Sí, ya sabemos que la poesía es la voz del alma, la que echa leña al cerebro o te pone un nudo en la garganta. Sabemos que la poesía canta lo que se pierde y lo que se encuentra, lo imposible y lo cotidiano. El alma no es algo oscuro, ni triste, ni melancólico (los tristes y melancólicos somos nosotros). El alma es un golpe de luz, un chispazo de gracia, un territorio sin murallas ni trincheras. El alma también sonríe y su lenguaje es alegre, a veces jocoso, con un sonido donoso, ocurrente que nos ayuda a olvidar las penas.
Poesía jocosa,de Antonio del Camino, enlaza con el “Cancionero de obras de burlas provocantes a risa” y con el “Cancionero moderno de obras alegres”, ambos con poemas de los mejores poetas del Siglo de Oro, del XVIII y del XIX. Es un libro dividido en tres partes: Chisnetos, Chisnetos de doble hoja y Gilacetos. Antonio del Camino, poeta serio por un lado, también es un poeta con un excelente sentido del humor y un virtuoso de la rima. Algunos Chisnetos, que es la parte donde el poeta demuestra sus cualidades, pueden codearse con la mejor muestra de la poesía jocosa.
¿Quién no recuerda las fábulas de Samaniego o Iriarte? ¿No fueron ellas las que nos abrieron el camino a la poesía? Tenían ingenio, ritmo, humor, ironía, musicalidad, argumento y, además, moraleja, virtudes que están presentes en la obra de Antonio del Camino. Las fábulas, como los poemas de Poesía jocosa, son un cristal de aumento enfocado sobre nuestros defectos y vicios para permitirnos observar sus peculiaridades con una sonrisa en los labios.
El libro, editado por If Ediciones, al cuidado del poeta Luis Felipe Comendador, nos alegra doblemente los ánimos y nos invita a comprarlo porque los beneficios económicos obtenidos contribuirán a aliviar las necesidades de gentes menos afortunadas. Poesía jocosa ayuda a la ONG SBQ Solidario y está dedicado a “cuantos llevan en su vida la sonrisa por bandera”, “al maestro del humor D. Miguel Gila”, “a Alfredo J. Ramos” y a la familia del poeta.
Un viejo en el doctor: -Doctor, le explico la causa de mi mal… Mire, el primero lo alcanzo sin dudar, y, placentero, llego al segundo y en seguir me aplico. Ante el tercero nunca rectifico, voy a mi ritmo. Siéndole sincero, el cuarto lo acometo muy torero, y ante el quinto, señor, me sacrifico. Con el sexto no puedo aunque lo intente. ¿Qué me manda, doctor, que me alimente, me dé más fuerzas y me ponga bravo? El galeno le dice: -Es una gesta, cinco a su edad. Y el buen señor contesta: -Es que, ¡rediez!, yo vivo en un octavo.