En el último libro de poemas de Isabel Marina, “Donde siempre es de día”, hay un lugar donde la muerte no llega, otro para un mundo ordenado, un rincón para una figura de Lladró, el sonido de una monja, Hildegard, de un violoncello, la droga mágica de Bach, un escalofrío en el lecho de Rosalía queriendo ver el mar antes de morir.
Un libro con el color verde de la última esperanza, la sombra doblada de la muerte, que tarde o temprano llega, y, también, hay sonido, color y calor, emoción, espacios, tiempo, pequeños objetos donde la belleza da señales de vida y unos chispazos en donde la razón interviene.
Pero sobre todo en “Donde siempre es de día”, aunque venga la noche en pateras vacías, hay poesía al alcance de todos: poesía que te arropa y que te desnuda, poesía cotidiana, “como la vida misma”, sin demasiadas metáforas o recursos barrocos que desvíen y entorpezcan al lector del mensaje poético que los poemas encierran.
Poesía “didáctica”, del yo que es de nosotros, que ayuda a abrir una ventana o a cerrar unos ojos o a doblar el pañuelo de una madre muerta.
Un libro, prologado por Ángel Alonso y editado por “El sastre de Apollinaire”, necesaria para estos tiempos en que nos ha tocado vivir: que nos ayuda a respirar.
Preciosa reseña, Hilario. Isabel Marina debe sentirse feliz por ello.
Enhorabuena a ambos.
Un abrazo.
Es un libro “ordenado”, con poemas “como la vida misma”. Muchas gracias.
Enhorabuena por la presentación.