Cuadernos de Humo

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Desde que murió mi padre nunca había vuelto a la finca donde vivía. Si ayer la naturaleza era un campo de batalla, la casa es un tren abandonado, un barco a la deriva, un túnel de oscuridad, una cueva con tesoros que se mezclan con telarañas, la presencia de mi padre y su mundo a veces caótico, desbordado de ventanas, paredes tapizadas de azulejos, el cadáver de un gato junto a una cerámica, una cruz de muerto al lado de una factura, libros, vídeos, casetes llenos de polvo, unas corbatas raídas en el armario y la cama hecha, en la colcha azul un cuerpo de polvo duerme hace muchos años, puertas que hacen ruido al abrirse, telarañas tendidas al sol del abandono, puros secos, momias que se deshacen al tocarlas, en un cajón que cuesta abrir hay monedas de polvo, cartas sin contestar, tijeras de luz roñosa, clavos marrones, lápices de moho. No hay luz y se nos hace de noche mirando un juego de cerámica de tonos verdes. Todas las piezas, al menos doscientas, llevan escrito ‘hbarrero’. Sobre un frutero cercano a la ventana, ya en sombras, la noche pone su fruta podrida y tapa el apellido y el verde lleno de soledad. Por la noche -ahora que son las cuatro de la madrugada- no puedo dormir, me levanto y me vengo a mirar esta misma noche que se durmió sobre el frutero, el gato negro muerto y mis ojos.

Publicado en ABC 7 septiembre 2022

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