Cuadernos de Humo

Junio

Como cada junio nos acercamos al Botánico a la rosaleda que por estas fechas está en su esplendor.

Lo de siempre: rosas rosas y rosas rojas, las rosas de cada año, las que queman y las que te congelan la mirada, la bien nombrada y la sin nombre, la “Pura, encendida rosa, /
émula de la llama / que sale con el día, /
¿cómo naces tan llena de alegría /
si sabes que la edad que te da el cielo /
es apenas un breve y veloz vuelo?”. Frente al esplendor, grupos de jubilados, de alumnos a punto de acabar el curso, de madres con sus hijos, de jóvenes disminuidos… y la belleza flotando, llenando espacios por los que nadie podía pasar, quemando miradas sin agua para apaga tanta lumbre.

Uno de los visitantes, que ha vuelto una vez más buscando la primera rosa, la no contagiada, la sin mancha, rosa virgen, llega a su casa casi ciego de tantos colores sin haberla encontrado.

Y se pregunta: ¿Será que la muerte la esconde para cerrarle los ojos con las espinas del deseo?

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