TÚ PONES LA PIEL O LAS GRAMÁTICAS DEL CORAZÓN
Las gramáticas del tiempo
Francisco Javier
Gallego Dueñas
Gallego Dueñas
Colección Helena,
2017
2017
Es su primer libro y trae la frescura de lo nuevo y la caligrafa temblorosa. Un primer libro es como el primer amor, en donde un beso no es un
beso, es un mordisco, una rúbrica de saliva en los labios del amor y donde una
palabra no pesa tanto como cuando ese amor muere. De jóvenes las palabras nos
pueden, nos seduce y nos arrestan a veces al precipicio de la prosa. La vejez te enseña que abrir una
ventana no es sencillo y que las palabras tienen un precio que hay que pagar,
como las heridas o las arrugas que aparecen en el alma y en el rostro. Dice el
poeta:
beso, es un mordisco, una rúbrica de saliva en los labios del amor y donde una
palabra no pesa tanto como cuando ese amor muere. De jóvenes las palabras nos
pueden, nos seduce y nos arrestan a veces al precipicio de la prosa. La vejez te enseña que abrir una
ventana no es sencillo y que las palabras tienen un precio que hay que pagar,
como las heridas o las arrugas que aparecen en el alma y en el rostro. Dice el
poeta:
En el poema,
las palabras, los ritmos,
las imágenes van y vienen.
Tú pones la piel.
“Las gramáticas del tiempo”, de
Francisco Javier Gallego Dueñas, necesita fijar esas “imágenes que van y vienen”,
medir los adjetivos, salpicar el poema con más complementos directos y, en
ocasiones, circunstanciales. Dejarse la piel. Porque cuando el poeta habla de “cosas
del corazón” el poema se remonta, se hace como un pájaro que vuela sobre
nuestros sentimientos y nos da sombra y nos ampara. El corazón es lo que queda.
La poesía es eso, unas alas, un espacio de sombra y luz que nos acoge. La poesía
no es un artilugio, ni un artefacto (como no sea para poetas “sociales” que el
tiempo devora y olvida). La poesía son las cinco partes variables y las cuatro
invariables de que consta una oración o un poema. Cuando se escribe de lo que
se sabe, de lo que se siente, de la historia de uno es cuando aparecen poemas
que justifican y hermosean este libro. Poemas como “La piel que habito”: “Madurar
es darse cuenta de que / el traje que habitas es tu propia piel…” o “Legado”
que es uno de nuestros favoritos:
Francisco Javier Gallego Dueñas, necesita fijar esas “imágenes que van y vienen”,
medir los adjetivos, salpicar el poema con más complementos directos y, en
ocasiones, circunstanciales. Dejarse la piel. Porque cuando el poeta habla de “cosas
del corazón” el poema se remonta, se hace como un pájaro que vuela sobre
nuestros sentimientos y nos da sombra y nos ampara. El corazón es lo que queda.
La poesía es eso, unas alas, un espacio de sombra y luz que nos acoge. La poesía
no es un artilugio, ni un artefacto (como no sea para poetas “sociales” que el
tiempo devora y olvida). La poesía son las cinco partes variables y las cuatro
invariables de que consta una oración o un poema. Cuando se escribe de lo que
se sabe, de lo que se siente, de la historia de uno es cuando aparecen poemas
que justifican y hermosean este libro. Poemas como “La piel que habito”: “Madurar
es darse cuenta de que / el traje que habitas es tu propia piel…” o “Legado”
que es uno de nuestros favoritos:
Damos la bienvenida a “Las
gramáticas del tiempo” y a la voz poética que empieza a cantar a la vida y a la
muerte y al amor esperando que el tiempo le acompañe a enriquecer esa voz. Un
libro donde la “razón” a veces oscurece el sentimiento y aparecen poemas “metafísicos”
y de hechura fría, que dan pan a las ideas y dejan hambriento el corazón . Esperamos que Gallego Dueñas escriba siempre el mismo verso pero con “distinta agua”, aunque “a lo
que no es un río llamas río”. Un agua que engarza con este poema, “La memoria
del río” que fluye inundando nuestros sentimientos y ofreciéndonos a la poesía como
un “cántico sin fin”:
gramáticas del tiempo” y a la voz poética que empieza a cantar a la vida y a la
muerte y al amor esperando que el tiempo le acompañe a enriquecer esa voz. Un
libro donde la “razón” a veces oscurece el sentimiento y aparecen poemas “metafísicos”
y de hechura fría, que dan pan a las ideas y dejan hambriento el corazón . Esperamos que Gallego Dueñas escriba siempre el mismo verso pero con “distinta agua”, aunque “a lo
que no es un río llamas río”. Un agua que engarza con este poema, “La memoria
del río” que fluye inundando nuestros sentimientos y ofreciéndonos a la poesía como
un “cántico sin fin”: