempre ha sido un espacio que ha atraído a todo tipo de escritores, y su modernidad y su variedad cultural ha motivado a muchos a escribir sobre ella.
De la misma manera Lorca fue otro gran poeta que dedicó parte de su poesía a la ciudad neoyorkina con Poeta en Nueva York. A través de este poemario el granadino refleja lo que fue para él la llegada a esa ciudad estadounidense, completamente distinta a lo que había visto hasta entonces.
Sin embargo, Lorca no encontró en Nueva York un nuevo modelo de arte y de belleza como le ocurrió a Juan Ramón Jiménez (y posteriormente a José Hierro), sino que necesitaba un cambio y decidió buscar un nuevo espacio vital. Por tanto, su influencia en Hilario Barrero fue menor pues lo que buscaba el poeta toledano estaba más cercano al ideal del autor de Platero y yo.
Tras su viaje a Málaga entra en contacto con la cultura y la poesía malagueña, y tiene conocimiento de grandes poetas que nacieron en estas tierras a los que menciona en su diario, como María Victoria Atencia, José Antonio Muñoz Rojas, y Salvador Rueda, entre otros. Así se abre el camino de la poesía y de la escritura, en general. Muestra su aprecio y los ve como un modelo a seguir.
Queda muy impactado al conocer a María Victoria Atencia en Málaga:
“Enfrente tenía a la poeta María Victoria Atencia que más tarde, al ver mi agitación al saludarla, me diría: “Que emoción ver la emoción que algunos sienten delante de una vieja gloria”. “Gloria, sí –me apresuré a responderle-, vieja, no”. Yo llevaba, sin saber que ella asistiría al acto, “Arte y parte”, libro con el que ganó el Premio Adonais. Le pedí que me lo firmara y escribió: “Antiguo, antiguo / poemario / de María Victoria / para Hilario” (70).

O a Ana María Matute, durante la Semana Negra de Gijón:
“De algo bueno me tenía que servir el bullicio, la intromisión y el desajuste que estos días vivo en mi “barrio” por culpa de la Semana Negra…Y lo doy porque esta tarde he conocido a Ana María Matute que me ha dedicado Primera memoria. No es conveniente acercarse demasiado a los mitos porque te pueden dejar sin palabras o te pueden manchar con el aliento de la fama, pero la señora Matute me ha mirado dulcemente, ha sonreído a algo que le he dicho y me ha dado las gracias” (116-117).
Todos ellos son hitos de la literatura española y espera que su poesía o sus obras en prosa pueden estar alguna vez a su nivel.
Asimismo hay una mención especial para los escritores norteamericanos con quienes ha entrado en contacto durante su etapa estadounidense y a los que reivindica y dedica unas páginas. Como Emily Dickinson, parte de cuya obra ha traducido, y sobre quien deja constancia a través de sus poemas a lo largo del diario:

 “El sol y la niebla compitieron
 por el gobierno del día:
 el sol descolgó su látigo amarillo
 y ahuyentó a la niebla” (351).

Este poema solo es uno de los muchos que el poeta toledano destaca. En ellos se denota la presencia del canon norteamericano.
Una de las funciones de Hilario Barrero es traducir estos poemas norteamericanos y así poder darlos a conocer a la otra parte del mundo como, en este caso, es España.
2.3. Otros personajes
Hilario Barrero suele dar vida a seres inanimados como pueden ser bicicletas o barcas, u otorgarles características humanas a seres vivos, como árboles o plantas.
Se convierte así en un verdadero creador de vida, otorgándole sentido a todo lo que le rodea. Es algo bastante característico a lo largo de la obra, y de hecho dedica páginas enteras a describir esa transformación de la materia inerte a la viva.
La bicicleta es uno de esos objetos que cobran vida gracias a su pluma. Como ser inanimado, no puede sentir, padecer ni sufrir por las adversidades del tiempo o el abandono de su dueño.
Sin embargo, Hilario Barrero opina todo lo contrario. Cuando se asoma a la ventana de su piso y ve día a día cómo nadie va a buscarla y la van descuartizando lentamente, experimenta un dolor tan intenso que incluso parece estar asistiendo pasivamente a un asesinato. Sufre ante cada temporal que la bicicleta ha de padecer amarrada a esa farola y cada vez que alguien que la ve sola y desamparada se apropia de alguna de sus piezas.
La compara con un pájaro herido al cual tiene la necesidad de ayudar, haciendo así alusión a lo vivo en algo que está estático y no puede mostrar indicios de vida. No obstante, el autor ve sentimientos y, en definitiva, alma dentro de ella:
“Yo la veo desde mi ventana y paso junto a ella y la miro como quien mira a un pájaro herido. Ha perdido color, el viento le pone a veces plásticos y hojas en el manillar o en los pedales. A veces parece contorsionada, retorcida, hecha una ese de dolor, como si la atormentasen los huesos metálicos que comienzan a perder fuerza. Parece que está más delgada, las ruedas desinfladas y los radios de las ruedas comienzan a oxidarse. Cuando llegó el ciclón Sandy los vientos la tumbaron y así se quedó por unos días como muerta, boca arriba, un raro animal respirando con dificultad” (243).
Barrero atribuye una serie de rasgos propios a los seres vivos a la bicicleta como son “hecha una ese de dolor”, “atormentasen los huesos metálicos”, “más delgada”, “muerta” y “un raro animal respirando con dificultad”, una espléndida personificación de un objeto inanimado. Son cualidades que fuera de este contexto literario resultarían del todo chocantes pero que en su texto se llenan de magia y expresividad.
El pájaro herido no será con el único animal con que la compara, sino que también hará referencia a la mariposa y al carnero, pero ambos desprovistos de libertad. Y en última instancia, recurrirá a la mitología igualando el sufrimiento de esta bicicleta con el del benefactor de la humanidad, Prometeo:
“Desde la ventana parece una mariposa prisionera, al pasar cerca de ella es un carnero atado embistiendo dulcemente a la primera luz del día. Ahora, con los vientos y las lluvias, es un Prometeo encadenado al que las tinieblas le están devorando sus entrañas metálicas y frías” (243-244).
De esta manera se puede apreciar cómo Hilario Barrero se vale de la prosopopeya y la animalización como recursos estilísticos para describir la transformación.
La bicicleta ha sido despojada de toda esperanza y el poeta se resigna a que ese es su destino como se aprecia en una nueva apelación en abril de 2013:
“Ya le queda menos para ser un esqueleto total, una sombra de luz derretida, un sarmiento de ruidos, una ecuación de grasa, una garza sin alas. La dejaron “aparcada” al final del verano y la he visto envejecer, ser maltratada, saqueada, robada, disminuida…Cada día la saludo y siento que me dejo a su lado algo mío y deseo que su dueño llegue a rescatarla. Pero no llega. Cuando aparezca, si lo hace, se encontrará con una interrogación de hierros y de cables, con una bicicleta muerta” (273-274).
Quizás el poeta toledano está identificando esta bicicleta con el sector de la población que vive en la calle, sin un hogar, como nómadas y que, como esa bicicleta, se sienten abandonados y no encuentran reconciliación posible con la sociedad. El autor apela al sentido común y a la conciencia de cada uno.
Las barcas serán otro de los elementos que trata como seres vivos. Tras su llegada a Gijón, observa detenidamente unas barcas que se encuentra a la orilla del río Sella en Ribadesella. Las describe como embarcaciones vivas que sufren ante las adversidades del clima y el abandono de su dueño:
“Abandonadas, con los huesos de madera al aire, casi peces de cieno y algas, la columna vertebral una ristra de espinas, costillas casi de barro, unas barcas se ahogan de aire a la orilla del  río Sella en Ribadesella, en un cementerio luminoso, cementerio marino de barcas sin nombre, sin remos, mancas de movimiento, paralizadas por un fango que abre sus carnes de madera, sus vértebras en otro tiempo arco y basamento. Rodeadas de légamo, tocadas de limo, envueltas en una luz de mantillo, varias barcas se mueren varadas muy cerca del mar” (121).
Describe así la degradación que van sufriendo estas barcas, en otra época llenas de energía y vitalidad. Ahora ya no son útiles para nadie, y el lugar que servía de descanso tras cada travesía se ha convertido en un sitio quieto, estancado, y las barcas residen como
los muertos en un cementerio. El vigor que tenían en su momento se ha transformado en desnudez de carnes y falta de piezas.
Las ilusiones de estas barcas se van acabando y su única y última opción será resignarse a una muerte solitaria y despojada de todo lo que antes les daba vida, como le ocurrió a la bicicleta: “las barcas se secaban al sol como enormes frutos” (121).
Durante este fragmento Barrero hace una reivindicación al yo observador. Sugiere una mirada a los cambios, a las sensaciones y al entorno, en general, para que se aprecie bien una realidad tantas veces desapercibida y que, gracias a su capacidad para detenerse en los detalles, es capaz de captar, como la realidad de esas barcas que se cruzan en su camino:
“A veces la luz, a veces la sombra y una mirada dispuesta a encontrar lo que no se ve, te entregan imágenes de cosas que no están catalogadas en ningún libro de arte, que están ahí al alcance de la gente que pasa y no las ve. La vida, la suerte, la ocasión te ofrecen un paisaje que otros han visto pero no han mirado, o unas barcas que llevan años pudriéndose, devoradas lentamente por el agua, defendiendo su territorio contra invasores impuestos por el hombre” (121).
La noria también será otro elemento humanizado. A través del juego de palabras se ve la mutación que ha experimentado esta atracción. La noria pasa de ser un juguete de diversión utilizado por todos y que servía de guía a muchos de los que se perdían en la Semana Negra de Gijón, incluido el propio autor, a una máquina que, tras haber cumplido su función, es despojada de todas sus partes y condenada a una nueva aventura:
“la noria de cada año, hoy, a primera hora, cuando aún no había empezado la luz a respirar, está siendo desmoronada pieza a pieza. De pronto tres hombres, como si fueran arañas, se han subido por la estructura del enorme juguete…y han empezado a descolgar las jaulas multicolores que hace apenas unas horas habían acogido a parejas de enamorados, niños atemorizados, jovencitas chillonas y escandalosas, viejos cansados, matrimonios aburridos…Mañana la noria habrá desaparecido y el viento volará sin ser interrumpido y los pájaros no tendrán que desviarse y la noche no tendrá que trasnochar” (117-118).
Se describe la noria como un objeto el cual ha dado vida a esa fiesta gijonesa y  que tras su partida nada volverá a ser lo mismo, como no es lo mismo cuando un familiar o amigo se muda de lugar o de vida. Hilario Barrero muestra su tristeza ante este escenario pero, a la vez, refleja la alegría de las aves que vuelven a recuperar su espacio:
“La echaré de menos y me sentiré un poco desorientado en la noche. Para encontrar la salida miraré las fotografías de María Jesús y me sentiré acompañado. La noria se está yendo y las gaviotas han vuelto. El cielo está de fiesta” (118).
Los árboles y las plantas son seres inanimados pero que tienen vida, solo que una vida diferente a la de los seres humanos. No obstante, el autor trata a los árboles como si fueran seres humanos.
Por ejemplo, defiende que los árboles poseen sentimientos y que los trasmiten a través de su apariencia. Así se puede ver en su obra cuando se refiere a un árbol centenario en el que percibe algo extraño:
“Al comienzo de la primavera, cuando sus otros compañeros estrenaban camisa de un verde deslumbrante, se perfumaban, se llenaban de pájaros y de sombra, él aparecía cansado, apenas si unas hojas al final de las ramas, arrugas hondas, herido, se vencía hacia el lado de la sombra final” (135).
Hilario Barrero señala acciones y actitudes humanas en el modo de actuar de los árboles como son “estrenaban camisa”, “se perfumaban”, “aparecía cansado”, “herido”, etc.
Este árbol cansado es reflejo del paso de la vida. Ha visto y sufrido muchos cambios a lo largo de su trayectoria vital y se acerca su fin, lo que le hace pensar que el tiempo que se pasa en el mundo terrenal es tan transitorio para los humanos como para el resto de seres vivos y que identificar al hombre con estos seres vivos no es del todo un error. A través de la apariencia de ese árbol, Barrero rememora su vida y siente que también para él está cercana la vejez:
“Caminamos un poco y al mirar donde debía estar nos encontramos que no estaba…Estaba aún fresca la sangre, la piel rasgada, la hierba asustada con tanto peso encima, el espacio que antes llenara de esplendor estaba vacío, algunos pájaros desorientados, la luz, como una flecha envenenada, clavándose en el césped, y un ejército de hormigas e insectos de a pie organizando excursiones para ver las entrañas del muerto…Nos alejamos en silencio. Y tú sientes que se te ha perdido algo” (135-136).
Parece que acudiéramos a un entierro real con esta descripción tan pormenorizada de la tala del árbol enfermo donde las hormigas e insectos serían los veladores del cadáver.
La maestría del poeta toledano reside en la magia que transmite al contar las cosas y el hecho de hacer sentir partícipes a sus lectores de ese duelo donde no se ha perdido un árbol sin más, sino un verdadero amigo.
Como no podía ser menos, los libros también quedan humanizados, tratándolos como seres indefensos en quienes el paso del tiempo ha hecho graves estragos:
“Traigo las manos llenas de polvo y la mirada dolorida al ver deshacerse algunos libros en mis manos cuando los cambios de estantería. Algunos se han desmayado y se han abierto como una flor madura, las hojas cayendo al suelo como pájaros heridos” (103).

3. Tiempo

Diarios (2012-2013) se desarrolla en dos tiempos distintos: uno, en el que se hace referencia a la estancia del autor en su ciudad natal, en Toledo; y otro, en el que se expresa sus vivencias en Brooklyn, en su nuevo hogar, y donde se halla su residencia habitual. A veces, se aprecian claras referencias al futuro pero se trata más bien de un miedo a lo que vendrá, debido a que se sabe cercano a la tercera edad.
También es importante decir que el tiempo de la narración y el tiempo real en el que se escribe esta obra son el mismo. Hilario Barrero escribe su diario a la vez que vive y observa a su alrededor. Como afirma el profesor Gómez Yebra, Hilario Barrero es un auténtico voyeur del entorno.
3.1. Tiempo pasado

En este tiempo se encuadran las referencias a su estancia en Toledo durante su infancia y juventud, y los breves viajes que realiza ocasionalmente a ella. En sus palabras se advierte cierto deseo de nunca partir y la añoranza de una época anterior en la que fue muy feliz. No obstante, está dichoso donde reside, pero siempre lleva en su corazón a su Toledo natal. En la narración, el protagonista, que es el narrador en primera persona, es decir, el propio autor Hilario Barrero, habla de su infancia y su juventud en Toledo lo cual significa una manifestación, como otras tantas que iré viendo, del paso del tiempo. La hermana y la madre tienen un marcado papel en este espacio temporal pues serán con quienes comparta más momentos y afinidades en este decurso vital.
Aunque también hay espacio para el dolor en esta época de su vida, igual que en otras posteriores, por ejemplo, cuando recuerda el destrozo que causó el huracán Sandy a su paso por los Estados Unidos, lo que produjo un profundo dolor en el corazón del escritor. Nótese su acercamiento sentimental hacia los afectados: no quiere ver a nadie padecer tales adversidades y le gustaría un mundo mejor donde no existiera la violencia y sí mucha ayuda humanitaria.
La ciudad de Toledo, desde luego, permanece intacta en sus recuerdos, y en cuanto alguien de la ciudad castellana va a visitarlo a Nueva York, regresa a su memoria como si aún se encontrara en ella. No hay posibilidad, por tanto, de que la olvide jamás, pues cuando da la impresión de que sus recuerdos de juventud se están apagando es como si una pequeña mariposa viniera hacia él y los volviera a situar en escena. Toledo es un territorio familiar donde destaca su madre, tan católica como el barrio de Santo Tomé, donde habitaba. A esta ciudad española habría que sumar otras muy importantes que visita a menudo y también españolas, como Gijón, donde pasa largas temporadas vacacionales.
Hilario Barrero posee la capacidad de mirar no solo con los ojos, sino también con el alma, algo que parece estar perdiéndose en este mundo de las prisas y de lo material.
En sus diarios son muy relevantes las desviaciones cronológicas. En la dirección se pueden dar dos posibilidades: una es la retrospección y otra, la anticipación.
A lo largo de toda la novela se pueden observar continuas retrospecciones como la siguiente:
“Durante treinta y ochos años he visto al llegar la primavera, algunas veces antes, otras después, dos árboles de “pan y quesito” que crecen grandes y hermosos, como dos patriarcas felices y seguros de sí mismos, justo enfrente de casa. Cada primavera, me traen en su perfume, en la luminosidad de sus flores, en lo compacto de su racimo el recuerdo de cuando yo era un niño. Un niño que crecía inseguro y retraído rodeado de ellos que a su vez crecían seguros y abiertos en la calle de Santo Tomé, en la Plazuela del Conde o en el Paseo del Tránsito” (86-87).
En esta retrospección se puede observar el tránsito de un tiempo presente a uno pasado, el de su niñez. Se trata, pues, de una distancia temporal bastante dilatada pero que el escritor trae inmediatamente ante sus ojos cuando ve a esos dos árboles que crecen cerca de su casa de Brooklyn. Gracias a ellos puede rememorar aquellos años pasados y,
a la vez, volver a su barrio toledano. Se pueden encontrar otras muchas retrospecciones dentro de la obra, esta es una de las muchas que Hilario Barrero incluye en la historia.
Asimismo, se pueden apreciar retrospecciones que están más cercanas en el tiempo presente del autor, pues lo que se relata son acontecimientos cercanos a su vida como los fallecimientos de seres queridos, debidos a la edad o a la enfermedad, o eventos de gran trascendencia como son bodas o bautizos:
“Este día de un mayo que parece noviembre me trae el recuerdo de amigos que han muerto, de conocidos de Toledo que entonces eran ya “mayores” y que alguna manera fueron locamente “famosos”, que formaron parte de mi infancia y ahora ya no están. Últimamente las llamadas telefónicas a Toledo tienen tres temas de conversación: la enfermedad de una de mis hermanas, las bodas y bautizos y las muertes” (94).
Se puede decir que todas estas retrospecciones tienen la función de aportar algún tipo de información sobre el pasado de los personajes o sobre algún hecho importante que sirva para interpretar mejor los acontecimientos que se van sucediendo. La primera retrospección citada ayuda a entender cómo fue la infancia de Barrero, mientras que la segunda aporta una nota de dolor al recordar momentos tan duros como la muerte de seres queridos, un tema al que el autor acude continuamente.
Pero no solo recuerda los momentos vividos o las imágenes capturadas sino que también tiene presente lo olfativo, pues lo sensorial es un componente que recorre toda la obra, algo que también se percibe por medio de imágenes de otros sentidos: la vista, el oído, el tacto, lo gustativo y hasta lo auditivo. Así se aprecia en la siguiente cita:
 “Volver a Toledo es como mirarme en un espejo viejo y arañado: tus primeras lecturas, tus primeros amantes, tus primeros miedos, las oscuras callejas con olor a orín y a humedad te dicen lo viejo que eres, todo lo que ganaste y todo lo que perdiste” (73-74).
De la misma manera, también se encuentran algunas anticipaciones en la obra, aunque muchas menos que las retrospecciones:
“Dentro de unos años, cuando desaparezcamos, bien por olvido o por mudanza, esta jarra de plástico con un nombre y una fecha festiva no dirá nada a nadie y posiblemente aparecerá junto a otras jarras y platos y viejas fotografías, en un mercadillo de algún barrio de Brooklyn”(276).
Se puede considerar esta cita como un tipo de anticipación, pues todo lo que tendrá valor para él o su pareja no lo tendrá para otros, pues son cosas que, aunque sin valor material, sí lo tenían de tipo sentimental. Por tanto, es un tipo de anticipación de la muerte y del olvido de todo lo que los rodea. Adelanta lo que posiblemente ocurrirá cuando ellos no estén.
3.2. Tiempo presente

