Este libro es un árbol con hondas raíces, tronco vigoroso y frondosas ramas. Un árbol que únicamente tiembla con la metáfora de la emoción, la imagen de la melancolía, el recuerdo del pasado, le espina de la pasión.
En el jardín de la poesía, nos encontramos este árbol que ha plantado, cuidado, regado y podado Isabel Marina. Un árbol con una sombra que abriga, un sonido dulce de pájaros que acompaña, un fruto que nos alimenta el alma.
Es un árbol con ramas donde lo onírico se balancea con la realidad, ramas viajeras, ramas con argumento y misterio, ramas con música, ramas con símbolos universales, ramas que son mapas, guías emocionadas de ciudades, ramas que dan razón a la vida, a la tristeza, a la novela de la noche larga, ramas con luto, ramas de fuego.
Un libro donde vibra el recuerdo del padre, de la casa familiar, del mar, donde aflora la memoria del dolor, ciudades como Cefalú, Biarritz, la presencia gris del poder y la bendición de la ceniza, la esperanza de un día más… “Lo observo con delirio. / Da igual lo oscura / que haya sido la noche: / amanece un día más”.
“Un árbol que tiembla”, editado por “El sastre de Apollinaire”, con jugoso prólogo de la poeta Ángeles Carvajal e ilustrado con sugerentes imágenes de Federico Granell, es un gran y esperanzador paso en la visión del mundo que queda reflejada en la poesía de Isabel Marina. Desde aquel primerizo “Acero en los labios”, “en el que asistimos al nacimiento de una voz en ocasiones intermitente”, a su segundo “Un piano sobre la nieve”, en donde la autora tanteaba una postura poética e iba buscando una voz, llegamos a este árbol tembloroso, con sólida base, en el que nos encontramos con una acertada coherencia, un estilo, una ratificación en el fondo y en la forma.
Si el sol siempre acaba por derretir la nieve, este árbol desafía a vientos y huracanes. Más que un temblor son los latidos poéticos y vitales de una mujer que tiene un hondo amor a la poesía, a la que respeta. Una pasión que nos deja escuchar, ver y sentir una nueva claridad.