Cuadernos de Humo

EXCLUSIVA Entrevista de José Luis García Martín a “Cuaderno de Humo”.





















             
  
                    
“Que, como siempre ocurre, está formada por una legión de poetas mediocres, por otros que ni siquiera son poetas y por media docena de nombres memorables. ¿Quiénes son estos últimos? Lo sabremos con certeza cuando pasen algunos años. Lo mismo se podría decir en 1518, 1618 o 19 27″
                                               
                                                                                    
                                                                                                 Entrevista
                                            LA
ÚLTIMA CENA
                            12
PREGUNTAS a
JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN (Aldeanueva del Camino, Cáceres, 1950) no podría haberse dedicado a otra cosa que no fuera la literatura, una disciplina que aborda desde casi todas sus vertientes: poesía, crítica, autobiografía, diarios, teatro, traducciones, director de la prestigiosa revista de literatura “Clarín”… y todo lo que hace, lo hace bien. Es un crítico feroz e implacable que bebe de la larga tradición anglosajona, sin causarle ningún temor decir la verdad (o su verdad) pues no se casa con nadie y trabaja para no dejar nunca indiferentes a sus lectores, aunque ello le cueste enemistarse con poetas y poetastros. Recientemente ha publicado Sherlock Holmes en Venecia y otras historias verdaderas. 

ANTONIO CRUZ.–¿Qué tiene García Martín de Sherlock Holmes? Y en esta dualidad de personajes, en muchos casos contrapuestos y a la vez complementarios, ¿usted es más de Holmes o de Watson? ¿De Quijote o de Sancho Panza?

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN.–Yo soy un Watson que sueña con ser Sherlock Holmes, un Quijote que sueña con ser Sancho Panza.

AC.–¿Es usted consciente del temor que infunden sus críticas a poetas y escritores en general? ¿Tiene una lista actualizada en donde detalle los escritores que han dejado de dirigirle la palabra?

JLGM.–No, no soy consciente de infundir temor ni hay razón para ello. ¿Qué más da lo que yo opine de la última poesía de Caballero Bonald o de Pere Gimferrer si todos los medios que importan y todos los críticos que cuentan coinciden en considerarla la culminación de su poesía? A mí me parece puro bla bla bla, retórica que se alimenta de sí misma, pero seguro que a ellos mi opinión les importa tan poco como a mí sus más recientes libros de versos.

AC. –García Márquez afirmaba que jamás releía sus libros porque le causaba miedo. ¿Teme usted, como García Márquez, ser un crítico furibundo de lo que ha escrito?
JLGM. –Yo jamás me releo (salvo algún poema y por obligación), me conozco demasiado bien y tengo cosas más importantes que hacer.

AC. –Hace poco leí un elogioso comentario de Abelardo Linares hacia su persona en el que entre otras cosas decía que usted «es el mejor lector de poesía en España». ¿Qué recuerdo más lejano tiene como lector y como escritor?
JLGM. –Como lector, después de los Salgari y los Julio Verne (me fascinó Dos años de vacaciones) lo primero que recuerdo es una novela de Azorín, El escritor, que me regalaron cuando cumplí doce años porque siempre estaba escribiendo.

AC. –Para alguien que no conociese el estilo literario de García Martín, ¿cómo lo definiría y qué destacaría de este para hacerlo único y reconocible?
JLGM. –Piensa lo que dice y dice lo que piensa de la manera más clara posible.

AC. –¿Qué opinión le merece la nueva poesía y/o la poesía joven?
JLGM. –Que, como siempre ocurre, está formada por una legión de poetas mediocres, por otros que ni siquiera son poetas y por media docena de nombres memorables. ¿Quiénes son estos últimos? Lo sabremos con certeza cuando pasen algunos años. Lo mismo se podría decir en 1518, 1618 o 1927.

AC. –Para André Maurois no había nada más placentero que el poder releer y anotar sus libros favoritos. ¿Cuáles son los libros que a José Luis García Martín le gusta releer y anotar y nunca se cansa de ello?
JLGM. –Yo nunca me canso de los libros, pero me canso pronto de cualquier libro. Incluso al Quijote tengo que dejarlo reposar un tiempo, bastante tiempo, antes de volver a él. Leo más que releo, al contrario de lo que dicen que suelen hacer los buenos lectores.

AC. –¿Qué personaje le hubiese gustado haber sido para ser recordado siempre? ¿Teme ser olvidado a pesar de una trayectoria literaria tan impresionante?
JLGM. –Personaje, Sócrates o Sherlock Holmes; escritores, Goethe o Borges. Sospecho que voy a ser olvidado y no me hace ninguna gracia. Pero sabré resignarme, qué remedio.

