III
1 de noviembre, 2023.- Ya está aquí el otoño. Acabamos de llegar del parque con el primer frío en las ramas del árbol del invierno. De nuestro invierno.
De madrugada, cuando el silencio pesa y se siente el aliento de la niebla, uno de los dos traductores selecciona el soneto del día, lo escucha recitado por algún famoso actor inglés, lee opiniones de especialista sobre el poema y comienza a traducirlo. A veces la mañana se abre al mismo tiempo que el poema y ve, desde la ventana, cómo los tejados y la ciudad lejana, se iluminan de una luz dorada. A veces el soneto se resiste, enseña los dientes y lucha como si le molestara el cambio de piel, vistiéndole, desnudo, con ropas que le pueden venir grandes o pequeñas (que es también una forma de traducir). A veces se ofrece dócil y generoso, como un amante; a veces enigmático y retorcido. Pero al final siempre se deja querer.
Por la tarde, cuando la luz comienza a doblar la esquina, el otro traductor lee el poema preparado por la mañana y lo comentan mientras él lo va traduciendo. A veces es cuestión de cambiar un adjetivo, a veces de ordenar un verso completo, a veces de usar la palabra que se aproxima más al espíritu del poema. Discuten lo que dicen los profesionales, intuyen lo escondido, celebran la pasión, la duda, el amor del poeta ante la indiferencia del sujeto cantado. Y, poco a poco, igual que la vida pasa y el verano deja sitio al otoño y este al invierno, la carpeta va aumentando de volumen, de notas, de fechas, de sugerencias. Y desde aquel “lejano” 20 de julio en que el “guapo amigo” comenzó la aventura, hasta ayer, 31 de octubre, hemos alcanzado los cien sonetos. Aun nos quedan 54…
Copio el soneto 35 tan oportuno y tan vivo. “Todos los humanos cometen errores, incluso yo en este soneto…”