PATO A LA NARANJA
I..
¿Te acuerdas, Emilio, de aquella vez que cenamos pato a la naranja en Bruselas? No te lo dije nunca, pero fue una de las noches más felices de mi vida. A partir de ahora voy a comprarame lo que me apetezca, pero sin extrafavagancias ya que me queda algún dinero… Fíjate en las piernas que tengo tan delgadas y pálidas, y lo que es peror que no puedo dablar la rodillas. Nurse, nurse, water, please, water! Mejor, me encuentro mejor. Sí, sí, ahora siento el oxígeino. Gracias. Los bombones los traen a diario de Suifiza, así que mañana vas y me compras media dodocena. Teucher o Deucher, algo así, en la Quinta Avenida. ¡Me gustaría tanto regresar a mi casa! ¿Cuándo volveré?¿Me has regado las plantas? ¿Están las rosas en flor? ¿Tú crees que podré ir, que pogré ir este verano a la playa? Necesito que me den speech, cada vez tengo más dificultaz para hablar. Ayer no vinisteis ninguno de los tres a verme y necesitaba tanto hablar con alguien… Mi única falimilia sois vosotros tres. Tú más familia, claro, a pesar de todo. ¿Al de al lado? Se lo han llevado esta mañana; dio un ronquido como un trueno, llamó a su madre y se quedó en silencio; su madre era muy buena y me daba agua. Ya habrán descansado los dos. Mañana me compras un walkman, sé que me queda poco; y vas a Balduci´s y me traefs trufas y unos pasteles de chocolate. Miss, miss, would you please give me agua? Se me seca la, la garganta, garganta mucho. No, no lo creas, todas no son tan nice. El otro día me robaron dinero y se comieron los donuts que me trajo José. Cada vez titiemblo más y se me va oscureciendo todo, como si fuera a venir la noche. Mili me pone nervioso, pero me quiere. Conozco a Mili desde el primer día que llegué a Nueva York, hace casi treinta años; no, no a José lo conocí en la universidad un año antes de lo de Castro. ¿Tú crees que podré volver a Cuba? Luego nos reencontramos en Madrid, en el 64. ¿No te acuerdas de esa fotografía en que estamos José, Alberto y yo en la Cibeles y José está muy delgado y todos estamos muy jóvenes y muy handsome. José tiene cincuenta y dos, es un año más joven que yo. ¿De qué hablaba? Se me olvida todo y se me enredan las paralabras. Cómprame tres de Champagne, dos de chocolate blanco y dos trurufas salvajes. No sé si podré ir a la plalaya este año. Se lo he dicho a Mili antes de irse: no me pongas el agua tan cerca, porque lo tiro, pero no me escucha. Mejor, gracias, miss, hummm, hummm… no tengo fiebre. Quédate. No no, no te salgas, tú eres de la familia; sólo es una inyección y me la ponen en la barriga, no en el trasero… pero no me duelen. Sí, sí, ahora lo siento entrando por mi nariz. Tráeme también caviar, pero lo compras en Zabar´s. Cuando vuelva a casa tengo que hacer muchas cosas. Me queda por oír el Ring de Levine y necesito escuchar otra vez el Guillermo Tell de la Caballé y Pavarotti, y un recital de la Callas con Giuseppe Di Stefano que estaba inédito, y no puedo morirme hasta escuchar el Otello de Rossini. Water, please, water. Anoche tuve un sueño que alguna vez te contaré, ahora no quiero hablar de ello; me preocupé mucho porque me vi solo y me eché a llorar y el médico me dio un valium y me calmé. Huele bien, ¿verdad? Me gustan los postres y las sopas que hacen aquí. ¿Me ha escrito alguien? Sólo os tengo a vosotros. Haz una copia de la llave de la casa para Mili y otra para José. Os he puesto a los tres en los papeles del hospital como si fuerais mi familia, por si me pasa algo. Emilio tienes que ir a mi casa a romper cosas no vaya a ser que venga mi hermana o me pase algo, ellos no saben nada. Que ¿qué cosas? Pues algunas de nuestras viejas cosas que todavía guardo; sí, sí no te rías: nuestras cartas, las postales, las polaroides, alguna pornografía. . . y algunos de los juguetes que guardo detrás del cajón del armario grande, el que compramos a Mrs. MacLauglin antes de irse a la residencia. Una sister vino a verme esta mañana, pero le dije que hay tiempo. Los curas nos enseñaron que la extremaunción es ya para los que están a punto de… ¿Te acuerdas