Tras haber hablado del tiempo pasado donde Hilario Barrero vivió tantos gratos momentos, me voy a centrar en el tiempo presente que es sobre el que transcurre la mayor parte del diario y el tiempo real en que escribe el autor.
El tiempo presente abarca todos los meses de los años 2012 y 2013, tiempo en que se encuadra la obra.
En este tiempo presente se narra todo lo relativo a sus vivencias en Brooklyn, sus paseos, sus idas y venidas del trabajo y lo que ve a través de la ventana de su piso. Todo tiene cabida en este apartado porque se trata de su momento actual, en el que se sitúa la acción, pero una acción más vista que realizada.
Se fija y explica detalladamente todo lo que ofrece el barrio donde vive y  pone al lector al día de lo que va ocurriendo tanto como transeúnte, como observador indiscreto en una ventana indiscreta, tal como ocurre en la película del mismo título de Alfred Hitchcock:
“Vivir en Nueva York te da, entre otras cosas, una nueva mirada y una forma de ver la vida” (114).
Es un momento en el que tiene tiempo para reflexionar sobre cómo ha sido su vida y hasta dónde ha llegado gracias a sus esfuerzos. Se encuentra en una situación de desahogo, muy cercano a la jubilación, cuando puede detenerse y ver lo que hay a su alrededor y lo que ha conseguido hasta el presente: profesor titular de la Universidad de Nueva York, amigo, compañero, enamorado de la vida y, por supuesto, de su pareja.
La meteorología, los días tristes, lluviosos y sin sol no importan, tampoco el bullicio de las calles o del metro, sino lo que este, su nuevo hogar, puede ofrecerle y, de hecho, le ofrece. Es cierto que, a veces, cae en la desesperanza y echa de menos el clima soleado de su patria, pero no por ello menosprecia a Nueva York, una ciudad que le dio una
oportunidad, una ciudad donde se siente cobijado por todo y por todos los amigos que ha hecho a lo largo de su trayectoria vital allí.
Se convierte así este factor en un hilo conductor de toda su vida que une su pasado con su futuro, el de la jubilación y la vejez. Un hilo que le ayuda a meditar sobre sí mismo y los demás y a detenerse en lo bello de vivir cada instante.
No obstante, además de ser un hombre compresivo, con un gran talento y observador minucioso, también tiene que cumplir con sus obligaciones en el ámbito laboral y, a veces, le sobrevienen una serie de circunstancias que, por mucho que le gustaría solucionar, ya tienen difícil solución, como el problema con una alumna que no asistía a clase y no le quedó más remedio que decirle tal y como estaban las cosas:
“Temprano, sin respetar las horas “oficiales” de oficina, tengo a una alumna llamando a mi puerta. Ha faltado a tres clases y a tres laboratorios y sabe que tiene un futuro incierto y un suspenso cierto” (89-90).
O cuando decide volver unos días antes para aconsejar a futuros alumnos:
“Después de casi tres meses de vacaciones vuelvo al trabajo con dos semanas de anticipación al primer día de clase, que será el día 27, para aconsejar a los novatos y ayudarles a decidir qué asignaturas cogerán” (129).
Con esto se puede apreciar que Hilario Barrero no es solo un fotógrafo de la vida sino que también sabe cuáles son sus deberes y cumple con ellos a la perfección. Se retrata como un magnífico profesional capaz de solventar toda clase de imprevistos.
En este momento cronológico también hay espacio para los viajes por el distrito de Nueva York, en tren, durante los cuales se muestra embelesado y encantado con los paisajes que ve, y no puede menos que recrearlos en las páginas de su diario. Y también algunos por España.
En abril de 2012 visitó Málaga, una ciudad que le cautivó por completo y no pudo más que mostrar su admiración a través de estas bellas palabras:
“De Málaga me traigo la hora exacta, mediodía perfecto, las doce en el reloj (un “Viceroy” que me regala el rector del Departamento). De Málaga me traigo la poesía de María Victoria Atencia, los versos de Muñoz Rojas, la sandía de Salvador Rueda, la sonrisa dulce y de cristal de María, una de las hijas de Antonio y Belén, mis anfitriones, el abrazo de Hipólito
Esteban Soler y su monumental “Ensayo de un método crítico”. De Málaga me traigo la mirada ausente y convaleciente de una Virgen Dolorosa a quien la lluvia le clavó en su cara de cartón mil alfileres de ácido y plata sucia. De Málaga me traigo libros dedicados, libros con olor a mar, a brea, libros que recogen el acervo cultural de una ciudad, revistas que fijan el Patrimonio literario andaluz. Me traigo el arco saltimbanqui y gracioso de una sardina en la hoguera de un litoral de papel. De Málaga me traigo una saeta de cristal fino clavada en mi corazón, una copa de agua como extraída de un cuadro de Zurbarán, el rescoldo de unos ojos que abrasaron mis rastrojos” (71-72).
Gracias a este fragmento se observa la otra faceta del hombre Hilario Barrero, el escritor que convierte en poesía todo lo que cautiva sus ojos. En este caso se vale de un recurso muy empleado en la composición poética como es la anáfora, y es que el autor no puede dejar de aunar su trabajo prosístico con lo poético ya que ambos van unidos y conforman un todo en su vida. Por eso a lo largo de esta composición también se pueden encontrar todo tipo de referencias a poetas estadounidenses y españoles que forman parte del día a día de Barrero.
En cuanto a la cita se puede apreciar el respeto que manifiesta el autor tanto por la tradición como por la cultura malagueña y, además, se siente fascinado por los grandes escritores que ha formado esta tierra y no puede menos que mencionarlos como María Victoria Atencia, Salvador Rueda, Muñoz Rojas, entre otros. El poeta convierte a Málaga en otro de sus lugares favoritos del mundo y promete volver para dejarse cautivar de nuevo.

4. Espacio

Hay una gran cantidad de referencias a los espacios en Diarios (2012-2013) donde Hilario Barrero se recrea contando sus experiencias tras visitar ciudades como Gijón o Málaga y barrios neoyorkinos como Manhattan. Dividiré el apartado del espacio en dos, colocando, por un lado, los lugares relacionados con lo nacional y, por otro, los relacionados con otros ámbitos.
4.1. Espacios nacionales

Dentro de la obra se puede encontrar una amplia variedad de espacios nacionales entre los cuales destaca Toledo.
Toledo es la ciudad donde nació y tiene siempre en la mente. Siente un especial aprecio por el barrio de Santo Tomé, donde se crio junto a sus hermanos y pasó sus mejores momentos de juventud. De hecho le dedica un largo parlamento resaltando todas las cualidades del barrio y lo orgulloso que se siente por haber nacido en él.
Se trata de un canto nostálgico a su tierra que tanto le ha enseñado y aún le queda por enseñar. El autor termina el fragmento recurriendo al eterno recuerdo: por mucho que se encuentre en la distancia siempre será hijo de este barrio toledano y se sentirá orgulloso de todo lo que esta tierra ofrece:
“Aunque la vida te haya borrado los límites del barrio, hayas conocido Torres8 que cayeron, gente que amaste y que se fueron, te hayas condenado en bocas de lobo de aliento envenenado, perdido en túneles de muerte y te vayas quedando cada día más solo, bien tú sabes que siempre serás de Santo Tomé, donde al final volverás” (196).
8 Se refiere a la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001.
