Cuadernos de Humo

Un libro para perderse


Mapa al corazón del hombre
Carlos Roberto Gómez Beras
Isla Negra Editores. 2012
Es un libro, en apariencia con tres
patrias (Puerto Rico, República dominicana y La Habana), pero en realidad
es un libro universal, como lo es la poesía, con destellos europeos, con
la querencia de tu sangre, con el oportunismo del inglés (que posiblemente
le roba al libro unidad), con la riqueza de una educación sentimental e
intelectual. Hay poemas que se quedan pegados a uno como se queda la
niebla en un día nublado y hay poemas claros y luminosos como un día de
primavera. Al leerlo por tercera vez hay poemas que se ponen de pie, que
reclaman un lugar en el corazón del lector. Por otra parte la edición es
modélica, implacable, dándole al poema un comienzo y un final y un espacio
para que respire.
         Mapa al corazón del hombre es un libro de madurez, rico en
metáforas y en planteamientos éticos y morales. La parte más completa
para mí es “Las coordenadas del beso” y la que menos, sin
duda por mi falta de preparación cultural en el tema tratado, es la parte III, “Los pequeños
cantos de Yemayá”, que volveré a leer de nuevo.
         A nivel personal el
texto dedicado a Gijón ha sido una sorpresa y una emoción. Soy ciudadano de
Gijón donde paso los veranos y adonde algún día volveremos a quedarnos para
siempre.
         El poema que
cierra el libro y que da título al libro es un hermoso y poderoso retablo, un
canto general que escrito desde dentro, desde el misterio de la poesía,
 transciende fronteras, ríos, nubes, da libertad a cometas y hace
preguntas y da respuestas  y llena nuestro corazón de una vulnerable belleza.
          En
Mapa al corazón del hombre es fácil perderse
aunque se conozca bien el camino.
Tres poemas
Nota del viajero que lee el mundo a
solas
Este libro no es mío.
Le pertenece
a las palabras que una vez dichas
se esconden como semillas
y a los silencios que solo cantan de
noche
como las raíces en un bosque de almas.
 El insomne
Señora, dueña de mi paz.
Su olor arropa mis noches
como la sombra de un limonero
alumbra con soles amarillos
un íntimo patio y su fuente.
Le pido que me libere
de este mal hábito de dormir
o que derrame, esta sin mesura,
la vasija narcótica, el mezcal y el
gusano
que añeja entre sus piernas.
 
II

Primero fui barro, fuego y madera.
Luego mapa, razón y cifra.
Ahora soy puro mármol,
suave perfil de ángeles,
fina caligrafía entre dos fechas.
¿Por qué lo hermoso es más bello
cuando lo miran los ojos de la muerte?
    De Seis epitafios para el amor insepulto

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