El día 8 se celebra
el Día de la mujer. Los de la radio me piden que diga algo y he leído un
fragmento de un poema titulado “La brigadista” que está basado en esta
entrada de uno mis diarios. Algunos de mis lectores pueden que se acuerden de
Estelle. Mi homenaje a todas las mujeres.
el Día de la mujer. Los de la radio me piden que diga algo y he leído un
fragmento de un poema titulado “La brigadista” que está basado en esta
entrada de uno mis diarios. Algunos de mis lectores pueden que se acuerden de
Estelle. Mi homenaje a todas las mujeres.
Martes,
20.- Ya no podrá ir a ninguna manifestación y desear que la policía la detenga
y algún fotógrafo, al verla tan aparentemente delgada y frágil, le haga una
fotografía que The New York Times publicará al día siguiente. Ya no podrá
sentirse una heroína de la revolución frustrada.
20.- Ya no podrá ir a ninguna manifestación y desear que la policía la detenga
y algún fotógrafo, al verla tan aparentemente delgada y frágil, le haga una
fotografía que The New York Times publicará al día siguiente. Ya no podrá
sentirse una heroína de la revolución frustrada.
Ya no podrá enviar dinero a Castro o
volver a suscribirse, un año más, al boletín de los Amigos de la Brigada
Abraham Lincoln.
volver a suscribirse, un año más, al boletín de los Amigos de la Brigada
Abraham Lincoln.
Ya no podrá enviarnos cada primavera,
como un regalo de amistad, unos bulbos de amarilis rojas.
como un regalo de amistad, unos bulbos de amarilis rojas.
Ya no podrá ponernos por debajo de la
puerta las notitas telegráficas pidiéndonos que le compráramos en la
Cooperativa un tomate, dos patatas, cinco naranjas… ni tampoco decirnos
“grazie” repetidamente, no importa que le dijéramos que en castellano era “gracias”.
puerta las notitas telegráficas pidiéndonos que le compráramos en la
Cooperativa un tomate, dos patatas, cinco naranjas… ni tampoco decirnos
“grazie” repetidamente, no importa que le dijéramos que en castellano era “gracias”.
Ya no podrá llamarnos con voz
temblorosa desde el suelo pidiéndonos ayuda para que subiéramos a levantarla y,
una vez en pie, decirnos que ya no nos necesitaba y que nos podíamos ir.
temblorosa desde el suelo pidiéndonos ayuda para que subiéramos a levantarla y,
una vez en pie, decirnos que ya no nos necesitaba y que nos podíamos ir.
Ya no podrá dejarnos bolsas colgadas
en el pomo de la puerta con libros de poesía, ni negarse a entrar al
apartamento y sentarse, prefiriendo estar de pie en la puerta enseñándonos su
pecho izquierdo que se asomaba como un animalito asustadizo a los vaivenes de
su cuerpo tambaleante.
en el pomo de la puerta con libros de poesía, ni negarse a entrar al
apartamento y sentarse, prefiriendo estar de pie en la puerta enseñándonos su
pecho izquierdo que se asomaba como un animalito asustadizo a los vaivenes de
su cuerpo tambaleante.
Ya no podrá ponerse las camisetas
protestatarias llenas de chapas abogando por causas imposibles, ni emocionarse
con una sonata de Beethoven, o escuchar a todo volumen una emisora de radio de
izquierdas.
Ya no podrá asistir a
los mítines en los que, conociéndola, le daban cinco minutos de tiempo para que
expusiera sus quejas.
protestatarias llenas de chapas abogando por causas imposibles, ni emocionarse
con una sonata de Beethoven, o escuchar a todo volumen una emisora de radio de
izquierdas.
Ya no podrá asistir a
los mítines en los que, conociéndola, le daban cinco minutos de tiempo para que
expusiera sus quejas.
