Cuadernos de Humo

Como en un espejo: la poesía de Víctor Jiménez

¿Qué se necesita para que un poema despierte la emoción y llegue a ser parte del lector? ¿Que el poema tenga rima, medida?, ¿que llene de fuego el cerebro y ponga a palpitar el corazón? ¿Que deje al lector con un nudo en la garganta o una cometa en su imaginación? ¿Que cuente una historia? ¿que tenga sentido común, un principio, un final y que deje ver la sensibilidad, la destreza y la técnica del poeta?

Las respuestas a estas preguntas las encontramos en la poesía de Víctor Jiménez y concretamente en su último libro “El agua entre las piedras”, una antología, publicada por Valparaíso ediciones, que abarca desde 1984 hasta 2022 y recoge casi 40 años de poesía publicada en once libros. La cuidada y rigurosa edición corre a cargo del poeta y crítico Juan Lamillar.

En la antología se siente a nuestros clásicos, a Góngora, a Bécquer, está en el aire de su poesía, la presencia de los hermanos Machado, el leve toque elegíaco de Cernuda, posiblemente el eco de Miguel Hernández y también una contenida emoción, la una sonora claridad, el eterno sonido del agua entre la piedra que es música callada...

Me dices que no sabes que te pasa,
que no duermes muy bien últimamente,
que empiezas a notarte diferente
y andas como una extraña por la casa.

Que lo mismo la duda te traspasa
que la ilusión te lleva en su corriente,
que no estás… y pareces como ausente
y que harías con todo tabla rasa.

Y aunque callo, no pienso en otra cosa
porque también me pasa y ando así.
Y, entre las suaves sábanas inermes,

te imagino desnudamente hermosa,
pensando en mí como yo pienso en ti 
cada vez que me dices que no duermes.

Víctor Jiménez, sevillano, limita al norte con el amor, al sur con la muerte, el este con la nostalgia y al oeste con el tiempo: cuatro puntos cardinales para entrar en su territorio, en el laberinto del agua y no ahogarse. Su estilo se inscribe en la línea del clasicismo formal y temático que caracteriza a la escuela poética sevillana. Poesía donde el paisaje es un “personaje” y en donde fluye una melancólica educación sentimental.

Ojalá fuera verdad:
la muerte, un punto y seguido
en vez del punto final.

Jiménez, arquitecto del poema, demuestra un dominio total en la forma y en el fondo. Dos vertientes formales nos encontramos en su obra: una de poesía rimada o tradicional y otra de verso libre; en la primera trabaja con versos de arte menor y de arte mayor, escurridizos heptasílabos, gloriosos octosílabos, perfectos y equilibrados endecasílabos: un rico muestrario de formas estróficas que van desde la poesía popular, la seguidilla, el romance, la décima, a la poesía culta del soneto. En la otra vertiente aparece el verso libre con luminosos poemas narrativos, con un principio y un fin, ironía incluida y materia para pensar.

Propósito de enmienda

Soy un mal profesor –lo reconozco-–
que no se adapta, como debe,
a los tiempos que corren.
Confieso que no estuve
hoy a la altura de las circunstancias.
He puesto un parte, leve, de conducta
a tres alumnos que no hacían nada
más que gritar, reírse, levantarse
de su sitio y lanzar aviones de papel.
Por suerte, su tutor,
debidamente actualizado,
me hizo ver al instante
que estaba en un error, que no debemos
sancionar por tan poco, que son jóvenes
y no pueden estar como estuvimos
nosotros en la escuela, sentados y en silencio,
que todo es consecuencia del cansancio
acumulado en estos largos meses –dos meses–,
cansancio que nos lleva al malhumor
y a cierta intolerancia.
Ahora me arrepiento
de mi poca paciencia
y de haber coartado, torpemente,
la creatividad
de estos grandes muchachos de altos vuelos,
futuros ingenieros aeronáuticos.
Por suerte, como dije, siempre están
los compañeros
los buenos compañeros para abrirte los ojos.

Víctor Jiménez escribe para sí mismo como quien se mira al espejo. Junto a su imagen nos vemos reflejados y es la poesía quien nos acompaña. Una poesía tradicional, esencial y existencial, de siempre.

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