AC. –Sé que Pessoa es una de sus referencias. ¿Por qué? ¿Qué no encuentra en otros y sí en el poeta portugués para hacerlo indispensable entre sus escritores predilectos?
JLGM. –Me fascinó Pessoa, cuando lo descubrí a los veintipocos años, por lo mucho que se me parecía. Conocerlo a él era como conocerme mejor a mí mismo. Ahora que he vivido veinte años más de los que él vivió, creo que nos parecemos menos. Antes le tenía por un padre y ahora por un hijo genial y desdichado.

AC. –Exiliarse a Bruselas o Ginebra parece estar de moda. ¿A qué ciudad se exiliaría García Martín sabiendo que puede que no regrese nunca?
JLGM. –Yo, de no vivir en Oviedo, estaría muy a gusto en Lisboa o en Oporto, en Roma o en Nápoles. Creo que en cualquiera de esas ciudades me sentiría como en casa.

AC. –Un libro, una canción (o grupo musical), una comida y una bebida.
JLGM. –No soy yo hombre de un libro, soy más de una biblioteca. La bebida la tengo clara, agua del tiempo. La canción, cualquiera escuchada en buena compañía (sin desdeñar la música del silencio, mi favorita). Lo mismo puedo decir de la comida: nunca recuerdo lo que he comido, sí el lugar y los amigos que me acompañaron.

AC. –Las reuniones dan para mucho, y más si es para compartir una cena, eventos muy propios para sacar los trapos sucios, como sucede en la película La celebración, de Thomas Vinterberg. Podría proponerle un juego en el que usted escogiese a diez poetas y el modus operandi resultase similar al de los Diez negritos de Agatha Christie, pero le pediré que me cite a doce poetas vivos con los que compartiría una cena (y que por supuesto no sería la última).
JLGM. –Yo una cena la comparto con cualquier poeta, siempre que no me hable de su poesía ni me lea ninguno de sus poemas.

ANTONIO CRUZ ROMERO

MARCOS TRAMÓN
José Luis García Martín.

Sherlock Holmes y otras historias verdaderas. Newcastle Ediciones, 2018.

       Sherlock Holmes y otras historias verdaderas reúne una serie de relatos que José Luis García Martín fue publicando en las páginas del diario asturiano “El Comercio”, durante el verano de 2017. Son un total de nueve piezas, cada una protagonizada por un escritor sobradamente conocido de la literatura española, hispanoamericana o portuguesa. Así, nos encontramos con nombres como Rubén Darío, Jorge Luis Borges, Pío Baroja, Gustavo Adolfo Bécquer, Fernando Pessoa, Julio Cortázar, Luis Cernuda, Rafael Alberti o el propio García Martín en la última de ellas y en la que vuelve a aparecer su admirado Holmes, “El caso de los suicidios justicieros”. En todos estos relatos, se vale García Martín de su brillante conocimiento de la Historia, con mayúsculas, de la pequeña historia paralela de la literatura y de la geografía vivida de ciudades que ha visitado (Ginebra, Buenos Aires, Fátima, Roma, Bayona…). Ciudades que no son meros enclaves en los que ambientar una acción, sino que, podría decirse, funcionan como un protagonista más de las historias que se nos cuentan.
       Escéptico y documentado, José Luis García Martín demuestra ser muy hábil con los datos que maneja a la hora de aventurar posibles hipótesis o directamente proponer soluciones a los “enigmas” o cabos sueltos que en apariencia nos va dejando la narración que se nos ha hecho o se nos hace cada día de la “historia oficial”. 
       Ya en el relato que abre y da título al libro, “Sherlock Holmes en Venecia”, García Martín se las ingenia para juntar las dispares personalidades del famoso detective británico, “que por entonces –eran los primeros años del siglo XX—causaba sensación en toda Europa”, y del poeta nicaragüense Rubén Darío, con el fin de resolver el caso de las joyas robadas a la esposa de don Carlos de Borbón, doña Berta de Rohan.
       ¿Y quién se podría imaginar a Bécquer de alguna forma implicado en el asesinato de Prim?
       Pero no todo son tramas urdidas con erudiciones librescas, también hay algo de imaginación y de autobiografía, un tanto ficcionalizada, en estas entretenidas narraciones. Es el caso de “Luis Cernuda y el fantasma de Canterville”, en donde se aprovecha un viaje a Buenos Aires y una supuesta visita al tío del escritor asturiano Xuan Bello para acabar trasladando a Cernuda al “castillo apartado del mundo, rodeado de jardines y bosques y en el que se decía que había situado Oscar Wilde su relato”, haciéndole vivir alguna que otra eutrapélica experiencia. 
       Tampoco le faltan a estas páginas demostraciones de un peculiar sentido del humor, lo cual se puede comprobar en el capítulo “Pessoa, la Virgen de Fátima y un premio amañado”, en el que García Martín hace atravesar al poeta de Lisboa por un sorprendente y aparatoso trance, en una solitaria calle de Fátima.
       Taimadas historias acertadas o certeras, en definitiva, que el lector concluirá socarronamente con una media sonrisa al cerrar el volumen.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *