Duérmete, muerte, en la cuna de la esperanza.
Que cuando llegues, niña/anciana, seas liberación y no esclavitud,
un leve encuentro con la Nada,
una caricia súbita de nieve,
que no quede entre las sábanas, donde creció el amor,
el pesado olor al azufre de tu ojos,
que seas un invento de poetas,
locos y suicidas.
Uno de los réquiems que ocupa un lugar de honor en el cementerio de nuestras vidas es el de Fauré. Anoche lo volvimos a ver dirigido por Paavo Järvi dirigiendo a la Orquesta de Paris y a disfrutar del sentido “didáctico” y “gráfico” del director que dirige como si escribiera…
Buscando un dato de la vida del compositor me encontré con esta respuesta que, en pocas palabras, define su réquiem y razona a la vez sobre la muerte.
(Se ha dicho que mi Requiem no expresa el terror de la muerte y alguien lo ha llamado una canción de cuna para la muerte. Pero es así como yo veo la muerte: una feliz liberación, una esperanza de felicidad en el más allá, en vez de una dolorosa experiencia).
“It has been said that my Requiem does not express the fear of death and someone has called it a lullaby of death. But it is thus that I see death: as a happy deliverance, an aspiration towards happiness above, rather than as a painful experience.”