Que el camino sea largo y si hay molinos que no haya viento,
que al llegar haya alguien que espera, aunque sea el silencio,
que la lumbre esté despierta y la sombra apagada,
que tu mirada se llene de paisajes y aventuras al sentir cómo la isla viaja montada sobre el regazo del Divino Ogro,
que cuando aprendas que las nubes no son nubes ni el cielo es azul te dé tiempo a cruzar la laguna,
y, sobre todo, deja la puerta abierta para que entre la noche sin llamar.