SOBREVIVIENDO
Hay días en que el temor a la muerte
es tan ubicuo como la luz. Lo ilumina
todo. Sin él, no habría notado esta mariquita
brillante como una gota de sangre
en el blanco alféizar de la ventana.
Su cabeza no más grande que un punto,
sus ojos como puntas de agujas de tejer,
se ha parado un momento a descansar,
las rodillas bloqueadas, las cubiertas de las alas
ocultando
su delicado encaje.
A medida que el temor a la muerte, tan atento
a todo ser viviente, se acerca ella,
las diminutas antenas dejan de moverse.
Cuanta sabiduría encierra este poema: la muerte nos alcanza y toca a todos. Incluso a ese bello y pequeño animal.
De todo el libro, este es uno de mis poemas preferidos.
Nadie se libra de ese toque certero que te cierra los ojos en esta vida.
Bellisimo poema, para mi desconocido.