El edificio de ladrillos rojos.
Viene la nieve
y crece en el tejado
la madrugada.
Al mediodía
extiende su raíces
la sal del sol.
A media tarde
se amotina la sombra:
temblor de huida.
Como una gata
las uñas de la noche
la plata funde.
Pasa la vida
y un paraguas se viste
de luz mojada.
Ay Hilario ¡cómo nombrarte! Se junta tu mirar a tu palabra y es como si todo se engalanara de nuevo. Lo rutinario se nos vuelve original. Y nos preguntamos cuántas coaas dejamos pasar sin deternos en su riqueza. La palabra crece a la medida del asombro. Y todo cobra sentido. Como me gusta esta conjunción. Tu imaginación ya es un haiku de silencios. Bravo, Hilario. Bellisimo todo.