9 Se produce una continua referencia a su madre en todo lo que concierne a tradición, pues su madre fue muy importante durante toda su formación vital y cultura, como ya he dicho.
Describe sus calles llenas de historia, sus costumbres como la fiesta del Corpus Christi de Toledo de la cual fue pregonero en 2013, sus edificios históricos, como la torre mudéjar de la iglesia de San Salvador, etc. Todo lo que una vez fue su vida y que comenzó a desvanecerse cuando se trasladó a Estados Unidos.
No obstante, se apoya en que mientras alguien recuerde el barrio con alegría y amor, jamás se perderá su recuerdo por más lejos que se encuentre. Precisamente eso le ocurre a Hilario Barrero, quien siente difuminarse los recuerdos con el paso del tiempo, pero siempre llega alguien que se los rememora y florecen en él como el primer día. Es entonces cuando se da cuenta de que nunca olvidará su ciudad natal, siempre presente en su corazón como lo está Nueva York.
Dentro de la provincia de Toledo también tiene sus recorridos culturales como pueden ser a Talavera de la Reina y a la Puebla de Montalbán, donde le gusta detenerse a contemplar los paisajes del territorio manchego, repleto de flores y árboles en apogeo. La belleza de Castilla-La Mancha reside en una tierra llena de historias y personajes tan conocidos como don Quijote o Calisto y Melibea:
“Camino de Talavera de la Reina, Castilla, la de siempre, sale a mi encuentro: campos en primavera salpicados de amapolas, sangre de Cristo, que decía mi madre9. Campos marrones
rociados de diminutas flores amarillas, almendros con un verde desconocido, un verde iluminado; Castilla mar circundada por cordilleras lejanas que sostienen un cielo azul de felpudas y densas nubes…De pronto aparece la Puebla de Montalbán, cuna de Fernando Rojas; al final de la villa asoma el cementerio donde podrían estar enterrados las sombras y los ruidos de Melibea y Calisto, donde podrían dormir la sabiduría y el ingenio de Celestina” (73).
Málaga es otro de los espacios que tienen una mención especial a lo largo del diario. Se refiere a una gran cantidad de edificios históricos y turísticos de la ciudad como pueden ser la Alcazaba, el teatro romano, el Museo del Vidrio, entre otros, sus hermosas calles y la belleza de todo cuanto le rodea. Además, tiene tiempo para acercarse a la Universidad y dar una conferencia sobre poesía acompañado por el profesor Gómez Yebra a quien está muy agradecido por sus atenciones:
“Tuve la suerte, antes de que comenzara la presentación, de que el director del Museo del Vidrio me enseñara la colección…Visito por la mañana la Universidad de Málaga y el Departamento de Español acompañado por el profesor Gómez Yebra, que más tarde me presenta en el Auditorio María Zambrano lleno de alumnos con los que hablamos de poesía. Antes de comer damos una vuelta por Málaga -la Alcazaba, el Cementerio de los ingleses, donde está enterrado Guillén, la iglesia donde fue bautizado Picasso y el balneario de Mari Carmen donde iban algunos amigos de la Generación del 27-…El mar tabula rasa, mantel doblado, telón caído en la última función de la temporada. Por la noche nos reunimos en un restaurante un grupo de amigos. Salimos a la noche limpia y con olor a incienso y nos paramos delante del teatro romano donde la luz lunar se sienta como una espectadora atenta a escuchar los silencios de la noche” (70-71).
La ciudad de Málaga supuso para él todo un descubrimiento, le sirvió de inspiración y se llevó un muy grato recuerdo de todo lo que en ella vio y vivió.
Asturias, y  más concretamente Gijón, es otro de los espacios transitados por Hilario Barrero y su familia. Se ha convertido en el lugar de las estancias vacacionales donde tiene una casa cercana a la orilla del mar desde la cual puede ver todas las mañanas el amanecer y el atardecer, casi siempre en compañía.
De Asturias todo le llama la atención, especialmente ese color verde que invade todos sus espacios y que tanto alaba a su paso por aquellas tierras. El verde es símbolo de esperanza y de vida, de juventud y desarrollo, todo lo que se puede extrapolar a esta tierra:
“De nuevo, al salir de León, el reencuentro con el paisaje de Asturias. Luz, verde y total oscuridad. Montañas, valles y alguna casita a lo lejos que parece de corcho. La luz correteando como si fuera un arroyo por los valles, tendiendo la ropa en lo alto de los picos, deslizándose por las laderas, picoteando en los árboles. El verde glorioso, dueño del territorio, verde nevado, verde extendido, verde líquido, verde milagroso” (292).
“De vuelta a Gijón la primera visita es al mar, como si fuera mi madre. Llamo a la puerta de su orilla y lo veo aparecer sonriente, con las olas abiertas. Este mar que es madre y padre, alcoba y casa, muralla y mesa, olor a algas y a sábana de agua, ventanas al mar de su mar, a los almendros espumosos de su reparación. Este mar que perfuma el alba y embalsama a la noche y me abre las puertas de su casa” (293).
Con estas palabras el autor describe lo que experimenta cuando se encuentra en contacto con el mar. El mar le despierta sensaciones como esperanza, protección, consuelo, cariño, que lo invitan a estar en calma y contemplar el paisaje que se le ofrece. Este mar asturiano le recuerda a su madre, pues ese estrecho vínculo que había entre ellos dos lo ha vuelto a experimentar con el mar10. Ahora él es su cobijo en las noches de tinieblas.
10 En este sentido, recuerda a Juan Ramón Jiménez, en Diario de un poeta recién casado, cuando señala: Te digo al llegar, madre,/ que tú eres como el mar; /que aunque las olas de tus años se cambien y te muden/ siempre es igual tu sitio/ al paso de mi alma. Jiménez, J. R., Diario de un poeta recién casado (1916), Madrid, Calleja, 1917, apartado número V: “España”, poema CCVII titulado “Madre”, p. 231.
También tiene tiempo para asistir a las fiestas como la Semana Negra de Gijón, festival literario que comenzó con la novela negra pero se ha extendiendo hasta la ciencia ficción, la fantasía y la novela histórica. Este acontecimiento incluye actos culturales y diversos eventos lúdicos, y refleja las costumbres asturianas:
“La Semana Negra muestra, con alguna excepción, lo provinciano de Gijón. Un pueblo feliz, trabajador y noble que acude en masa a la feria y la hace un acontecimiento especial y tradicional. Esperemos que esta muestra de solidaridad siga celebrándose por muchos años” (116).
Barrero es una persona muy activa y dedica parte de sus vacaciones a realizar recorridos a lo largo de toda la región asturiana, descubriendo lugares con mucho encanto como pueden ser Tuña, Cangas de Narcea, Santa María de Obona, entre otros:
“En Tuña un perro negro nos salió a recibir al bajarnos del coche y nos acompañó en la visita del pueblo. En Cangas de Narcea la luz hería. En Tineo el paisaje visto desde la
balconada se multiplicaba en la mirada y, ya atardeciendo, la fachada de la iglesia de Santa María de Obona se revestía con casulla de domingo de gloria. Siguiendo una tradición y guiados por Maricarmen y Gregorio salimos a conocer una parte de la “Asturias profunda”, esta vez la zona de los vaqueiros, lejana aunque cercana, enigmática, salpicada de pueblos donde todavía el tiempo camina con pies de plomo” (117).
Asturias ofrece paisajes de una amplia gama de colores, llenos de luces y sombras, de formas y perspectivas, a los que se entrega por completo y mira embelesado.
4.2. Otros espacios

