Cuadernos de Humo

hilario.barrero

La sombra avanza

¿Al final qué queda de la vida? ¿Qué nos acerca a la muerte? ¿Qué nos hace recordar momentos que habíamos olvidado? Atardece en agosto. Fuera la vida tiene un ruido de fruta madura. Desde la terraza, a lo lejos, la ciudad se enciende, un rojo entreverado de negro navega en un fondo azul marino y […]

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Teresa Bergaza

Ya se sabe: la muerte mata más al que deja que al que se lleva, avisa y nos recuerda, si somo viejos con más certeza, que cada vez uno se va quedando más solo. En el álbum de nuestra historia muchas de las fotografías se van poniendo grises, llenas de sombras. En nuestro altar Teresa

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Mercado central

Los vecinos de al lado son un matrimonio americano. Tienen dos hijos a los que hemos visto nacer y aunque hemos vivido puerta con puerta durante más de veinte años, nos saludamos de tarde en tarde cuando nos vemos en el ascensor, o si tenemos algo que decirnos, por notas que nos dejamos debajo de

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Bach bien vale una silla.

Creo que fue en el verano del 51 cuando mi padre decidió llevarnos a “veranear” a Retamoso de la Jara, el pueblo donde habían nacido mis abuelos maternos. Aun quedaban dos tías de mi madre y muchos primos. En Retamoso todos eran “tíos” y “primos”. Por entonces éramos solo cinco hermanos. Fuimos a vivir con

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A mano

Me piden un poema “escrito a mano” en tiempos en que la tinta se seca. Qué extraña aparece la temblorosa caligrafía de un viejo que fue joven.

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Desde mi celda

Entre pastilla y pastilla, desde mi celda, la vida ha ido pasando, llegó la nieve, pasó enero y en el tejado de pizarra de la escuela de ladrillos rojos se suicidó la lluvia. Engañados por una luz imprevista, como nos pasa a todos, salieron los primeros brotes de esas flores humildes que una helada traicionera

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El óxido del olvido

26.09.21.- No todo va a ser muertes, fechas luctuosas, tiempo pasado y melancolía. Los bancos en general son para sentarse cuando empieza uno a cansarse de la vida o de una caminata y ver pasar a la gente que corre y monta en bicicleta y a una viejecita que saca al perro (o el perro

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El silencio de Dios

A veces, aunque Honorio era muy cuidadoso y mantenía la patena pegada al cuello de la comulgante, la sagrada forma caía al suelo, más que por descuido del monaguillo, por la rapidez con que la comulgante cerraba la boca. Honorio ayudaba a misa de siete y media en el colegio donde de párvulo aprendió a

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