Volver al Botánico en enero es recordar que cuando éramos felices sabíamos que lo éramos.
Viene la nieve
y clava sus raices
en el pecho del lago.
Regresa el sol con su lanza
que clava en el costado
y deja en el agua
la cicatriz del invierno.
Volver al Botánico en enero es recordar que cuando éramos felices sabíamos que lo éramos.
Viene la nieve
y clava sus raices
en el pecho del lago.
Regresa el sol con su lanza
que clava en el costado
y deja en el agua
la cicatriz del invierno.