En
los primeros días de agosto, de aquel turbulento período
los primeros días de agosto, de aquel turbulento período
aciago de la dominación roja en Toledo, los marxistas acabaron violentamente con la vida del abogado falangista Félix Díaz de Rivera, quien había compartido tribuna con José Antonio en el mitin del Cine Moderno el 24 de febrero de 1935.
José Luis Jerez Riesco, Falange imperial.
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Mi madre
nos hablaba mucho de su único hermano. Al tío Félix, nos contaba, lo fusilaron
los rojos una madrugada en el Paseo del Tránsito, muy cerca de donde vivía la
familia. El tío Félix, un falangista destacado amigo de José Antonio Primo de
Rivera, una persona de orden, un abogado
defensor de los parientes pobres que venían del pueblo, un buen lector que se
reía a carcajadas cuando leía el Quijote, un hermano tierno que jugaba con su
hermana que nació muchos años después y a la que llamaba cariñosamente Pipi. El
tío Félix trabajaba en un despacho que tenía muebles oscuros y pesados con
perfiles y cuerpos tallados y una biblioteca con la Enciclopedia Jurídica de tomos
en rojo. El camarada Díaz Rivera con camisa azul -¡Presente!- caído por Dios y
por España en una fotografía en blanco y negro, una biografía, una medalla con
luceros y laureles con la que nosotros jugábamos a otra guerra y una fecha en
el libro de los mártires de la Guerra Civil. Mi tío Félix, niebla y muerte al
amanecer, recordado la primera tarde de septiembre con una luz con sabor a
membrillo maduro, muerto por unos ideales olvidados, unos colores de camisa
descoloridos, un ritual apolillado y unas pistolas oxidadas.
nos hablaba mucho de su único hermano. Al tío Félix, nos contaba, lo fusilaron
los rojos una madrugada en el Paseo del Tránsito, muy cerca de donde vivía la
familia. El tío Félix, un falangista destacado amigo de José Antonio Primo de
Rivera, una persona de orden, un abogado
defensor de los parientes pobres que venían del pueblo, un buen lector que se
reía a carcajadas cuando leía el Quijote, un hermano tierno que jugaba con su
hermana que nació muchos años después y a la que llamaba cariñosamente Pipi. El
tío Félix trabajaba en un despacho que tenía muebles oscuros y pesados con
perfiles y cuerpos tallados y una biblioteca con la Enciclopedia Jurídica de tomos
en rojo. El camarada Díaz Rivera con camisa azul -¡Presente!- caído por Dios y
por España en una fotografía en blanco y negro, una biografía, una medalla con
luceros y laureles con la que nosotros jugábamos a otra guerra y una fecha en
el libro de los mártires de la Guerra Civil. Mi tío Félix, niebla y muerte al
amanecer, recordado la primera tarde de septiembre con una luz con sabor a
membrillo maduro, muerto por unos ideales olvidados, unos colores de camisa
descoloridos, un ritual apolillado y unas pistolas oxidadas.