Cuadernos de Humo

Endecasílabos de Bruklin

El ministro con cara de asustado anunciando la muerte del caudillo, los años que estuvimos separados, aquel septiembre del 78, mil temblores camarada Walt Whitman, el encuentro con Pound y con su pacto, Robert Frost señalándome el camino:
Two roads diverged in a yellow wood, / And sorry I could not travel both…

En el primer invierno tuve frío, en diciembre la muerte de John Lennon, el encuentro con Ginsberg y su amante, la temida llegada de la peste, el cuerpo amoratado de José, el temblor en las toses y su ausencia, tiempo de abrir cajones clausurados, de correr los visillos de unos ojos, de destruir secretos y juguetes, de ablandar el dolor en las almohadas, el miedo de vivir y respirar, miedo de abrir la puerta de tu cuerpo, de tachar direcciones, contraseñas, temiendo que el sofá pudiera hablar y la cama guardara lo que sabe.

La llegada del once de septiembre, el tiempo de la tesis y Urabayen, pregonero del Corpus de Toledo, el peso del silencio de una madre, la luz siempre naciendo en Prospect Park, los viajes a Princeton con el alba, en CUNY y el perverso escalafón: adjunto y asistente y asociado y al final un oscuro profesor, Springsteen, Joan Baez y Leonard Cohen:
Well, never mind / We are ugly but we have the music.

Y de nuevo otra guerra, otra peste, salir a la terraza era imposible, Manhattan recortada, inalcanzable, los diarios poniéndose amarillos, las bolsas de papel iluminadas van perdiendo color y están vacías, dudas si dos y dos son sólo tres, la hernia, neumonía, el oculista, la fachada de los ladrillos rojos, una sierra en la espalda y en el pecho el misterioso ruido de la vida.

Los libros que me llegan dedicados, las flores que dejaron su ceniza, los vecinos que avisan que están vivos y dejan en la puerta dos manzanas, vivir al recordar lo ya logrado, temblar al repasar lo que nos queda, olvidar el final de una aventura, confundir el comienzo de un poema y en noches de total melancolía escuchar los nudillos de la muerte llamando suavemente para entrar.

Es algo que me parte el corazón, cuando uno de los dos abra la puerta y perdamos la llave para siempre.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *