23-03-21.- Me piden un vídeo de 4 minutos de duración que hable del último libro publicado. El primero que grabo dice el técnico que tiene ruido. Uno, que es un ignorante, se disculpa y echa la culpa al ruido que entra por la puerta de la terraza que hemos abierto para dejar entrar la primavera. El amigo del técnico me dice que no, que no es ese tipo de ruido, que “el ruido de vídeo es un problema habitual en clips de vídeo grabados con poca luz o con dispositivos con un sensor pequeño, como teléfonos inteligentes o cámaras deportivas” y que si puedo hacer otro intento con un móvil. Obedezco, me cambio de camisa y me vuelvo a aprender el sermón de cuatro minutos (que se queda en minuto y medio). Cómo llevo sin salir varios días por culpa de la espalda que me hace andar en forma de L (alguien me dice que me deje de poesía del dolor, que no lo pilla y que diga que me duele el espinazo) no me he afeitado y parezco que en vez de haber escrito el libro lo he robado. El amigo del técnico, que es poeta, me da las gracias y me dice que el vídeo está bien pero que está en horizontal y tiene que ser en vertical y se echa la culpa diciéndome que se le olvidó decírmelo. La barba sigue creciendo y entre que no pego ojo por las noches, los medicamentos y que llevo el buzo gris de un pijama parezco un presidiario; nadie va a querer comprar libro a un delincuente como no sea el Sr. Trump. Pongo el iPhone en vertical y yo en forma de L y vuelvo a grabar por tercera vez el vídeo de cuatro minutos que ahora es de dos y medio. Como la puerta de la terraza estaba abierta, al escucharlo me doy cuenta de que el ruido de la vida, ese que echo de menos y que me hace sentirme extraño, pone una música de fondo que ni que hubiera contratado a San Bach. Dudo en si mandárselo al amigo del técnico que a la vez es amigo mío. Al ser horizontal se ven las grietas del techo, un trozo de ventana y un viejo con un gesto oscuro hablando de un libro que es “un conjunto de luminosas viñetas, a medio camino entre la nota costumbrista y el poema en prosa, entre la actualidad neoyorquina y las memorias españolas. Inagotable caleidoscopio”.
Decido enviarlo disculpándome de ruido de la vida y mi amigo el poeta me anima diciéndome: “Excelente ruido de fondo. A mí esos sonidos me relajan si son moderados. Hay vida bullendo”. Por un lado me deja feliz, por otro la melancolía se pone más negra por esa vida que bulle y que uno no puede alcanzar. Al intentarlo el visillo de la vida, damasquinado por una luz justiciera, le cierra la salida mientras en la calle las sirenas, las voces, los ladridos, los frenazos son una cantata atea en el corazón de un prisionero.
Al menos tienes sentido del humor y sabes sacarle jugo a las situaciones. Me has hecho reír y, cómo no, también me he emocionado. Siempre me pasa.
Esa “ele” es una intrusa muy particular e incómoda. Cuídate mucho amigo, y vuelve a abrir la ventana.
Besos.
A mal tiempo, buena cara. Muchas gracias. Me alegro que tú vayas mejorando. Un beso.
Excelente comentario. Me has hecho sonreír en medio de esta pandemia sin fin.
Muchas gracias. Ahora algunos amigos te están buscado a ti y al técnico para que les hagan un video vertical, que a mí me suena a sindcato.
Me encanta como lo cuentas…y también me ha hecho reír imaginándote…
Y es que todo debe ser así, como la vida misma, con sus todos e imperfecciones.. Pero con sus sentimientos sublimes…
Gracias, Hilario..
A mal tiempo, buena cara. Muchas gracias. Un abrazo