260918.-
A las nueve tengo cita en Manhattan con el oftalmólogo que tiene la oficina en
la calle 37, cerca de la Segunda Avenida que es una de las vías que conducen a
las Naciones Unidas. Salgo con antelación porque la ciudad está tomada por
presidentes, diplomáticos y funcionarios que asisten a la apertura de temporada
de una institución que existe para mantener la paz pero que no sirve para nada.
El Sr. Koch, un alcalde demócrata de Nueva York, dijo una vez que la ONU era un
“cesspool” (una cloaca). Cientos de
policías vigilan la ciudad y la nueva limusina del Sr. Trump lleva un
frigorífico que guarda varias pintas de sangre del mismo tipo que la suya.
Suenan sirenas, pasan ambulancias, un helicóptero da vueltas, los coches apenas
se mueven y un joven ciclista, impaciente, se baja de la bici y camina entre los coches.
Al pasar por el edificio donde está la misión permanente de Cuba ante las
Naciones Unidas, en la Avenida Lexington, tenemos que cambiar de acera: varios
policías armados con metralletas apuntan a los transeúntes. De un hotel de Park
Avenue sale el primer ministro de Japón y se forma un revuelo en torno suyo: un
grupo de japoneses prácticamente lo arropan. En la Quinta Avenida vemos que Lord & Taylor, una de las tiendas
con más solera de Nueva York, cierra sus puertas. Lord & Taylor fue por un tiempo una de nuestras tiendas
favoritas. Duele ver cómo otro establecimiento desaparece. El día está nublado,
pesa el aire y es plomo la luz. Durante la visita al oculista, rodeado de
máquinas, alguien se refleja en un espejo y le cuesta reconocerse. Todavía con
las pupilas dilatadas veo una ciudad tomada, agresiva, en armas. Nos da un poco
de claridad saber que el mundo entero se ríe del presidente de USA. Qué
descansada vida la del que huye en días como estos de Manhattan. (¿Estará uno huyendo
de sí mismo?) ¡Qué alegría vivir en Brooklyn!
A las nueve tengo cita en Manhattan con el oftalmólogo que tiene la oficina en
la calle 37, cerca de la Segunda Avenida que es una de las vías que conducen a
las Naciones Unidas. Salgo con antelación porque la ciudad está tomada por
presidentes, diplomáticos y funcionarios que asisten a la apertura de temporada
de una institución que existe para mantener la paz pero que no sirve para nada.
El Sr. Koch, un alcalde demócrata de Nueva York, dijo una vez que la ONU era un
“cesspool” (una cloaca). Cientos de
policías vigilan la ciudad y la nueva limusina del Sr. Trump lleva un
frigorífico que guarda varias pintas de sangre del mismo tipo que la suya.
Suenan sirenas, pasan ambulancias, un helicóptero da vueltas, los coches apenas
se mueven y un joven ciclista, impaciente, se baja de la bici y camina entre los coches.
Al pasar por el edificio donde está la misión permanente de Cuba ante las
Naciones Unidas, en la Avenida Lexington, tenemos que cambiar de acera: varios
policías armados con metralletas apuntan a los transeúntes. De un hotel de Park
Avenue sale el primer ministro de Japón y se forma un revuelo en torno suyo: un
grupo de japoneses prácticamente lo arropan. En la Quinta Avenida vemos que Lord & Taylor, una de las tiendas
con más solera de Nueva York, cierra sus puertas. Lord & Taylor fue por un tiempo una de nuestras tiendas
favoritas. Duele ver cómo otro establecimiento desaparece. El día está nublado,
pesa el aire y es plomo la luz. Durante la visita al oculista, rodeado de
máquinas, alguien se refleja en un espejo y le cuesta reconocerse. Todavía con
las pupilas dilatadas veo una ciudad tomada, agresiva, en armas. Nos da un poco
de claridad saber que el mundo entero se ríe del presidente de USA. Qué
descansada vida la del que huye en días como estos de Manhattan. (¿Estará uno huyendo
de sí mismo?) ¡Qué alegría vivir en Brooklyn!