NUEVO MUNDO
Hubo amores en el pozo de Orvieto
y en la altura de Chartres,
los tuvo un niño apenas en el pueblo
donde robó membrillos en la huerta enemiga,
amores en el alba infiltrados de humo,
clandestinos en la última fila de aquel cine de
barrio,
barrio,
amores con la muerte que dejan cicatrices
y amores con la peste que numeran.
Una noche de julio por las Ramblas
amaneció el esperado, el imposible,
no repetido ni en sabor ni en olor,
sin la sombra del cuarto agazapada
y la ropa un trofeo por el suelo,
el que gozaste hasta el dolor,
el que puso cilicios en tu ingle,
un clavo en tu esbeltez,
en reto tu cintura, aduana a la casa
en donde lo prohibido amanecía.
Un disparo de gracia en la sien del deseo.