Nueva York se convierte en el epicentro de su actividad, pues allí se encuentra su residencia habitual y su vida laboral. Sin embargo, también se mueve por Brooklyn, Washington, Manhattan, Boston, entre otros muchos lugares.
Cada día Hilario Barrero camina por las calles de Brooklyn contemplando sus paisajes, sus parques y monumentos. Brooklyn se ha convertido en su lugar de desahogo, de libertad, y donde resplandece la intensidad de la verdad.
De esos paisajes que le causan tanta felicidad el más destacado es el Prospect Park, por donde camina habitualmente, solo o acompañado, contemplando toda la belleza que atesora:
“Tener un parque al lado de casa es como tener una biblioteca o un museo o un cementerio: es tener la vida mirando a la muerte, la primavera confundida con el otoño. Es escuchar el ruido de la cometa, casi nube, asustando a los pájaros desorientados sentirse herido por el olor a incienso y a madera medieval de las ramas tronchadas por el huracán, poner a la mirada en posición de firme al ver la postura que adopta la luz, su descenso mitad ángel exterminador, mitad lengua avariciosa, escuchar el silencio de la hierba al ser maltratada por niños que corretean y por perros felices que olfatean al aire. Un parque es osario para que la noche se haga carne y es camposanto para que el día entierre a la sombra. El parque se llama Prospect Park y es de este mundo, del mundo de Brooklyn: un barrio al que se llega cruzando un puente de hierro, de piedra y de madera. Un barrio del que nunca se sale una vez que lo has conocido” (196-197).
A través de este juego de los sentidos y de las comparaciones, Barrero es capaz de rescatar la historia que subyace en ese lugar y sentirse inmerso en ella: un parque que huele a madera tras el paso del huracán Sandy, donde los niños corretean y los perros pasean, etc.
Prospect  Park es un lugar que le suscita diversas emociones y muchas de ellas son completamente opuestas: la felicidad se cruza con la tristeza y la vida con la muerte.
Los tres puentes de la zona sirven para posibilitar el contacto entre Manhattan y Brooklyn. El puente de Brooklyn es el más conocido y, además, es uno de los símbolos de la ciudad de Nueva York, pero también cuentan con el puente de Williamsburg y el puente de Manhattan los cuales cumplen la misma función que el primero, es decir, servir como punto de unión entre una realidad y otra.
El metro también se convertirá en un espacio de conexión y comunicación donde el escritor se siente cómodo observando y entra en contacto con todo tipo de personas. Gracias a este contacto se producirá la creación de personajes tan verosímiles pero, a la vez, desiguales:
“Me siento en el único lugar libre en el vagón del metro, junto a un joven que lleva gafas oscuras, tiene actitud territorial, ocupa casi dos asientos y huele a humedad y sudor. A choza. El pelo grasiento y los labios partidos. Me voy a levantar cuando me pregunta: “¿Va usted a Brooklyn?”. Antes de que le responda saca un periódico hispano que llevaba doblado dentro de una cazadora de cuero y señalándome un anuncio me pregunta si sé cómo llegar a esa dirección. Me doy cuenta de que pone “L.I.” y le digo que esa dirección no está en Brooklyn, que está en Long Island…Tiene unos ojos de mirada triste, dolorida, una mirada de Viernes Santo. Al llegar a Wall Street se levanta y sin decir nada se baja” (52).
El piso de Barrero, más concretamente la ventana por la que ve la vida pasar, en Brooklyn, ocupa un lugar muy importante también en el diario. Esa ventana indiscreta le sirve para observar, cada mañana, el mundo que lo rodea y a las personas que, siguiendo su rutina diaria, pasan junto a su hogar:
“A la izquierda, desde donde escribo, hay una ventana de dos cuerpos. A las siete de la mañana me acerco a ella y antes de sentarme miro a través de los cristales y me encuentro con la fachada de ladrillos rojos de la escuela pública encendida por el primer sol. He visto esta imagen miles de veces y cada día me parece nueva. En ocasiones descubro una sombra que no conocía, miro la caligrafía de las ramas del árbol que está enfrente del edificio contrastando con la tinta de sus brazos y el rojo vivo de la fachada. Es un milagro. Poco a poco, a medida que la mañana avanza, el sol va haciendo un crucigrama en la fachada y llenándola de sombra. Tengo en cuenta el silencio que impera y lo disfruto y lo escucho porque sé que en dos horas ese silencio será roto con la llegada masiva de alumnos alegres y alborotadores. Girando la cabeza hacia la derecha, me gusta darme tiempo para gozar más de
lo que me espera, me encuentro con el perfil de Manhattan. Contemplar una ciudad como la que aparece ante mi mirada recién lavada es un privilegio, es otro milagro que por sencillo apenas si le damos importancia. Y me quedo mirando el Empire State que aparece justo en medio del tramo que puedo ver y que siempre está distinto, siendo el mismo. Perfil que es tan mío, que está tan dentro de mí que si me hiciera un electro las constantes vitales tendrían el latido de la ciudad” (31).
Por la ventana se puede observar un amplio panorama que se extiende desde la escuela pública de su barrio hasta las magníficas vistas de Manhattan recién levantada.
De esta manera, Barrero guía al lector para que recorra, con su imaginación, los diversos espacios que él ve desde su ventana. Su campo de visión va de lo más cercano, que es la fachada del edificio del colegio el cual cada mañana le ofrece un juego de luces y sombras gracias al impacto de los primeros rayos del sol, hasta la profundidad de Manhattan, donde el Empire State destaca sobre el resto de los edificios defendiendo su superioridad y su belleza.
A través de este fragmento del diario, se puede apreciar el amor que siente por la urbe neoyorkina a la cual acude habitualmente para poder así contemplar sus hermosos paisajes.
No obstante, se percata de que hay personas apenas interesadas por la belleza del momento negando la mirada a una ciudad que ha visto crecer generación tras generación:
“Sentado en el Promenade en Brooklyn, desde donde se contempla una vista cambiante de Manhattan, un paseante leía The New York Times impasible a la nieve y el viento y, sobre todo, a la visión fantasmagórica e irrepetible de Manhattan que ayer se dejaba fotografiar en riguroso blanco y negro. Las noticias pierden actualidad y el periódico se pone amarillo, la luz pasa igual que la vida, la ciudad, aparentemente queda, pero también se desgasta. O la destruyen” (262-263).
El narrador aporta una gran cantidad de detalles para que el lector se adentre en la atmósfera que está describiendo.
Con su aporte, Hilario Barrero vuelve a hacer una reivindicación del yo observador y del paso inevitable del tiempo durante el cual la vida se desvanece.
El escritor toledano no hace distinción de clase, raza o lengua y tiene una gran facilidad para conectar con personas de todo tipo. Así fue como entró en contacto con hispanos de diversas ciudades latinas y se adentró en los barrios que les son propios.
Sin duda, quedó fascinado por la mezcla de culturas y costumbres de todos ellos. No sintió en ningún momento rechazo, sino más bien admiración y curiosidad, por lo que grabó en su memoria todo lo que había visto y luego lo plasmó en su obra.
La intención del narrador es que sus lectores conozcan cada uno de los lugares que tiene Nueva York, desde los edificios y las tiendas de Park Avenue hasta las casas y tiendas humildes de los barrios hispanos:
“Uno sale de Manhattan o de algunas partes de Brooklyn y se adentra en barrios “hispanos” y se encuentra con otro tipo de gente: trabajadora, sin papeles, temerosos y respondones, humildes y altivos. Barrios con restaurantes “étnicos” con meseras de pechos generosos, culos enormes, sonrisa falsa y fácil y melena al aire, meseras con actitud de tigresas con dientes de azúcar. Barrios con tiendas donde venden mate y mangos, churros y helados de coco, colonias de flores que uno ha leído en La Araucana; barrios donde hay agencias de viajes que tienen nombres de volcanes, de montañas o de ríos… ¡Ay de aquellos que vinieron a la ciudad pensando que estaba pavimentada en oro y se encontraron con estiércol, mierda y soledad!” (88).
Washington es otro de los lugares transitados por el diarista. En alguna ocasión visitó la National Gallery de Washington, la National Portrait Gallery y los mausoleos de Jefferson y Lincoln en compañía de sus alumnos.
A lo largo del recorrido, el escritor se encargará de describir los monumentos que visitan pero, principalmente, la  National Portrait Gallery, pues allí tuvo la oportunidad de entrar en contacto con pintores españoles de todos los tiempos:
“La National Portrait Gallery es tan enorme que, para verla a paso normal, se requiere un día entero. Desde las once que abren hasta las siete que cierran nos perdimos en el laberinto del museo…Fui a saludar a viejos amigos y me encontré con rostros vivos: Velázquez, Murillo, El Greco, Goya. Miró, Picasso y Dalí me esperaban dando continuidad a la pintura española” (265).
También tuvo tiempo para visitar Alexandria, una ciudad que se encuentra en la periferia de Washington, famosa por su centro histórico y su vida nocturna:
“El lunes, durante el viaje nevó y al llegar a Alexandria, un suburbio de Washington, llovía…En Alexandria cuentan con una ciudad “antigua” de apenas doscientos cincuenta años y nombres ilustres como Jim Morrison, componente del grupo “The Doors”, que se graduó de George Washington High School en 1961” (264).
New Jersey -patria de Frank Sinatra- será otro de sus destinos, en concreto Hoboken, desde donde podrá apreciar un perfil diferente de la ciudad de Manhattan y aprender más sobre la cultura estadounidense, mientras que Boston le recordará el continente europeo de donde proceden sus raíces:
“…decidimos irnos a pasar unos días en Boston, adonde uno siempre vuelve. Boston, ciudad de corazón europeo y mente americana…Nos acercamos a visitar el Isabella Stewart Gardner Museum, un lugar que tiene mucha muerte encima…De un museo que es una catacumba atea nos pasamos al barrio donde nació Paul Revere, el que gritó, en la guerra de Independencia, aquello de “que vienen los ingleses, que vienen los ingleses”…Nos acercamos a la iglesia a la que perteneció Paul Revere: The Old North Church, construida en 1723, la más antigua iglesia en Boston y famosa por los dos faroles que fueron colgados en las agujas el 18 de abril de 1775 para avisar a los bostonianos del avance de los británicos” (321-322).
Barrero se convierte en un profesor de Historia tanto como de Historia del Arte que, a la vez que describe los hermosos lugares por los que está pasando, realiza una pausa para poner al lector en situación y no se pierda a lo largo de esta aventura. Como se irá viendo a lo largo del diario, esto es un procedimiento habitual en el autor que resalta su faceta de observador y hombre culto.

