Decir adios es siempre avanzar un poco más deprisa hacia el mar.
Un viejo no dice “hasta siempre”, dice “adios”, sabiendo que el mar le espera.
Cargado de algas y peces al llegar a la desembocadura se deja de ser río para ser corriente.
Al sentir el sabor salobre de la muerte se sabe que se ha llegado a la otra orilla.
Amar ayuda a nadar y también a naufragar.
Mejor ser afluente que río de oro.
Al pasar la barca dice el barquero: los enamorados son los primeros..