Un proverbio aconseja, un refrán “educa”, un aforismo abre caminos.
Un aforismo puede ser un poema. Una greguería, a veces una metáfora que, como un cuervo solitario, vuela en el cielo del olvido.
Un aforismo debe ser llave, camino, desembocadura y debe marcar la pauta.
Pilar Aranda, poeta, “agente” cultural, viajera a mares lejanos en barcos imposibles, malagueña de adopción, en el mejor sentido de la palabra buena, licenciada en Derecho, maestra, especializada en Derecho Comunitario, prudente y generosa ha publicado varios libros de poesía y hemos tenido la suerte que fuera protagonista en uno de los más solicitados Cuadernos de Humo.
Los aforismos necesitan de “foro”, del ruido del mar, del silencio de un cartujo.
Los aforismos deberían rasgar la piel de la razón. Ser puñal, navaja y cuchilla.
Breves, luminosos, puñalada o rasgadura.
Como buena “jurista” y poeta Aranda, que cultiva el aforismo, acaba de publicar en Libros del aire, “De la guerra, los elegidos”, una colección de puñaladas que a veces son poemas, otras hondas y luminosas metáforas, todas son llave que abre en canal la tela metálica de la razón. En ocasiones la rasgadura es tan profunda que la mayoría de los aforismos (llamémoslos así) no cicatrizan y nunca se olvidan.
“De la guerra, los elegidos” está dividido en cuatro secciones: “Niebla”, “Los elegidos”, “Libertad y esperanza” y “La voz de la palabra”. Son sesenta y dos palomas volando en un cielo que arde, madres que han perdidos a sus hijos, enemigos que pretenden fulminar la paz, gente que canta himnos del pasado y así “ahogan un canto a la libertad”, y la guerra como telón de fondo..
“La mayor traición siempre llega en la boca de un beso”.
“En el campo de los perdedores, siempre habrá mujeres que descubran una nueva y dolorosa humillación”.
“Ni en sueños consigue el dictador liberar sus obsesiones”.
Un libro conciso, luminoso, breviario para momentos oscuros, un puente de esperanza hacia la libertad.
