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El agua que no va a dar a ningún río, pero que se lleva los nombres de miles de muertos un once de septiembre. Dos cuadrados de luz viva y sombra incierta.
La familia que viene de lejos a enseñar a sus hijos un trozo de historia de un país.
Una torre que se llama Libertad que se mira en otra torre que un día sus campanas tocaron a muerto.
La gente que viene y se va, la que comienza un amor y la que lo acaba, la que encuentra un trabajo y la que lo pierde. La que vive sin vivir y la que muere.
Dos viejos que vienen y van: uno con cristales en la mirada, el otro con ruido del tiempo en su propio cuadrado de agua que se acerca al mar.