Cuadernos de Humo

Veinticinco años de tratos y maltratos. Una gozosa tortura.

El poeta y amigo Luis Malo Macaya puso el otro día en su muro de Facebook la portada de Principios y finales, uno de los numerosos libros de José Luis García Martín que yo no tengo. (He mirado en Amazon y está a la venta). Se lo comenté a Luis y me dijo que me lo mandaría. Quedamos en que iría yo por él. Hace un momento Javier Gallego me pide mi dirección para mandarme Somos grieta un libro de poemas que acaba de publicar y me pregunta: “Y de paso, ¿conseguiste ya Principios y Finales de JLGM?” Me alegra el día, no solamente por su generosidad, también por el detalle de acordarse de uno.

Para estar seguro de que no tengo Principios y finales he revisado las dos baldas de mi “biblioteca” en donde están la mayoría de los libros de jlgm. No, no lo tengo. Pero extraviado aparece Como tratar y maltratar a los poetas, un libro de “notas de lectura” publicado en 1996 que lleva una dedicatoria autógrafa del poeta fechada el 9.9.99. (El extrañó y largo título es de Noel Clarasó que uno leía en La Vanguardia, donde publicaba pequeños artículos de humor). Con solo poner atención a la portada el avispado lector se percatará de las herramientas que el “crítico feroz” va a usar con algunos poetas, en el prólogo nos queda claro cómo será el tratamiento y veremos, en la sala de espera, a nombres respetables que aguardan la tortuga: Manuel y Antonio Machado, Salinas, Dámaso Alonso, Andrade, Saba, Larkin, Rilke, Pessoa o Rupert Brooke, y también Basilio Fernández, José María Morón, Costafreda, Miguel D’ors, Cesar Simon o Gil de Biedma.

Cierto es que algunos textos son muy discutibles y el autor lo sabe y está dispuesto a defender lo que queda escrito. Uno se asombra de que el libro tenga ya 25 años de edad y que sin embargo parezca recién nacido. Principios y finales es mucho más que un libro de “notas literarias”. Es un manual de literatura, un breviario de ideas, un volumen en el que hay sentido común, la seguridad de saber de lo que se habla, el manejo de la historia de la poesía y una contundente ironía. Una gozosa tortura. Pienso que es un buen momento de volver a leerlo. Si yo tuviera poder obligaría a leer este libro a todos los que están interesados en la poesía y de una manera especial a:

Los que escriben libros de poesía cuando todavía no saben lo que es la poesía.
A los profesionales de la poesía.
A los que publican poemas que otros tiran a la basura.
A los “críticos paralíticos que se empeñan en enseñar a andar al lector”. A los que están ciegos por los reflectores de algunas editoriales y se atreven a recomendar libros a lectores que ven crecer la hierba.
A esos poetas que todavía no se han enterado de que la poesía es la voz del alma y también “eso” que nos hace estallar los sesos, que la poesía es lo que nos consuela y nos mantiene, que hay que volver nuestro corazón y cerebro a la poesía para entender nuestras vidas.
A los que no entienden que menos es más, que la poda es necesaria, que dejen en la boca de lobo del olvido los poemas que escribieron de párvulos.
A los que sabemos, ahora que estamos entrando en otra boca de lobo, que vamos a ser polvo, ceniza y nada.

He vuelto a leer el libro y he vuelto a aprender a respetar la poesía. Y he vuelto a recordar que “ningún poeta como Omar Khayyam ha sabido formular, de las más concisa y eficaz manera, las eternas preguntas que no tienen respuestas”.

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