Cuadernos de Humo

La edad de la memoria

La edad de la memoria, de Miguel Rojo, es un libro bilingüe asturiano-castellano, compuesto de tres “edades” que hubieran podido ser tres libros de haberse publicado por separado. La primera edad, la de la babosa, con diez poemas, es parte de la historia de la infancia del poeta: la edad de la inocencia. La segunda, la del guepardo, la mejor de las tres, es el recuerdo de la juventud escrita con versos como puñales, plomo de liquida vitalidad. La tercera, la del buey, con poemas de versos largos, como versículos de una Biblia atea, que son crónicas llenas de melancolía, anota el presente.
Para los asturianos o los amantes de Asturias y su historia, este libro, con poemas “de la tierra”, en cierto modo locales, íntimos y cálidos, es un retablo en la catedral de la memoria con imágenes que llegan muy hondo.
En este libro la poesía de Miguel Rojo es a veces construida con un ritmo de prosa poética, como ocurre en la edad de la babosa, poesía de lento caminar, con rostros, nombres, ríos, montañas y preguntas sin respuestas. en ocasiones nos encontramos con una poesía descarnada, callejera, que raspa la piel del recuerdo, poesía desollada, en carne viva, de ácida realidad, poesía, uno diría, con el eco de voces de Bukowski, Simic, Whitman, una poesía que se desenvuelve entre dos carriles emocionales distintos: el interior e íntimo y el mundo “exterior” y universal. Del primer apartado uno de los mejores ejemplos es el poema dedicado a la Calle de L´Argañosa, calle que el poeta ya no reconoce, sin “la tímida Aida”, sin Xulín al que metieron en la cárcel, o sin Argel, “que se casó preñada por el chico aquel / que había empezado a cortejarla y presumía de coche con alerón trasero”, o sin la panadera rubia. Para el segundo apartado nos sirve el poema escrito en el metro de Nueva York.
La edad de la memoria, un libro sin edad ni tiempo que recoge en un tríptico vital los sentimientos y las experiencias de una vida, de una pareja, de amores y temores, de vida y muerte. Un libro donde arde la melancolía, donde queda “la estúpida honestidad de los cobardes”, el sonido de Pink Floyd, Víctor Manuel, las Mestas y los bocatas de calamares, y mi poema favorito, que me hace volver a uno de Simic: “Dos novios caminan por las endomingadas calles de León”.

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