Cuadernos de Humo

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 . Estoy ordenando los Diarios de 2016-2017 y están apareciendo textos que recordaba con emoción y gratitud. Este es uno de ellos. Escrito por María José Muñoz, una periodista de primera que dirige el suplemento cultural de ABC Artes&Letras de Castilla-La Mancha. Muchas gracias, de nuevo. Mejor no se puede decir. 

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 Aunque siempre hay mucho de uno mismo, cuando un autor escribe una novela se enmascara, se oculta tras la trama, tras el argumento y los diversos personajes de la historia. Pero cuando lo que se publica es un diario, el escritor se muestra al lector tal y como es, le abre las páginas del libro de su vida, se desnuda literalmente, porque es él y su visión del mundo y de los días que pasan, uno tras otro, los auténticos protagonistas de la historia. Estamos hoy aquí, como cada dos años aproximadamente, para presentar el nuevo libro de Hilario Barrero, viajero, desterrado, soñador, poeta, amable, suspicaz, simpático, inteligente, sensible, rompedor, amante de las tradiciones y las vanguardias, de la luz y de las sombras, de lo permitido, y lo prohibido; de la vida y de la muerte que se acerca inexorable. Los “Diarios” de Hilario Barrero son una casa con miles de ventanas abiertas, luminosas, sombrías, tiritando, al abrigo del amor, de la poesía, la ópera, el metro y sus habitantes, sus alumnos de la Universidad de Nueva York, la memoria, el recuerdo de su querida Toledo, su madre, sus hermanos, sus amigos los poetas, los escritores, los periodistas, los vecinos de su barrio, Santo Tomé… Podría decirse, por ejemplo, que la prosa de Hilario Barrero es un cuadro de Brooklyn con pinceladas del Greco. Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Libros y Nombres de Castilla-La Mancha. #243, 22/1/2016. Eso, y mucho más, son estos Diarios, editados ahora por la Isla de Siltolá y que abarcan dos años de su vida reciente, el 2012 y el 2013, un periodo que, en parte, he tenido el honor de compartir con él porque dentro de algunos de esos meses tuve la fortuna de conocerle un día y que él aceptara escribir para el suplemento cultural de ABC Artes&Letras de Castilla-La Mancha. ¡Un poeta toledano en Nueva York!, me dije, y a la mente me llegó uno de los poetas esenciales, Federico García Lorca, y Rufus Wainwright, el icono gay de la música americana que tan relacionado está con el poeta granadino a través de Lorca, el nombre de la madre de su hija, cuyo padre, Leonard Cohen, premio Príncipe de Asturias de las Letras, ha musicado algunos de los más bellos poemas de “Poeta en Nueva York!….bueno, la historia es larga y no quiero cansarles. La sección de Hilario Barrero en nuestro suplemento cultural de ABC se llamó “Nuestro poeta en Nueva York”, para unir dos ciudades, dos mundos, dos culturas, dos universos, dos torres… y un hombre allí en lo alto, en su apartamento de Brooklyn, soñando con su Toledo lejano y doloroso, a veces; otras, acariciado por la alegría de la infancia, de los primeros años de juegos, de la primera juventud, de la pandilla de amigos, del puñal que un día atravesó su corazón, la intolerancia, la mirada pequeña de una ciudad que pronto se convirtió en cárcel irrespirable para el corazón del poeta que ansiaba libertad y belleza. Ahora, recién jubilado como profesor de Literatura Española de la Universidad Pública de Nueva York, que le ha nombrado profesor emérito, su colaboración en ABC ha pasado a llamarse “Diario de un jubilado en Nueva York”. “Toledo es la ciudad de la infancia, del rechazo al joven rebelde y distinto…las páginas dedicadas a Toledo están llenas de melancolía, pero también de celebración…pero la gran protagonista de una obra llena de personajes y escenarios es Nueva York, una ciudad inabarcable y cotidiana que Hilario Barrero acierta a ver con ojos distintos. A la Nueva York de Julio Camba, de Juan Ramón Jiménez, de García Lorca se añade así la de Hilario Barrero, un hombre ya imprescindible en la literatura española contemporánea”, finaliza García Martín. Si se adentran en los Diarios de Hilario Barrero, si abren una ventana, sabrán que un día volvió a su ciudad, después de muchos años de humo, volvió de verdad, en 2013, envuelto en fuego, cuando el Ayuntamiento le nombró pregonero del Corpus. Más tarde, la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo le concedió su premio de Literatura, y la Real Fundación Toledo le nombró miembro de su junta de protectores. “Todos somos un poco Ulises, un poco Penélopes, y todos llevamos dentro una Ítaca, una patria con o sin nombre a la que todos tenemos que llegar”, se lee en el libro. Si abren otra ventana del Diario, saldrá Montserrat Caballé, la diva, y él el fan, los autógrafos y la colección de fotos, la voz inigualable en la banda sonora de la vida de este poeta. Y abrimos otra, y vemos al gran Alexis Weissemberg tocando el piano, la manera de sentir la música de Hilario Barrero: “la manera en que interpretaba a Rachmaninof era como asistir a unos fuegos artificiales”. Por otra de las ventanas aparece una amiga que le consulta un problema amoroso relacionado con la disfunción eréctil, por llamarlo de una forma científica; y por otra asoma el universo de Dolores, esa amiga tan querida que vive en New Jersey y que “siempre espera a que llegue la primavera”; o la señora Obama y la polémica suscitada en la prensa local de si está a la altura de su cargo de primera dama; o Cuba, de la mano de Jesús Nariño; o su libro “Lengua de madera”, que yo recomiendo encarecidamente y que debería ser libro de texto en los colegios públicos bilingües, si es que alguna vez conseguimos que lo sean, y que recoge las traducciones de poemas de extraordinarios poetas americanos. Y abrimos otra, y aparece una de sus clases, sus alumnos, recién llegados de las vacaciones y a los que vuelve, una y otra vez, a enseñar el subjuntivo. Y reflexiona Hilario: “un mundo de razas, idiomas, ideas, formas de ser, de vestir, de pensar, una ciudad de 25.000 estudiantes en busca de un diploma, de una esperanza, de un sueño”. Ya voy terminando, señores y señoras, y lo hago con pena. Porque Hilario Barrero, aunque un día volvió a Toledo, vuelve a marcharse en unos días. Le reclaman de diversas ciudades españolas donde presentará también sus Diarios. Y en unas pocas semanas partirá a Nueva York, para seguir observando el perfil de Manhattan y el Empire State. Dice el autor: “un perfil que es tan mío, que está tan dentro de mí, que si me hicieran un electro, las constantes vitales tendrían el latido de la ciudad”. Cuando ya esté lejos y piense en Hilario Barrero, siempre le imaginaré sentado ante la ventana de su apartamento de Brooklyn, escritor recién levantado al rayar el alba. Y veré con él la fachada de ladrillos rojos de la escuela pública encendida por el primer sol, una fachada que respira, que es pizarra para la caligrafía de los árboles, de las sombras y la luz que reflejan las distintas estaciones. Y sé que al mirar a la derecha el imponente Empire State se irá tornando más viejo, mucho más viejo y antiguo, y sus materiales devendrán en ladrillo mudéjar, y le nacerán campanas porque ya es torre de la iglesia de Santo Tomé, frente a la que Hilario vivió en los años dorados de su infancia. Y nunca olvidaremos, con él, junto a esa torre, los chillidos de las golondrinas enloquecidas en los atardeceres del verano.

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