5. Tránsito del tiempo

El paso del tiempo ha hecho estragos en el alma del narrador, pues ha perdido recuerdos de su juventud y también ha tenido que lamentar el fallecimiento de muchos seres queridos tanto en Toledo como en Nueva York.
Se trata de un tema fundamental y que recorre toda su obra. Barrero percibe la llegada de la vejez y siente cierta prevención, o miedo, al día de mañana y a la muerte.
La mejor manera para percibir ese tránsito es gracias al empleo de los motivos literarios. A lo largo de toda su obra se puede observar la presencia de los tópicos literarios
más relevantes en la historia de la literatura como son el tempus fugit, ubi sunt, homo viator, carpe diem y, por supuesto, el amor.
Hilario Barrero emplea estos tópicos para expresar sentimientos y sensaciones tanto suyas como de quienes le rodean.
El tempus fugit  es el tópico más destacado y con el que más se identifica. Simboliza el paso inevitable del tiempo en él y en “no pocos caminantes de su entorno”11:
11 Gómez Yebra, A. A., art. cit., p. 4.
“Sales a dar el paseo de siempre y te encuentras con cuatro amigos a lo largo de la caminata. Los cuatro te hablan largo rato de sus problemas, de la vida y, cómo no, de la muerte: de amigos que han desaparecido y de viajes definitivos. Llegas a casa y te das cuenta de cómo ha pasado el tiempo, que ya se ha ido la mañana, que el cuerpo que se volvía a ti en aquellos días de verano en un piso de la Calle Valencia, en Barcelona, sigue desnudo aunque ahora mismo esté vestido, sudado y el tiempo haya puesto hierro en él” (140-141).
Hilario Barrero advierte los rasgos del tiempo, principalmente, en lo físico porque en lo anímico se siente con muchas ganas de vivir, contar todo lo que ha visto y disfrutar de la vida al lado su pareja, hacia a la que se dirige con palabras de amor y orgullo. Aunque percibe el paso del tiempo como algo inevitable, no afecta ese transcurrir en el amor.
En cambio, observa que nada es como lo era en su juventud, los días y las horas pasan rápidamente menos cuando se está angustiado por algo:
“Hace dos semanas fui a hacerme el chequeo médico anual. El jueves llama el médico para comentar los resultados, pero yo no estoy en casa. Dice que le llame el viernes. No pude dormir en toda la noche. El viernes lo llamé. La secretaria me dice que está ocupado, que me llamará. Me paso el día entero esperando. No llama. Dos noches sin dormir. Me siento como si estuviera viviendo en una casa tomada, en estado provisional, pensando en los resultados. ¡Qué frágil es la línea divisoria de la rutina diaria! Una llamada, una palabra, un correo puede cambiar tu vida. Miro la ventana para olvidarme. Mientras pienso en la vida y en la muerte el sol se va alejando de la fachada, siguiendo su camino diario, sin importarle las miradas, las alegrías o las penas de la gente…hay que esperar hasta el lunes para escuchar los resultados de los análisis médicos” (34).
El escritor siente el paso de la vida y con ella la progresiva llegada de la vejez. Se encuentra lleno de fuerzas y energías, pero su cuerpo ya no le acompaña, y teme un
problema que lo aleje de su familia y de seguir disfrutando de las cosas bellas que diariamente le ofrece la existencia.
Su preocupación está latente en cada línea y ansía que todo se quede en un mero chequeo rutinario. Con estas palabras Barrero invoca un “recordatorio de nuestra propia fecha de caducidad”12:
12 Prieto Barba, Á., art. cit. [Leído en  http://caocultura.com/el-pozo-mas-fecundo/ , (última consulta: 13 de mayo de 2017)].
13 Villacañas, B., “Lugar para el reencuentro (53): Poesía a diario”, ABC, 9 de julio de 2016. [Leído en  http://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/centenario-quijote/abci-lugar-para-reencuentro-53-poesia-diario-201607092109_noticia.html/ , (última consulta: 15 de mayo de 2017)].
“Al nacer, desprendidos de la madre, estamos indefensos, sin raíces, nada que nos mantenga de pie, pegados a la tierra, gateamos en busca de equilibrio. La vida nos va dando raíces: los primeros amores, los primeros desengaños, los primeros fracasos, los últimos días de veranos largos y felices, el encuentro con el primer muerto, la silla vacía, el desamor, la pérdida de los hijos, el encuentro con los nietos…Al envejecer, dueños de una casa, de un lecho, de un cuerpo, comenzamos a soltar amarras, alguien nos va cortando las raíces, nos empezamos a sentir inseguros, nos duelen los huesos y somos invivibles, el sol nos agobia y entra dentro de nosotros con agresividad y nos deja destemplados y con fiebre. Sin raíces que nos aten a la vida empezamos a ser más libres, frágiles y quebradizos. Un día se nos rompe la cadera y al siguiente la memoria. Hasta que se nos rompen las ganas de vivir” (99-100).
El poeta y diarista muestra un recorrido vital desde los primeros pasos que da un ser humano hasta los últimos con ese “se nos rompe la cadera”, identificándose con la realidad que representa. Se siente como un pasajero en este mundo y fija su atención en esa trayectoria vital hasta el punto de que lo humano se convierte en ceniza.
Se aprecia una cierta nota de dolor en sus palabras como bien señaló Beatriz Villacañas: “…la muerte y el desgarro del tiempo, que marchita los cuerpos que fueron jóvenes y esplendorosamente hermosos, la nostalgia y el dolor, nos miran desde las palabras de Hilario como viejos amigos que nos hacer llorar para hacernos más fuertes”13. Sin embargo, gracias a cada obstáculo que tuvo que superar en su vida, como fue el desamor, la pérdida de familiares y amigos, sus miedos, etc., se hizo más fuerte y pudo enfrentarse a las diversas adversidades que se cruzaron en su camino.
El paso de tiempo también se manifiesta en la relación de los momentos de su infancia:
“Entre esos niños que en los documentales del NO-DO miran sorprendidos el paso de la Custodia o aplauden la llegada de Eva Perón; niños delgados, con pantalón corto, pelo cortado casi al cero, niños de los Maristas o de las Carmelitas, de diez u once años, me he reconocido sin reconocerme. Y he reconocido a todos los de mi edad que ahora esperan el paso de otra Eva y de otra Custodia, que ya no forman parte de la ciudad, que viven lejos aunque vivan cerca…Ahora todos tenemos miedo de ver pasar a una Eva que no sonríe y a una custodia de madera que encerrará nuestra historia, una historia única de nosotros que fuimos los niños de la posguerra en Toledo” (239-240).
A través de este documental del NO-DO, Barrero recuerda su niñez. Una infancia cargada de normas y restricciones donde los niños eran los principales perjudicados pues seguían los modelos que se impartían. La represión fue muy dura durante la década de los cuarenta, época en la que nació el autor.
El control social y político era evidente, y el autor lo vivió en primera persona. Así lo refleja en la cita anterior donde destaca los rasgos comunes que tenían todos los niños de su misma edad y observa la diferencia entre aquellos niños, entre los que él se reconoce, y los que se educan ahora. Una infancia muy diferente a la que viven los niños de hoy, cuando hay más libertad de expresión, tanto en la manera de vestir como de comportarse, y no se sienten sometidos por ideales religiosos ni políticos, dejándose llevar por un comportamiento más o menos ingenuo. Barrero aborda el tema con total respeto y sensibilidad.
Así refleja estaciones en claroscuro, como bien plasmaba el poema con el mismo título de Juan de Mena. Indica que hay días de alegrías y otros llenos de penas, pero no se deja vencer por los infortunios: sigue adelante, es decir, vuelve a la calle con su retina fotográfica, y se adentra nuevamente en el mundo.
De esta manera se identifica a sí mismo, y sus lectores no necesitan más para saber qué le mueve en el mundo y cómo debe ser su día a día.
Otro tópico muy repetido a lo largo del diario es el ubi sunt donde el autor se pregunta dónde están todas esas personas con las que, durante su trayectoria vital, ha compartido tan gratos momentos.
Barrero se queja ante la ausencia natural de los seres queridos, a la vez que los homenajea. Mediante el lamento el narrador reivindica su derecho de vivir y comparte sus impresiones:
“¿Por qué se tienen que morir las personas que se quieren como si fuera el primer día en que se conocieron? Los que se amaron a cada instante mueren con la canción cantada a lo largo de la vida. Los que no conocieron el amor o lo conocieron mal mueren con la canción todavía dentro de ellos. Mueren ahogados de música sin cantar” (35).
La muerte le produce un gran pesar. Ha sufrido ante la muerte de su madre, que era su maestra, la de su segunda madre, la de amigos que hasta el último soplo de vida lucharon por alcanzar sus objetivos. Personas con muchas cosas todavía por hacer y decir y que, en cambio, se han marchado:
“Me llamó hace unos días interesándose por un alumno que había solicitado una de las cuatro plazas que mi Departamento había convocado. Yo mismo no puedo olvidar que gracias a su ayuda recibí un importante premio en el que participaban todas las universidades de CUNY, cosa que hizo muy felices a los directivos de la mía. La última vez que fui a verle a su despacho en el Graduate Center me regaló la edición en dos volúmenes de su Quijote. Ya no le volvía a ver más. ¿Sabría él que era la última vez que nos íbamos a ver? Ahora mientras escribo acaricio los dos tomos como quien acaricia a un muerto que nunca va a morir del todo. Isaías estará en mi corazón hasta que deje de ser corazón” (241-242).
Lamenta la pérdida de personas ilustres, comprometidas y generosas, como lo era Isaías, y teme por todos los que aún viven y lo rodean.
No quiere abandonar este mundo sin antes haber mostrado todo lo que posee internamente, pero nota que la cinta de llegada está cerca y que por eso debe vivir cada momento como si fuera el último.
Se siente deshecho ante tantas malas noticias y recuerda su juventud, cuando solo tenía que preocuparse de disfrutar, sonreír y trabajar. Durante el actual periodo de su existencia ve que la gente de su entorno se va desvaneciendo y que la época dorada llegó a su fin:
“Este día de un mayo que parece noviembre me trae el recuerdo de amigos que han muerto, de conocidos de Toledo que entonces eran ya “mayores” y que de alguna manera fueron locamente “famosos”, que formaron parte de mi infancia y ahora ya no están” (94).
Debe resignarse y aceptar que ahora viene otro tipo de vida, más apacible y tranquila, donde los pequeños detalles y las personas de su entorno son lo más importante.
El amor será su principal motor y lo que le ayude a no derrumbarse ante tales adversidades.
Está íntimamente relacionado con el carpe diem pues, a través del amor, siente el deseo de seguir disfrutando de lo que la vida representa, y no se rinde. La esperanza siempre está latente, se intuye y fluye. Barrero hace conocedores de sus sentimientos a sus lectores y demuestra que el cariño que siente hacia su pareja permanece inalterable y tan vivo como el primer día. Algo que parece imposible en nuestros días, donde las relaciones para siempre parecen convertirse en una falacia:
“la fidelidad a la persona amada se mantiene y llama la atención a quienes descubren una tan poderosa relación de cuarenta años, en un mundo donde las relaciones son tan poco duraderas”14.
14 Gómez Yebra, A. A., art. cit., p. 4.
Por eso en su relación se compara varias veces con Lope de Vega, pues, al igual que él, ha conocido el amor y no piensa dejarlo escapar jamás:
“La gente necesita enamorarse, sentir el ruido del amor, el rechinar de los huesos, sentir de verdad el soneto de Lope y poder decir: Esto es amor, quien lo probó lo sabe” (173).
No se trata únicamente de un amor personal, pues también lo es a las cosas, al tiempo, en definitiva, a todo lo que le rodea, pero también un amor que se refleja en cada persona. Barrero es un experto es describir ese amor que ve pasar ante sus ojos:
“Ellos creen que no hay nadie en el mundo que se ame como ellos se aman. Imposible sacarlos de su error” (59).
Aunque quizás la mejor descripción del amor que hace Barrero coincida con la que se encuentra en las páginas 22 y 23 donde habla de un amor idílico, resaltado sus cualidades y dando las claves para que sea perpetuo:
“En amor todo lo que no es imprescindible sobra. El problema es saber cuándo encender el fuego y cuándo apagarlo. Cuándo dar a la pasión una silla para que descanse, cómo dejar que las sábanas se enfríen. No permitir que el tiempo sea la lluvia que apague el fuego, que la rutina sea quien planche las arrugas de la entrega. Que al ir muriendo el amor no se entere,
que crea que dormimos porque el amor está siempre ahí, perro fiel, navaja afilada, mordisco animal, vendaval salvaje. El amor nace cada vez que respiramos y sigue vivo después de que morimos” (22-23).
Se puede apreciar que el amor forma parte de su poética y que impregna cada una de las ideas que desea transmitir, con un tono eufórico y melancólico a la misma vez.
Por otro lado, Hilario Barrero se presenta como un hombre que sigue un camino. Un camino con un doble significado: por un lado, el camino físico del hombre viajero, atrevido y curioso que va de un lado a otro, descubriendo nuevos lugares, paisajes, gentes y culturas y, por otro, el camino de lo simbólico, donde la vida tiene el papel principal y él no es sino un peregrino transitando tierras de nadie. A través de este simbolismo se puede observar su faceta de homo viator, la cual recorre gran parte del diario.
La actitud que manifiesta el autor la señala muy eficazmente el profesor Antonio J. Quesada, ya que profundiza en cada una de los rasgos relevantes que caracterizan a Barrero:
“La impresión que tuve al conocer a Hilario es la de un compañero de viaje culto y sosegado, con opiniones propias y firmes, pero que va por la vida como sin hacer ostentación folclórica de ellas, sabedor de lo pequeños que somos en este planeta mal llamado mundo (y eso que Hilario tiene una gran estatura creativa). Un lujo de compañero de viaje”15.
15 Quesada Sánchez, A. J., “Por fin, los diarios de Hilario Barrero”, 6 de marzo de 2016. [Leído en  http://antoniojetaquesada.blogspot.com.es/2016/03/por-fin-los-diarios-de-hilario-barrero.html , (última consulta: 18 de mayo de 2017)].
El autor recorre junto a nosotros la lectura del diario y se convierte así en el idóneo compañero de viajes que nos guía a través del trayecto tanto literal como metafóricamente. Es el transeúnte perfecto que acompaña al lector en esta ardua tarea de descubrir todo lo que él nos ha dejado preparado.

