190418.- Es como un personaje del Greco con mirada de apóstol y gorguera
blanca: una ardilla albina alrededor de su cuello,
blancura que ilumina sus ojos.
La luz muerde los labios como si fueran dos medias lunas de melocotón maduro. El
bigote y la perilla ponen un paréntesis en el párrafo de su
rostro y el sombrero corona una cabeza de rasgos finos y nobles. Si observáis
el nudo irregular de la corbata rosa veréis que es como una flor a punto de
deshojarse y el collar de cuentas negras como una condecoración de lealtad y
poderío. Un chaleco que es coraza que abriga el corazon y un abrigo negro de cuero trillado por el pedernal de la vida le cubre
el pecho. Un viajero pensativo y triste se pregunta: ¿Acaso es un guerrero
exiliado, un príncipe de alguna tribu perdida o un apóstol ateo de un dios
justiciero? Quien sea, va en el metro a las ocho de la mañana llenando el vagón
de luminosa belleza. Fuera llueve y el viajero se pierde entre avenidas de
lluvia en busca de un oculista con el que tiene una cita. Lleva el corazón a ciegas.