Cuadernos de Humo

Cómo llenar una herida. 

Relato ilustrado por entregas.

Entrega primera.

Hace un año abrieron una librería de viejo cerca del barrio. Enseguida fuimos a inaugurarla. Lo de siempre: mucha metralla, pero al salir vimos que en una vitrina tenían los libros firmados o raros, entre ellos  el “Canto general”, de Pablo Neruda. Pedí que me abrieran la vitrina y al hojear el libro vi que estaba firmado por el poeta y fechado en 1968. Al ver el precio lo volví a dejar en su sitio, además, pensé que Neruda no es uno de mis poetas preferidos. (“No están maduras, maestro”). 

Pasó el tiempo y, cada vez que iba a la tienda, me detenía delante de la vitrina a mirar el libro como quien contempla el mar o la tierra prometida. 

Algunos saben que hace tiempo estamos desmontando la casa y deshaciéndonos de sombras y de luces, de voces y de ecos, de rostros y de flores marchitas.

Intentando liberar el peso del pasado que, a estas alturas de la vida, se ha convertido en un elefante blanco y en una honda y continúa pesadilla. (Si uno fuera un “preacher” aprovecharía para recordar lo de siempre: pulvis, cinis et nihil, pero hoy estamos todos haciendo torrijas).

Al llegar el turno a la sección de libros de poesía en inglés nos pusimos en contacto con la tienda “del libro de Neruda”, entre otras razones porque está en el barrio, es una comunidad de “libreros” jóvenes que respetan los libros y, todo hay que decirlo, por el libro contemplado.. .

Después de varios correos electrónicos, de haber enviado fotografías que ilustran esta nota, de concertar día y hora, el portero anunciaba la llegada de Alex…

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