6. Estructura: diario

El diario es el hilo narrativo empleado por el toledano para recopilar todo el aglomerado de acontecimientos sucedidos a lo largo de su trayectoria vital.
La escritura diarística se ha convertido en una constante tanto de la literatura española como de la universal. Sin embargo, no ha contado siempre con el apoyo de muchos escritores y estudiosos por ser un reflejo de la vida privada del autor y su carácter no creativo. Fue en el siglo XX cuando se apreció una evolución bastante significativa cuando pasa de ser un escrito privado a un escrito público, aceptado y leído por toda clase de lectores. Así fue como el diario dejó de ser una escritura inferior y desprestigiada con respecto al resto de artes literarias, como bien señaló Hans Rudolf Picard:
“el diario perdió entonces su función meramente complementaria que tenía junto con las obras literarias para hacerse notar ahora totalmente como género autónomo”16.
16 Picard, H. R., “El diario como género entre lo íntimo y lo público”, 1616: Anuario de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, vol. IV, 1981, p. 117.
17 Gómez Yebra, A. A., art. citado, p. 3.
La obra de Barrero no se presta a confusión entre si se trata realmente de un diario u otra clase de género literario, como la autobiografía o las memorias, y todo esto gracias a que él mismo incluyó explícitamente el término diario en el título de su composición.
Además, se trata de un diario íntimo, pues se ven reflejados los sentimientos, pensamientos e impresiones del autor tanto de la realidad que le rodea como la de las personas de su entorno, dirigiéndose a sus lectores como bien señala Gómez Yebra:
“Todos quedan grabados en el ingente disco duro de su memoria para pasar muy pronto, transformados, heridos por su rayo que no cesa, al diario íntimo, al diario que ya no está escrito para sí, sino para los suyos: sus cómplices, sus lectores, que somos, en cierto sentido, también sus herederos”17.
Es una reflexión interior donde Barrero se convierte en un espectador fiel de la realidad que le acontece y plasma instantáneas y situaciones propiamente suyas y también del resto de personajes. Lo íntimo juega un papel fundamental, es lo que mueve al autor a escribir la obra, es decir, la necesidad de reflexionar sobre su tiempo, pasado y presente, y convertir a sus lectores en sus confesores, guardianes de sus sentimientos, ideas y percepciones.
Por tanto, el diario íntimo como género tiene un mayor valor expresivo que la autobiografía o las memorias. Ambas expresiones literarias son una descripción de la propia personalidad del individuo, ya sea “ocupándose de su propia existencia,
centrándose en su vida individual”18, o dando cuenta de uno mismo en los demás y en lo que sucede, respectivamente.
18 Lejeune, P., El pacto autobiográfico y otros estudios, Madrid: Megaluz-Endymion, 1994, p. 11.
19 Cano Calderón, A., “El diario en la Literatura. Estudio de su tipología”, Anales de filología hispánica, vol. 3, 1987, p. 54.
20 Ibídem, p. 53.
Se puede considerar como diario a cualquier obra “escrita a lo largo de una época de la vida en la que el autor ha intentado reflejar su acción, pensamiento, o ambas cosas”19. Amelia Cano Calderón parte de la definición de diario que formula Germán Bleiberg en su Diccionario de la Literatura Española, y ahí se define el diario como una “relación de hechos por días”20, pero habría que aclarar que no es necesario que aparezcan todas las jornadas sino que algunas pueden quedar omitidas. Tal es lo que ocurre en los Diarios (2012-2013), donde el autor no escribe todos los días de cada mes, sino que, a veces, realiza saltos de un día a otro aunque siguiendo el orden cronológico. Además, algunos días se extiende más que otros porque le han ocurrido más cosas o alguna resulta más significativa.
La obra de Barrero merece una atención especial: cuenta con una gran cantidad de recursos estilísticos y muestra un indudable valor histórico ya que recoge acontecimientos ocurridos durante su elaboración, como la caída de las Torres Gemelas.
La publicación de estos diarios comenzó el 11 de septiembre de 2001, convirtiéndose, a partir de entonces, en un recordatorio continuado de lo efímero de la existencia humana donde solo la palabra escrita podrá permanecer inalterable en el tiempo.
En estos diarios se puede apreciar la presencia de dos bifurcaciones del mismo Hilario Barrero, es decir, la vivencia de dos caracteres que se aúnan en la persona del autor. Uno de ellos es un adolescente incansable, loco por vivir, disfrutar de los pequeños detalles y  momentos de la vida siguiendo el tópico del carpe diem, y en relación con este, se puede apreciar un ser humano ya cercano a la vejez, cansado por el tránsito de los años, el cual ha provocado estragos en su cuerpo, pero que no ha conseguido cambiar su forma de ver la vida.
Los diarios son sus hijos, los hijos de su tiempo, un tiempo que le ha tocado vivir y que ahora rememora con ellos.
También hace una mención explícita al diario dentro del diario y a sus lectores a quienes les agradece el trato recibido y homenajea con estas palabras:
“Los mejores lectores, a quienes no se les escapa ninguna errata pero hacen como que no la ven, son los lectores entregados, los que leen con amor. Son los que destacan lo bueno y los que disimulan los errores. Yo tengo pocos lectores de esta categoría, pero los que tengo los conservo como oro en paño. Cuando se publica un nuevo diario, sin prisa, con cariño, comienzan a llegar cartas privadas en las que se identifican con algo del libro, celebran un pasaje, un momento y destacan días que a mí me habían parecido ramplones. Algunos me señalan los errores, pero en tono menor, que yo agradezco y me apresuro a corregir, por si, como me dicen restando importancia, “hay una segunda edición”. Solo por estas cartas, por la cercanía que se siente en ellas, por las sugerencias, bien vale escribir cada día, aunque en ocasiones a uno la vida le parezca ordinaria, su mirada esté apagada y sienta que la tinta de su corazón se está secando” (170).
El diario como género literario está recibiendo más atención debido al gusto por la literatura intimista y por las diferentes formas de expresión que manifiesta: prosa, poesía, aforismos, reflexiones, confesiones, etc. Todo tiene cabida en él siempre que se exprese de la manera más correcta y coherente posible.
Hilario Barrero es un curioso empedernido que busca sacar a sus lectores de su ruda rutina y que, en consecuencia, se pregunten por lo que les rodea: que se evadan de sus obligaciones durante el momento de la lectura y se adentren en su mundo, descubriendo todo lo que el escritor ha ido interiorizando y exteriorizando, paso a paso, sin grandes sobresaltos. Y para llevar a cabo esta ardua labor humana no había mejor género literario que este, pues permite al escritor mostrar sus propias vivencias para hacer reflexionar a sus lectores:
“El autor escribe su diario pensado en la utilidad que este le pueda prestar o pueda tener en general. Esta utilidad adquiere muy diversas connotaciones: recordar los hechos acaecidos al pasar los años, hacer apuntaciones precisas sobre el trabajo que se lleva a cabo, anotar in situ observaciones de viaje. Alejar mediante la escritura el problema y darle así mayor perspectiva; cabe incluso, aun con el artificio literario que esto suponga, vivir a través del diario”21.
21 Cano Calderón, A., art. cit., p. 56.
El diario refleja la pasión y alma poética de Hilario Barrero que, junto a la fugacidad de la vida y a un paso del tiempo que no cesa, desprende espontaneidad y magia artística.

7. Conclusiones

Con este Trabajo de Fin de Grado he pretendido resaltar los aspectos más relevantes relacionados con los personajes, el tiempo, el espacio, los motivos literarios y la forma narrativa en los diarios de Hilario Barrero.
El diario induce a la reflexión y a la contemplación de un modo de vida que nunca antes había apreciado hasta que llegó el escritor toledano con su colección de diarios y los mostró a la sociedad, para que apreciara que había algo más detrás de esa fachada de civilización y simplicidad que rodea el mundo. Las cosas son bellas por sí mismas y transmiten ideas, e Hilario Barrero invita a descubrirlas a través de su pluma.
La conclusión a la que he llegado después de estudiar los personajes de la obra es que todos ellos tienen un sentido existencial, es decir, que cada uno de los personajes representa los temas más importantes de la vida como son el paso del tiempo, la muerte y el amor. No han sido colocados al azar, sino que encarnan cada una de las facetas de la humanidad, desde el más rico al más pobre, desde el más dichoso al más desdichado. Todo ello combinado con un juego de espacio y tiempo, donde el pasado se mezcla con el presente y avanza hacia el futuro. Un pasado visto desde la distancia y la experiencia representado por la ciudad natal, Toledo, y un presente observado desde lo palpable y la ignorancia como es Nueva York.
El tiempo pasado se materializa en los recuerdos vividos en Toledo y en otras ciudades españolas, con una gran carga emocional, donde el poeta revive su niñez y los momentos pasados en familia. Y el presente, a su vez, representa su estancia en Nueva York, concretamente en el barrio de Brooklyn, rodeado de personas queridas y en la compañía de su pareja, conociendo cada uno de los lugares que la ciudad neoyorkina ofrece.
En cuanto al espacio, se puede apreciar una pluralidad de lugares en la vida de Barrero que resuelve con la distinción de dos espacios: un espacio recordado desde la distancia, que se le ha quedado pequeño y reducido a una población menor, en contraposición a una
ciudad llena de rascacielos y donde cada uno apenas es una simple hormiga más en ese gigantesco hormiguero. Un espacio donde se conocen todos los rincones y todos los secretos como es Toledo, a otro donde cada día se ofrecen nuevos lugares que explorar.
Precisamente en eso radica la belleza de esa mezcla. Es la historia de dos culturas que se combinan en la obra ofreciendo lo mejor de ellas mismas. Conviven aun siendo muy diferentes y resaltan sus facetas, sin quitarle un ápice de valor a la ciudad de Toledo en comparación con la de Nueva York. No se trata de elegir cuál es mejor o cuál sobresale, sino de disfrutar de ambas y ser capaces de ver lo bello que poseen, dejando de lado sus diferencias, tanto espaciales como temporales.
Así las contempla el autor, como dos lugares que ocupan su corazón. De España recuerda su infancia, los momentos vividos con su madre, familiares y amigos, sus temporadas vacacionales cercanas al mar de Gijón. Y de Nueva York, su variedad étnica y cultural y el trato cercano de cada una de las personas con las que mantiene contacto.
En lo referente al tránsito del tiempo, el tópico literario tempus fugit circula a lo largo de su obra, intrínseco a cada una de las fases que describe de su vida y de las personas de su alrededor. El tiempo pasa velozmente ante él, sin apreciar ese tránsito. Sabe que el tiempo corre por las marcas que va dejando en su cuerpo, pero su alma sigue rebosante de una vitalidad con la que espera llegar hasta el fin de sus días.
Sin embargo, la pena también lo supera cuando sufre ante la pérdida de algún ser querido con quien compartió tantos gratos momentos. Es entonces cuando se da cuenta de la fugacidad de esta vida y hace partícipe al lector de lo efímero de nuestra existencia en el mundo.
 Junto a este tópico se aprecia otro muy importante: el ubi sunt. Ya en las proximidades de la vejez, lamenta la falta de muchas personas, entre ellas a su madre, lo que le atormenta bastante, como se observa a lo largo de su obra.
No obstante, es un hombre lleno de ilusión y con alma poética que recorre el mundo con esperanza y alegría, y haciendo uso del carpe diem cuando no le invaden pensamientos relacionados con la muerte. Algo que le aterra mucho y más cuando se halla en un estado de felicidad plena.
El amor será otro de los elementos que lo salvará de ese estado de melancolía y le ayudará a seguir adelante, enfrentando las diversas adversidades de la vida. El diario está cargado de frases y citas vinculadas con el amor, puesto que este sentimiento es clave tanto en su pasado como en su presente, y estimula la mirada de Barrero, cargándola de alegría y actitudes positivas cuando parece imposible que esto ocurra.
En cuanto a la estructura, el diario es el hilo narrativo. Hoy es considerado como un género de una gran calidad artística, que permite la transmisión de ideas y sucesos completamente subjetivos por parte del escritor. Barrero se centra en dar a conocer, a través de la estructura del diario, la forma de vida neoyorkina, con sus obras de arte, paisajes y habitantes. Día a día comparte sus vivencias en Estados Unidos y sirve de guía para futuros viajeros en busca de aventuras en la ciudad de Nueva York. Ese es uno de los intereses del autor: que su libro se convierta en una guía de viajes donde el lector sepa qué ver y a dónde ir y que, en caso de encontrarse perdido, contará siempre con su ayuda. De esta manera se puede apreciar el carácter solidario y humanitario de Hilario Barrero que impregna todo su diario.
En definitiva, los Diarios (2012-2013) de Hilario Barrero son una composición intimista donde el lector es partícipe de lo que ocurre en escena y también donde el autor se abre plenamente para dar a conocer a su público sus gustos, sentimientos, emociones e impresiones ante la realidad que le rodea. La estructura diarística es la apropiada para expresar este modo de vida y de sentir del autor, pues permite la completa revelación de su interioridad.

