Cuadernos de Humo

CUENTOS PARA UNA NOCHE DE VERANO 8

                                                         




                                                                    LA DAMA DEL ARMIÑO

      Lo vio por primera vez saliendo
de la Catedral y le llamó la atención lo sucia que llevaba la gorguera. Luego
le miró, disimuladamente, a las manos, y
vio que la derecha estaba manchada de colores azules, rojos y negros. Él la
miró y ella recibió su mirada como quien recibe la extremaunción.

    Vamos, Jerónima, no mires así a ese forastero. Todo el que viene de
lejos huye de algo. Dicen que viene de Grecia, que es pintor y que en la Corte
ha salido malparado.

      Jerónima apresuró
el paso, guardó el rosario en la faltriquera, se aseguró de que los broches
dorados del libro de oraciones estuvieran bien cerrados y miró a su marido. Don
Lope de Mingo y Muñoz, envejecido, cojeando ligeramente de la pierna derecha,
avanzaba hacia Santo Tomé, donde vivían.

     Todos huimos de algo. A mí me gustaría huir de vos y de esta ciudad que me
ahoga
pensó[ responder Jerónima, apenas una niña, casada por conveniencia con don Lope, pero
guardó silencio una vez más.  Al llegar a
su casa, las campanas del convento de las monjas de San Antonio dieron las
doce.  

      Hilario, el sacristán de la parroquia de
Santo Tomé, a quien la Inquisición había interrogado por sus desviaciones
sexuales, estaba doblando cuidadosamente la sobrepelliz que había llevado en el
entierro del Señor de Orgaz al que habían asistido autoridades y  caballeros toledanos. Olía todavía la sacristía a incienso y a
crisantemos muertos, cuando vio entrar a Jerónima. Venía a encargar una misa de
acción de gracias. Cuando Hilario le preguntó qué gracia, ella sonrió.

   Hay
gracias
 que no se dicen, ni se dan. Y dejó  un maravedí en una bandeja de plata.

   Hay cuerpos que son fuego y por ellos
podemos ir a la hoguera- contestó el sacristán, cuyo perfil le resultó a
Jerónima conocido. 

  Ten cuidado, que hay colores que dejan tiznada la mirada
y el corazón para siempre. Él te espera. 

    Salió Jerónima
de la sacristía y se digirió a la pequeña capilla donde una sombra con olor a
aceites dibujaba un niño con un pañuelo blanco que le salía del bolsillo del
gabán.

   Mi dama
del armiño, mi niña querida, eres y serás la persona de confianza y de buena
conciencia y al final de mi vida harás “lo que cerca de ello se a de hazer”- dijo la sombra en un castellano con acento extranjero que Jerónima no entendió
del todo.

    Y a los
pies de un enorme lienzo en blanco  que
sería la crónica de un entierro se amaron apasionadamente dando forma al boceto
que un hachón iluminaba llenándolo de vida.

1 thought on “CUENTOS PARA UNA NOCHE DE VERANO 8”

  1. Mientras no se agoten los cuentos, a mí no se me han de agotar las palabras para nombrarlos. Porque nunca dejas de asombrar. Y tu memoria, tus desvelos y tus luminosas sombras son capaces de dibujar el mayor de los lienzos. Y cuando queda guindando en el aire lo no dicho, la magia fluye con más conmoción. Y en definitiva lo bueno es ser todo y poder expresarlo de infinitas maneras. No tener que constreñirlo a una formal modalidad. Tú te haces dueño de todo lo que te rodea en el interior y el exterior, y además eres un permanente pincel en rítmico movimiento. Más que suficiente para hacer desbordar todos los sentimientos.

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