Ya no puede mirarnos con sus ojos
cansados, arrastrar su cuerpo deteriorado, ir de hospital en hospital y de
hospicio en hospicio, ya no puede volver a su casa, a una casa llena de
papeles, de polvo, de olvidos, de telarañas, de flores secas, de bombillas de
luz amarilla, una casa con un piano mudo oculto entre montañas de libros,
postales de sus viajes a España o a Francia clavadas y arqueadas por el tiempo
y el calor en las paredes sucias.
cansados, arrastrar su cuerpo deteriorado, ir de hospital en hospital y de
hospicio en hospicio, ya no puede volver a su casa, a una casa llena de
papeles, de polvo, de olvidos, de telarañas, de flores secas, de bombillas de
luz amarilla, una casa con un piano mudo oculto entre montañas de libros,
postales de sus viajes a España o a Francia clavadas y arqueadas por el tiempo
y el calor en las paredes sucias.
Ya no podrá escuchar las canciones de
la Guerra Civil española, hablarnos de su madre, o verla como se le iluminaban
lo ojos, sin duda recordando su tiempo de maestra, cuando le contaba cosas de
mis alumnos o mis clases.
la Guerra Civil española, hablarnos de su madre, o verla como se le iluminaban
lo ojos, sin duda recordando su tiempo de maestra, cuando le contaba cosas de
mis alumnos o mis clases.
Se ha muerto en un hospital cuando
deseaba con todas sus fuerzas volver a su casa donde pensaba que si volvía no
se moriría. Se ha muerto una mañana luminosa de otoño y nos ha dejado un poco
más solos y más tristes.
deseaba con todas sus fuerzas volver a su casa donde pensaba que si volvía no
se moriría. Se ha muerto una mañana luminosa de otoño y nos ha dejado un poco
más solos y más tristes.
Como una nube de nieve o una bomba de
frío en el refrigerador siguen envueltos en una enorme bolsa de plástico los
antibióticos que su sobrina trajo porque el refrigerador de Estelle había
dejado de funcionar.
Ya no necesita los
antibióticos, ni el aire, ni la luz, ni los periódicos que almacenaba y no
leía.
frío en el refrigerador siguen envueltos en una enorme bolsa de plástico los
antibióticos que su sobrina trajo porque el refrigerador de Estelle había
dejado de funcionar.
Ya no necesita los
antibióticos, ni el aire, ni la luz, ni los periódicos que almacenaba y no
leía.
Uno se extraña de que se muera alguien
con el que había compartido parte de su vida y salga el sol, los colegiales
inunden la calle de ruidos y de vida al salir de la escuela y se caigan las
hojas de los árboles.
con el que había compartido parte de su vida y salga el sol, los colegiales
inunden la calle de ruidos y de vida al salir de la escuela y se caigan las
hojas de los árboles.
“La voy a echar de menos” —dices,
mientras caminamos por un sendero alejado y solitario del parque cubierto de
hojas amarillas. Ya no tendrás que subirle en noches frías de invierno la sopa
que le hacías para darle el calor que no tenía, ni hacerle el flan o la
tortilla española que tanto le gustaba.
mientras caminamos por un sendero alejado y solitario del parque cubierto de
hojas amarillas. Ya no tendrás que subirle en noches frías de invierno la sopa
que le hacías para darle el calor que no tenía, ni hacerle el flan o la
tortilla española que tanto le gustaba.
¿A quién le ha de contar ahora que su
abuelo leía a Pushkin en ruso? A estas horas lo único que puede hacer es leerle
la cartilla a la que la esperaba hacía tiempo. La avariciosa compañera pronto
va a saber que ha escogido un duro hueso de roer.
Se ha muerto sin nadie, como
vivió toda su vida, nuestra querida brigadista. Se nos ha muerto Estelle.
abuelo leía a Pushkin en ruso? A estas horas lo único que puede hacer es leerle
la cartilla a la que la esperaba hacía tiempo. La avariciosa compañera pronto
va a saber que ha escogido un duro hueso de roer.
Se ha muerto sin nadie, como
vivió toda su vida, nuestra querida brigadista. Se nos ha muerto Estelle.