del padre Gerardo lo bueno y lo alto que era y lo grande que tenía las manos y las orejas? Yo hice los nueve Primeros Viernes de mes una vez… Dale a José el year book en el que estamos juntos en la fotografía. Los chocololates que sean de la Quinta Avenida. Emilio ¿te imporotaría darme la mano? Las he acariciado tanto… A algunos les da miedo tocarme, piensan que les voy a contagiar. Honorio es uno de ellos, pero lo comprendo. Gracias, Emilio, por todo. Has sido tan bueno conmigo. No, no nos teníamos que haber dejado nunca. Es un programa sobre Rwanda y fíjate, fíjate cómo se matan, fíjate en los ojos de ese niño, fíjate qué delgado está, sus piernas parecen de alambre. Yo me parezco a él y no puedo dablar las rodillas. Yo también estoy en guerra y estoy perdiendo y parece que se me hace de noche. Estoy entrando en una boca de lobo; estoy exiliándome, de nuevo, a una tierra extraña en donde la oscuridad me espera. Si mi hermana no viene, no me importa pues os tengo a vosotros tres. Apriétame la mano, Emilio, y déjame que me duerma, estoy muy cansado, tengo la boca reseca, las ideas se me nublan, mi cuerpo entero tiembla, te veo como difuso, tengo sed y no puedo dablar las rodillas. ¿Quién se va a quedar con el perro? ¿Tú crees que poderé… ir… a la plalaya de Varadero este verano?
II.
Claro que te aceptamos, Vabi, no te preocupes. Mamá lo sabe y también se lo he dicho a mi hija; no, a los hombres no, no lo comprenderían; les he dicho que tienes cáncer de hígado. Vabi, tú lo que necesitas es terapia, que te afeiten y te corten el pelo y verás cómo pareces otro. ¡Que sí, que sí que te queremos!, no te preocupes. Sí, claro que ha sido un golpe, tantas cosas al mismo tiempo. El que no te hubieras casado no significaba nada porque yo lo hice, en una mujer era diferente y además eran otros tiempos, y nunca fui feliz. ¿Lo fuiste tú? Yo te comprendo y espero que tú también me comprendas a mí y me aceptes como soy. Pero yo soy dura y no necesito compasión. Si he venido es porque me llamó Emilio y me asustó, pero yo la verdad no te veo tan mal, los médicos han debido equivocarse, tú no puedes tener eso, tú lo que necesitas es terapia y ya verás cómo te mejoras. ¿Qué? a veces no te entiendo. Si, sí mamá está bien; ella, como yo, es dura, nosotros somos los hombres de la casa; no, no, papá sigue en el hospital, él no sabe nada, él es tan buena persona. Por cierto este hospital está sucio y no me gusta nada, te podrían haber llevado a otro mejor. ¿Qué? en el cajón, ¿en qué cajón? Está bien. ¿Quién? ¿Emilio? Se la pediré e iré mañana al piso y lo cogeré. A nadie le amarga un dulce. Sólo puedo estar aquí este fin de semana. Sí, si Vabi te estoy escuchando, pero a veces no te entiendo. En el cajón de la mesilla derecha hay dinero, está bien, ¿tienes algunas joyas? No, no yo no quiero nada, ¿la póliza? ¿el seguro? Hablaré con ellos. Pero yo te veo bien. Odio New York, no viviría aquí por nada del mundo. Tú te debías haber quedado en Miami, pero, claro, como eres como eres, pues claro, querías vivir en New York. Volveré la semana que viene. Ya sabes que Tochi ha tenido gemelos y tengo que cuidarlos y luego papá, y Alberto no se encuentra bien tampoco. Sí, sí, que sí que te aceptamos, que te queremos, Vabi, que no te preocupes. No, no, muebles no quiero, algún recuerdo, pero hablaré con ellos. ¿Pagar las deudas? Hermanito mío las deudas no se pagan, tú no tienes ni mujer ni hijos. Ni el teléfono, ni el gas, ni las tarjetas de crédito. Nada, nada, tú no te preocupes. ¿Los óleos? ¿Qué te van a traer los óleos? Pues yo te veo bien. No me mires con esos ojos tan profundos, Vabi, me das miedo. Tus ojos siempre me han dado miedo. No, no, si no me voy; tienes la mano helada y estás tiritando. ¿Quieres agua? ¿Los óleos? ¿Qué? Pues claro que sí que te aceptamos, Vabi, faltaría más. ¿Me aceptas tú? Vabi, ¿me ves? Vabi, ¿me oyes? Esto se cura con terapia y que te afeiten esa barba de profeta que tienes y que te corten el pelo. ¿Me oyes, Vabi? ¿Me ves? ¿Sabes quién soy? Soy yo. ¡Vabi, Vabi!… ¡Enfermera! ¡Enfermera!
