16-03-21.- Cuando volvemos del paseo comienzan a caer unos copos de nieve. Mañana es San Patricio y por primera vez en muchos años nuestra amiga Mary, la irlandesa de los ojos verdes, no va a celebrar la tradicional fiesta. La vida es así: uno cree que es difícil que nieve a mediados de marzo, que puede haber un dolor mayor que otro, que ya no esté con nosotros alguien que mañana habría celebrado su cumpleaños, que haya una mujer sin techo hablando con la soledad mientras recarga la batería de su móvil, que la muerte se vaya llevando, poco a poco, a irlandeses felices celebrando a su santo patrón, que se enfríen el repollo y las patatas cocidas y el corned beef, que el tiempo vaya destiñendo el color verde de la esperanza y del recuerdo de Irlanda, que en el piano no suene “Danny boy”, una de las canciones irlandesas más tristes, que el aire frío del tiempo endurezca el olor crujiente del soda bread, que mañana, día de San Patricio, en un apartamento del piso décimo, el silencio y la soledad sean los invitados a la fiesta.