8. Apéndice

“Entrevista a Hilario Barrero”
1. -¿Por qué decidió emplear el diario como género literario para expresar su vida?

 -Yo pienso que la poesía es algo muy serio, porque la poesía es el lenguaje del alma que te desgarra la razón. Al vivir en Nueva York y hablar tanto en inglés sentía que mi identidad se iba perdiendo y decidí escribir prosa, prosa como poética, es decir, poesía disfrazada de prosa, y los diarios son muy valiosos en ese aspecto. Si hubiera estado en
Toledo o en Málaga, a lo mejor no tendría un diario, pero es que Nueva York es apasionante. Cada día pasa algo.
 Llevo escribiendo diarios desde que tenía diez años, pero quizás el detonante del diario fue cuando se cayeron las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001. Fue algo que me impresionó y eso fue un poco el motivo: dejar como una especie de historia de un español-poeta que ve de una forma diferente Nueva York de cómo la ve un periodista o un historiador. Eso me parece que tendrá valor con los años porque los diarios son como los buenos vinos que se cotizan con el tiempo o se hacen vinagre.

2. -¿Cuál es el nombre de su madre y por qué no se menciona ni una vez?

 -Se llama Carmen, y es una mujer a la que quería muchísimo y la sigo queriendo, pero es curioso que no cite su nombre, aunque normalmente no suelo poner los nombres de mis personas queridas en los diarios.
 Además, la palabra madre significa mucho más que mi madre, porque la gente que está leyendo el diario lo identifica como un nombre general, es decir, como mi madre en el sentido de personaje que abarca muchas madres. Muchas veces los personajes no tienen nombre porque están significando la belleza, la tristeza, etc. Quizás sea por eso inconscientemente.

3. -Respecto a esto, he podido apreciar que hay muchas referencias a personajes de los que no se dicen su nombre, ¿es para conservar el anonimato o por cuestiones estéticas? Es decir, ¿le parecía mejor mantener el suspense?

 -Creo que de la vida privada no hay que hablar mucho. Lo que me interesa es que la gente del diario vea las personas que me rodean, mis vecinos, lo que está ocurriendo en Nueva York, mis gustos literarios, los poetas que me gustan, los libros que leo, a los restaurantes donde voy, y me parece que eso es lo importante, porque cuando pasen los años pues a lo mejor alguien que trabaje sobre mi diario dirá: “mira aquí había este restaurante, leyó tal libro, escuchó esa ópera, etc.”. Son una especie de claves que estoy dando para el día de mañana.

4. -¿Qué supuso para usted hablar del paso del tiempo y la muerte a su edad? ¿Sentía la necesidad de dar a conocer a sus lectores sus sentimientos respecto a esto?

 -José Luis García Martín en el prólogo a mi libro dice que mi problema es el tiempo y el deseo. O sea a mí me preocupa mucho, tal vez porque me gusta mucho la idea de la belleza como poeta, ver los ultrajes de la vejez, eso quiere decir, ver las arrugas de uno, las de mis amigos, ver cómo vamos envejeciendo.
  Pienso muy a menudo en el tiempo que va pasando y en la muerte, pues el destino de cada uno es morir, pero yo tengo una  especial preocupación y me pregunto qué me va a pasar cuando me quede solo. A otras personas no les preocupa nada, si son felices les basta, pero yo cuando soy muy feliz pues a lo mejor me preocupa doblemente la muerte. Son dos temas increíbles y capitales a lo largo de mi diario y en mi poesía. Yo siempre recuerdo lo de Jorge Manrique “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir”, todos somos ríos que vamos a desembocar en el mar que es la muerte. Pero aun así me salva todo el amor que nos tenemos mi pareja y yo.
 Yo hablo más de ideas generales, quiero decir, la idea de la tristeza, la idea de que sale uno al parque y la vida está pasando, y que la tarde se va y que tú vas a volver a lo mejor pero ya se ha ido la gente que estaba ahí. Esa idea a lo mejor me preocupa mucho pero, por otro lado, está la idea de disfrutar, el carpe diem, “coge el día porque mañana va a ser demasiado tarde”, mientras que haya vida hay esperanza.

5. -¿Qué le hizo fijarse en todos los detalles que había a su alrededor en este mundo de las prisas? ¿Hubo algún tipo de motivación?

 -Creo que los americanos no miran, créeme. No sé si es por las prisas, por la manera de ser, por el respeto hacia la gente, que pasan sin mirar y eso me asombra. Dicen que tengo una mirada especial. No, es que la gente no se fija. Yo voy por la calle y me fijo en algo y digo si hay un mundo ahí, en una mujer, en un perro que está en la puerta de un bar esperando que salga su dueño, en la mirada que tiene el perro. Eso es la vida, las cosas que nos rodean. Tú no puedes ir por la vida sin mirar a tu alrededor, dirigiéndote
siempre en la misma dirección. Yo creo que la vida tiene muchas posibilidades y, sobre todo, Nueva York.
 Cada persona que ves pasar tiene un mundo que puedes descubrir pero, claro, tienes que tener sensibilidad y posibilidades para poder expresarlo. Quizás haya influido el hecho de que haya escrito mucho, me encante la fotografía, haya dibujado desde pequeño, los colores me interesen muchísimo y también la psicología, para tener una cierta predisposición a entender lo que ocurre a mi alrededor.

6. -¿Qué le impulsó a irse a vivir a Estados Unidos?

 -Pienso que el amor. Al poco tiempo de conocernos, mi pareja se tuvo que ir a vivir a Nueva York, por motivos personales, con su familia y estuvimos tres años separados. Así que pensé que si después de tres años funcionaba la relación, pues me tenía que arriesgar e irme a Nueva York. Entonces dejé el trabajo de profesor en Barcelona y me fui; y hasta ahora…

7. -¿Qué le aporta Nueva York que no lo hace España?

 -Muchas cosas. En Nueva York sales a la calle y te encuentras de todo. Es la ciudad número uno. Sales a la calle y la gente tiene un optimismo, una fuerza, que te arrolla…
 La civilización es también más joven. Nosotros tenemos dos mil años, pero América tiene 300 años y viven como en la Edad Media nuestra, con un ansía de vida… y eso te anima mucho.

8. -En cuanto a lo que se refiere a sus personajes, ¿tiene preferencias por alguno? ¿Cuál cree que son los mejor caracterizados dentro del diario? ¿Los amigos, la familia, los que no conoce y retrata o a los que da vida?

 -No creo que sean personajes, yo creo que son personas. Una de las cosas mejores de un diario es que sean personas la gente que conoces. Estelle es un personaje increíble,
pero también es una persona y lo que me interesaba era hablar de ella como persona: con sus problemas, la muerte, su pasado, su ideología comunista, etc. Ese tipo de cosas que le hacen ser un personaje pero siendo una persona. El diario es una galería de personajes que vas conociendo y que los tratas según tu mirada. También me gustan mucho mis vecinos porque los conozco, me cuentan cosas, salimos juntos, etc. Los mejores personajes son los que están próximos a mí.

9. -¿Qué destacaría de todo su diario?

  -Creo que Nueva York es lo que le da vida al diario. Sin Nueva York no habría diario o sería un diario monótono. En cambio, en Nueva York, sales a la calle y siempre algo te sorprende: un señor, un paisaje, los objetos tirados en la calle, etc. Y en concreto, resaltaría la mirada del barrio de Brooklyn con todos sus personajes: los carteros, los porteros que son como familiares míos, la viejecita que tienes que llevarle el bolso porque no puede, los animales, las iglesias, etc. Siempre digo que Nueva York es como muchas ciudades en una ciudad, y entonces Brooklyn es como una ciudad que tiene también sus propias ciudades donde puedes ir a los barrios chinos, a los italianos, a los hippies, etc. Creo que Brooklyn es lo esencial.

10. -Ahora que ya está jubilado, ¿está en sus planes convertir a España de nuevo en su residencia habitual?

 -Es posible. A lo mejor decidimos volver a España, no sabemos si a Málaga o a Gijón. A Toledo no.
 Me encanta Toledo porque la veo en la distancia y la distancia embellece el recuerdo pero después de vivir en Brooklyn, Toledo se me ha vuelto pequeña. En Málaga está el mar, por ejemplo, y ya con el mar todo vale la pena. El mar es como otra ciudad. Si vuelvo a España será a un sitio con mar, porque el mar me alegra y me da una gran sensación de amplitud.

11. -Y por último, ¿tiene en mente publicar una siguiente parte de sus diarios?

-Sí, tengo tres esperando para salir. El próximo que va a salir es Diarios (2014-2015) en diciembre. He estado trabajando mucho en él y espero que os guste. Antes de publicarlo me gusta examinarlos muy bien, no por las faltas o las erratas, sino por la idea, el respeto a los demás, que tenga fuerza y sea auténtico y real.

15 de mayo de 2017, en el Hotel Málaga Centro, Málaga.

     
Fotos realizadas por Belén Zayas en la recepción del Hotel Málaga Centro.

9. Bibliografía

FUENTES PRIMARIAS

– Barrero, H., Dirección Brooklyn. Diario 2006-2007, Mieres (Asturias), Universos, 2009.

– Barrero, H., Brooklyn en blanco y negro. Diario 2008-2009, Mieres (Asturias), Universos, 2011.
– Barrero, H., Nueva York a diario (2010-2011), Gijón, Impronta, 2013.
– Barrero, H., Pregón del corpus 2013 de Toledo. (Facilitado por el propio autor Hilario Barrero).
– Barrero, H., Diarios (2012-2013), Sevilla, La Isla de Siltolá, 2015.

FUENTES SECUNDARIAS

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