Cuadernos de Humo

Dos poemas de HB



                                          LUZ Y SOMBRA

         011318.- Antes del
Concilio, la iglesia católica celebraba San Hilario el día 14 de enero. Luego
lo pasaron al 13 y, los que tienen un santoral a mano (o van a misa, si todavía
queda alguno), me felicitan y algunos me lo recuerdan con antelación.
          Antonio A. ha sido el primero en hacerlo: “Hola, Hilario: Dice el santoral que mañana es san
Hilario (obispo) de Poitiers, protector de los exiliados, y de nombre latino
que significa “alegre, festivo”. De modo que me permito felicitarte
con alegría por tu onomástica”.
          Los que siguen los Diarios tal vez
recuerden las entradas sobre el día tan cargado de melancolía. Iba a escribir
que como regalo a ustedes, pero no estoy seguro, les dejo dos poemas que han
venido a romper el “síndrome de Rulfo” o como me decía Paco Álvarez Velasco:
“Me alegro de que salgas de ese “síndrome de Rulfo”, que no es otro
que la depresión postparto. Y eso del “último”, ni lo creo, ni lo
espero: decía Ángel González “el acabamiento del poeta significaría mi
propio acabamiento”. Estoy seguro de que no quieres acabar”. Palabras
sabias y que reconfortan.
          No se sientan en la obligación de
felicitar al santo, que no lo es. Uno prefiere que disfruten los poemas.

                                       I
                        NEVADA AL AMANECER
Vino
de madrugada con una luz incierta:
un
cementerio donde los muertos
tenían
la mirada esclarecida.
Esperada
por las prisas de un niño,
ansioso
de quemarse con la primera nieve,
hizo
una bola de claridad que apretaba con fuerza
antes
de que se le derritiera entre las manos.
Ese
niño, recordaría más tarde
descendiendo
al infierno, la primera nevada
dejando
quemaduras que nunca se cerraron.
Y
así vive: entre la clara oscuridad del amor
y el
frio de la nieve que le abrasó su infancia,
donde
le espera el fuego,
casi
tocando el fondo del abismo.
.
  

   
                                     II
                NEVADA EN LO OSCURO
Amaneció
de pronto en el paisaje
como
si una falsa piel forrara los tejados,
primavera
fugaz sobre los troncos,
algodón
en las secas heridas de las viejas fachadas,
enseñando
al invierno el camino
con
las sombras de los últimos pájaros del verano.
Temida
por el ciego que sabe
que
debajo de su frágil luminaria
vive
escondido el fulgor de lo oscuro.
Extendida
como un mar sin esquinas
los
perros arañaron su silencio,
un
aire gris cuadró la redondez del copo,
y
descendió al fondo de la mina en busca de carbones.
Igual
que el tiempo pasa y nos hace invisibles
así
el sol desnuda de nieve a las estatuas
derritiendo
la piel en goterones
que
dejan congelada las viejas cicatrices,
llagas
de una pasión.

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