Un regalo.
Estábamos viendo “The Angelic Conversation” (1958), una película dirigida por Derek Jarman cuando casi al final sonó el teléfono. Excepto por 14 sonetos de los 154 de Shakespeare y la voz de Judy Dench, que era quien leía los poemas, la película me pareció aburrida. Aproveché la llamada para ir a mirar el correo y cuando volví la película había acabado; entonces me dijiste que tenía que ver el último soneto, el famoso 104. Fuera había llovido, atardecía, la humedad de julio una sábana de papel de estraza. Desde muy lejos llegaba un olor a algas y a tierra mojada. Al acabar el soneto nos quedamos en silencio. Sin decir nada pensamos los dos que el tiempo había pasado y nos había robado la belleza y el fulgor de hace cincuenta y dos años cuando nos conocimos. Miré las viejas fotografías en las que dos jóvenes aparecían y me pregunté quiénes podrían ser. (¿Cómo podría uno de los dos jóvenes –“guapo amigo”– haberse enamorado del otro?).
A las diez de la noche ya estoy en la cama y a las cinco de la mañana en pie. Tú, por el contrario, eres un búho. Sobre la mesa me encuentro un regalo del hombre guapo: el soneto 104 traducido por él.
Para mí, guapo amigo, nunca podrás ser viejo,
porque tu belleza parece la misma del día
en que mis ojos te vieron por primera vez. El frío de tres inviernos
ha sacudido de los bosques el orgullo de tres veranos,
con el paso de las estaciones he visto
tres hermosas primaveras tornarse en ocres otoños,
tres perfumados abriles en tres abrasados junios,
desde que por primera vez contemplé tu frescura, que sigue tierna.
Ah, pero la belleza, como la aguja del reloj,
avanza imperceptible;
y así, tu dulce tez que creo incólume
tiene movimiento y puede haberme engañado.
Por temor a lo cual, oíd esto, generación futura;
antes de nacer tú la belleza del verano ya había muerto.
To me, fair friend, you never can be old,
For as you were when first your eye I ey’d,
Such seems your beauty still. Three winters cold
Have from the forests shook three summers’ pride,
Three beauteous springs to yellow autumn turn’d
In process of the seasons have I seen,
Three April perfumes in three hot Junes burn’d,
Since first I saw you fresh, which yet are green.
Ah! yet doth beauty, like a dial-hand,
Steal from his figure and no pace perceiv’d;
So your sweet hue, which methinks still doth stand,
Hath motion, and mine eye may be deceiv’d:
For fear of which, hear this, thou age unbred;
Ere you were born was beauty’s summer dead.