III.
Pasa, pasa José. Y Honorio ¿no viene? Ya, ya, estas cosas le entristecen. Mili, su madre y su hermana ya están aquí y han empezado por arriba con los armarios, ahora están empaquetando su ropa. Yo estoy aquí con las cartas y el papeleo y se me ha hecho un nudo en la garganta. Menos mal que has venido. ¡Qué calor! Sí, sí; hoy él se hubiera ido a la playa. El mar le apasionaba. Tú sabes que su temporada duraba de mayo a octubre. Por cierto, ¿qué habrá sido de sus compañeros de verano? ¿Le echarán de menos? Habría que llamarlos y decirles lo que ha pasado. Es José, Mili, cuando acabemos con este cajón subiremos. No sé qué hacer con estas fotos, tú estás en algunas de ellas, ¿las quieres? Coge lo que te guste, no hace falta que te lo diga. Sí, hombre, ésta es en Caroglio, el pueblo de mis abuelos; ¿no te acuerdas que fuimos a Italia en el 71? Fue un mes antes de mudarnos aquí. Como siempre viajábamos juntos y solos nunca teníamos a nadie que nos fotografiara; ésta es una de las pocas en que estamos los dos. A él le encantaba. Tres meses después decidimos separarnos. Estas de La Habana a lo mejor las quiere Mili. Hay que pagar las deudas, ¿no te parece? La imbécil de su hermana se creía que su hermano era Rockefeller; que si el hospital era muy sucio, que si terapia, que si la comida, que si New York, que si las joyas, que si el dinero, que si la casa, que qué iba a hacer ella con las cenizas, que no estaba segura si llevárselas. Si no llega a ser porque la asusté con lo de los óleos, la muy animal no viene. ¿Quieres alguna ópera? Coge lo que quieras. No hace falta que te lo diga. A ti, José, te quería y te respetaba mucho. Se alegró tanto cuando lo de Honorio. Tú has tenido suerte. ¿Veinticinco años ya? Lo vuestro no tiene nombre. ¿Te acuerdas cuando fuimos al aeropuerto a recibirle? Parecía más joven de lo que era, y lucía cansado, pálido y delgado, con un jacket muy holgado que a mí me gustó. Todas estas cartas hay que tirarlas, y estas fotos hechas con Polaroid también. ¡Qué vergüenza! No sé qué pensarás de nosotros. Aquí están los recibos; no sé, espera. Mili, ¿sabes si hay una calculadora? ¿En el de la derecha? Gracias. Llévale a Honorio esta cerámica que compramos en México, sé que le gustaba. Este montón de ropa para el Salvation Army, estos platos y estas cazuelas para la mujer que le cuidó antes de que le llevaran al hospital, la quería mucho. ¡Qué desorden! ¡Y pensar que por un tiempo esta casa fue parte de mi vida! José, me parece que bajan. ¡Ah! se me olvidaba. Ayúdame a sacar este cajón, ¡date prisa!, detrás hay escondidas algunas cosas que debemos devolver al cuarto oscuro del olvido, ahora ya no nos queda tiempo para el recuerdo y ha comenzado a oscurecer. ¡No!, ¡no!, eso no lo tires; es el menú de un restaurante chino en Bruselas donde cenamos pato a la naranja. Nunca le dije que aquella noche fue una de las más felices de mi vida.