Dentro del salón de la curiosidad el diarista ha ido caminando, paso a paso, por la niebla, la nieve, el agua, la arena, el atardecer, ha hilvanado los daños del tiempo y en este último diario de 2008, que hace el número siete, medita sobre la vida y sus desatinos.
“¿Qué hay que contar en un diario, lo que se ve o lo que te pasa? ¿Interesa más la vida de uno o la vida que uno ve pasar?”, se pregunta José Luna Borge. Un diario, sobre todo al pasar el tiempo, ayudará al que lo ha escrito y a los lectores a recordar ese tiempo pasado. Un diario puede resucitar a un escritor del olvido (como ha sido el caso de José María Souvirón y los cinco volúmenes editados por Javier La Beira y Daniel Ramos López), pero también puede hundirle en la más oscura indiferencia.
Un diario es un arma de doble filo: ¿interesa la vida del diarista? Un diario se salva cuando está escrito por un poeta y se enriquece cuando el diarista cuenta lo que ve con una mirada “literaria” o como él mismo dice: “Conviene hablar de uno sin rodeos, como uno buenamente sepa y si te acompaña el estilo, miel sobre hojuelas”.
Y es lo que José Luna Borge (1952) hace en su última entrega, “La vida y sus desatinos”. En 200 páginas de un precioso volumen editado por Eolas, el autor nos cuenta su vida en la que los lectores se reflejan de un modo u otro y hace que seamos lo que realmente somos. Nos habla de una separación, de la búsqueda de una nueva casa, de ese peregrinaje doloroso de ir mirando los anuncios de “se alquila piso”, desposeído de un hogar y mendigo de amor.
Nos recuerda el pulso de la vida: política, cultura, deportes, huelgas, el calor de Sevilla y los paseos por la ciudad en donde ahora vive. Lo que le mantiene en pie, sus seres y lugares queridos: Alejandra, Taina, Sahagún. Salobreña, su época de estudiante en Oviedo, el campo, la hierba que crece y el tejado que se hunde y que hay que arreglar. Se aferra a sus amigos, a sus lecturas, al cine y a la música.
Sentimos el mordisco que da a algún que otro escritor, el comentario a la escena de las “abultadas lágrimas” que derrama otro diarista y la frase que se le ocurre (“el orgullo de esta gente”), cuando ve una manifestación el Día del Orgullo Gay en la que los manifestantes aguantan bajo 40 grados de temperatura.
El diarista, como sabemos, es un amante de la música y, sobre todo, de Bach. Leemos, a lo largo del diario, sus dudas entre si elegir una u otra versión de alguna de las obras del compositor alemán. Le ama tanto que llega a decir que “El mundo de Bach es para muy pocos…” Es en lo único que no estamos de acuerdo. Bach y su mundo, su infierno y su cielo, su purgatorio, sus cantatas y sus conciertos, las pasiones, su familia numerosa, su vida y su obra es para muchos, es para todos. Bach es la prueba de que hay alguien al que llaman Creador.
Uno se alegra sabiendo que aún quedan muchos años y diarios por llegar que, sin duda, serán mucho más que pasos en la niebla o en la nieve, o en el agua o en la arena, será el documento de un periodo de la vida de España que ayudará a los que vengan a conocer mejor su historia.