Cuadernos de Humo

Ars amandi

Entre que hoy llueve y el catarro es como el Guadiana, sigo adentrándome en los oscuros armarios empotrados americanos (los famosos “closets”) donde caben muchas vidas, muchas tristezas y varios avisos. Uno de ellos que llega en la vejez y que recuerda cómo la pasión y la urgencia de adquirir “material perecedero”, cuando se es joven y enamorado, se convertirá, con el tiempo, en una carga, ese elefante blanco que uno no sabe que hacer con él, un motivo de agobio y preocupación. Material que, tarde o temprano, será malvendido a tiendas y librerías de objetos de segunda mano o será repartido entre la familia (la mayoría de ella no se preocupó por vosotros). 

¿Valieron las prisas por adquirir este libro valioso (que hoy venden a un precio exhorbitante)?¿A quién le puede interesar? ¿Te llenó, te consoló,  disfrutaste de su belleza o lo tuviste guardado envuelto en un lienzo cono quien guardaba una reliquia? 

El amor convence para llenar la vida de la persona amada con un mundo accesorio en donde encuentre la felicidad. La vejez oxida la dimensión emocional de la mayoría de esos costosos objetos. La muerte no sabe leer.

Y aquí estoy, entre la espada del recuerdo de este libro y todo lo que encierra, la pared del catarro y la melancolía de aquel verano del 71, cuando amar era mucho más que el título de un libro, rodeado de fantasmas que, al menos, retrasan el viaje final.

Después de 50 años, el encuentro con este libro me ha servido para volver a quemarme con el arte de amar.  Que no es poco. 

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