Cuadernos de Humo

EL PESO DE LA VIDA. José Luna Borge.

        


  


                                 EL PESO DE LA VIDA: EL ÚLTIMO D IARIO
DE JOSÉ LUNA BORGE.
Pasos
al atardecer, Diario 2004-2005
José Luna Borge
eolas ediciones, 2018
         Un
paso es el comienzo de una aventura, de una vida y también de un diario. Se
abre el cuaderno y uno se encuentra con el camino de la página en blanco. Hay
que comenzar a caminarla. El camino puede estar nublado, nevado, mojado, arenoso
y, cuando ya está uno de vuelta de la vida, empezará a anochecer.
         Pasos al atardecer, el quinto diario de José Luna Borge, va desde 2004 a 2005 y es
una historia social, política y personal en marcha, contada con firmeza y a
veces con voz ronca, a lo largo de ese caminar, que es la vida. Está editado,
espléndidamente, en la Colección Caldera de Dagda, en eolas ediciones, con una
soberbia portada de luz brumosa y agua plateada.
         Desde
que leí el primer diario del autor siempre pensé en Robert Frost y en Antonio
Machado. Tiene el poeta americano un poema, tal vez el más famoso de todos los
suyos, que se titula “El camino no tomado” y uno, al leer los diarios de Luna
Borge, sabe, a lo largo del viaje, cuál de los dos caminos ha tomado el
diarista.

         
Uno se agarra a las palabras con las que va
manchando las palabras de este cuaderno para cobijarse y hacerse invisible. Es
un refugio fabricado con tinta y palabras, mis padre construyó el suyo con la
azuela, las dos buscamos lo mismo; bastarnos con ello para sostener el peso de
la vida
.


         Aprendemos
de días de cansancio, de la monotonía del trabajo, de la familia, de la
melancolía, de las muy personales opiniones sobre música, de amigos que se
mueren para siempre y de los que se mueren en vida, de paseos y confidencias,
del milagro de un nuevo día y de la llegada del frío o del calor, como en este
espléndido párrafo:
         Gozosa soledad poblada de lecturas. La
casa está vacía… Sevilla ofrecía ese aire fantasmal que solo tiene en los
veranos especialmente en agosto. Quizá sea más bella así, con tanta desolación
que no lo es en absoluto; parece una novia abandonada que sigue siendo novia y,
además, bellísim
a.

       Y
siguiendo los pasos al diarista en su mundo, a veces provinciano, en el que
aparecen el dolor, las injusticias y las ausencias, entendemos el mundo de los
demás que nos es común a la mayoría de los mortales. Y desde lo mínimo y
cotidiano pasamos a lo universal y a lo global porque un diarista narra,
rememora y deja constancia de su entorno que a veces mira con ojos inquisitivos,
a veces benevolentes, mirada siempre llena de curiosidad e interés, de ahí que
este, y los otros diarios, rezumen frescura, vitalidad y emoción. Hay textos
que son excelentes poemas en prosa, ahí se ve la vena poética de Luna Borge, con
metáforas que iluminan el texto, bellísimas historias familiares, hondos
aforismos escondidos, ideas claras arropadas entre los textos, imágenes que son
como navajazos de luz y de belleza, descargas de esperanza que te ayudan a
seguir viviendo. Hay momentos de depresión y abatimiento:
         Ando desencuadernado, no recuerdo una
temporada tan prolongada con semejante moribundo encima.


     
Pasos al atardecer está
envuelto en una suave niebla melancólica, como escrito bajo una luz
crepuscular, como si el camino fuera a borrarse. Pero uno conoce al escritor y
sabe que todavía le quedan muchos pasos que dar y muchos diarios por escribir.
         En
la contraportada hay un larga cita de Boyd que termina así y con la que no
estamos de acuerdo: “Llevamos un diario para capturar esa colección de yoes de
que cada ser humano se compone… un verdadero diario nos presenta la realidad
mas turbulenta y desorganizada”. Escribimos un diario para dejar libre nuestra
personalidad e intentar plasmar el real yo del que estamos hechos. Este diario
nos presenta la realidad del diarista en una manera organizada y razonable:
cerebro y corazón al unísono.

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