En la no
ta final, un perfecto cierre para un libro abierto, María José Muñoz García, cuenta la historia de mi entrada en el Cultural de ABC Artes y Letras de C-LM y termina diciendo: “Junto al amor de su vida, Hilario sigue ahora recorriendo los senderos de Nueva York y los parques de Brooklyn, su querido barrio. Y cuando vuelven con frío de Prospect Park a su apartamento, sacan la colcha a cuadros multicolores ‘que cosió mi madre con trocitos de telas enlazadas en aquellas largas tardes de soledad y silencio en su Toledo de siempre’, que es también el suyo. Aunque no quiera y muchas veces no sea consciente de ello”.
En “Adiós, Toledo” nos encontramos con el tiempo que pasa, con la lluvia que se seca, la nieve que no quema, el amor que perdura y New York, lumbre, noche, boca de lobo, puñalada al borde de la madrugada, perfil de la ciudad desde la ventana de Brooklyn donde Prospect Park es tumba de amores furtivos, césped que mide tu mortaja, lago donde los perros ladran al cieno… Y a lo lejos Toledo: tarjeta postal, a veces en color, a veces en blanco y negro, siempre amarilla de oro damasquinado de 14 quilates. Dentro de este libro un pequeño museo de “recuadritos”, un libro de horas, de pequeño formato para llevar en el bolsillo del recuerdo.