Un año más entramos en el laberinto del Botánico y nos perdemos entre el esplendor de los cerezos, la agresiva belleza de los tulipanes, el barro marchito de los narcisos, el leve aroma de las lilas y un cansancio de huesos. Arde el botánico com de grupos escolares que posan bajo uno de los cerezos en flor para la foto que algunos recordarán mañana, grupos de ancianos rusas pastoreadas por una guía ruidosa y totalitaria, pintoras esmeradas en captar la chispa de luz, japoneses en su ambiente, padres de familia, la sombra insistiendo en apagar el brillo de las flores y tú y yo repitiendo fotos, imágenes, recuerdos, sentándonos viendo pasar el río de la vida. Aprovechas que sale el sol, y aunque me niego, me haces una fotografía. Pero enseguida se nubla. Y temiendo que llueva nos vamos a casa.