071019.- Un libro da vida y cuenta varias historias a la vez: la que le hace ser libro, la que encierra y la que con el tiempo puede que cuente. Un libro viaja, se pierde, va al norte y aparece en el sur, se moja, tiene sed y se le secan las hojas, se cansa de estar de pie y se le va torciendo la columna vertebral. Un libro gana amigos y los pierde, tiene enemigos que lo dejan con las páginas cerradas, envueltos en una espesa claridad. Un libro es un Guadiana que aparece y desaparece, que puede ser regalo y compromiso, obsesión y olvido, formar parte de la familia e invitar a los personajes a comer. Son tapices que iluminan las paredes, murallas que esconden tesoros, ríos que van a dar a la mar de la tinta. Un libro puede mover pueblos y naciones, envenenar y enriquecer, hacer al cuerdo loco y al loco quijote. Alimentar hogueras, dar la señal del fin del mundo, acompañarte y dejar que te pierdas, que entres en el laberinto de la ilusión y la fantasía y no quieras salir, barca que te lleva a países donde el amor te espera, tren de ida, carromato tirado por las sombras del olvido.
Regalas un libro y das parte de ti, entras en el lecho del amigo, a veces te enamoras, duermes con él.
Un autor, el que junta hormiguitas negras que llaman palabras y crea un universo, a veces, agradecido, regala ese mundo y lo dedica. Con el tiempo el libro y la dedicatoria envejecen, muere la persona y el libro sale de la casa, a veces lejana, y va de norte a sur, de la lluvia al desierto, del frío al calor, del conocimiento y amor al olvido, de unas manos agradecidas a otras de mercaderes. En ocasiones se llena de polvo y de telarañas analfabetas que muerden las páginas. Un libro dedicado por un autor puede ser, con el tiempo, un elefante blanco, una muestra venenosa de vanidad, elogio vano y comercial. Es un retrato donde el escritor queda reflejado para siempre, un mapa, un mundo de claves y de cercanías, de afectos y jeroglíficos, de enigmas y secretos. Una dedicatoria es una lápida, un espejo, un toque de amor, un silencio.
Hablando de libros con historia, he tenido la oportunidad de ver cinco que están conectados entre sí. Los cinco están dedicados a la esposa de Jorge de Sena, hablan de un viaje a USA, de un pasado que prometía y de un presente desabrido, de nombres y de ciudades, de fechas y de melancolías. Cuatro fueron impresos en Asturias, los cinco viajaron a USA, donde estuvieron por muchos años, después llegaron a Lisboa, regresaron a Manhattan y ahora están viviendo en Brooklyn en compañía de una gran familia. Uno, fechado en Avilés el 29 de enero del 83, lleva una dedicatoria que dice: “A Mécia de Sena, este libro de un discípulo y admirador de Jorge de Sena” y otro, en portugués, que habla de la “sombra de Jorge de Sena está tão presente que ilumina”, dedicatoria escrita en la casa del poeta en Santa Bárbara, California, adonde un grupo de escritores asturianos viajó en 1999 para rendirle homenaje.
Se podría escribir otro “historial de estos libros” que ya son historia. Una historia de olvidos, amores y temores, prosas olvidadas escritas con prisa y poemas desterrados escritos con prosa presa, triunfos y fracasos, lejanías y vuelta a casa, de amor ganado (o eso creían) y de vida perdida, de emboscadas, de enigmas amorosos, de los usos de la noche, de cartas sin remitente, de presencias y ausencias. Trazos y rasgos que son las pruebas del delito.
Cinco historias de cinco vidas a través de cinco libros.