Entre pastilla y pastilla, desde mi celda, la vida ha ido pasando, llegó la nieve, pasó enero y en el tejado de pizarra de la escuela de ladrillos rojos se suicidó la lluvia. Engañados por una luz imprevista, como nos pasa a todos, salieron los primeros brotes de esas flores humildes que una helada traicionera les corta la respiración. Han venido los amigos con un ramo de minúsculas y pasajeras rosas amarillas, frijoles perfumados, pan crujiente, membrillo extremeño de tía Purita y un potaje de garbanzos que olía y me recordaba a las Mil y una noches. Salió el sol y volvimos al parque: dos viejos precedidos de su sombra.
Y mejor que la medicación: la poesía y la presencia del mejor enfermero de Bruklin.
La poesía me ha ayudado más de lo que yo podría imaginarme. Me ha dado tiempo de completar el tercer y último volumen de la Antología bilingüe. Entre las nuevas tradiciones la voz de Jean Garrigue, una poeta olvidada que en los sesenta y los setenta gozó de gran popularidad. Aquí dejo uno de los poemas pensando en mis amigos que piensan que los gatos son unos animales fascinantes.