Cuadernos de Humo

Aldana

6. Por un tiempo Aldana formó parte de mi vida; era el primer candidato de la tesis doctoral. Leí su obra completa, recopilé una considerable lista bibliográfica y empecé a esbozar los capítulos. Pero no pudo ser y Francisco de Aldana, mi querido Damón, se quedó en mi sangre. Y desde entonces a él acudo y leo, sobre todo lo que yo creo es su obra maestra: “Carta del mismo capitán Francisco de Aldana para Arias Montano sobre la contemplación de Dios y los requisitos della”. De muestra, dos gloriosos sonetos.

“Cuál es la causa, mi Damón, que estando

en la lucha de amor juntos, trabados,

con lenguas, brazos, pies y encadenados

cual vid entre el jazmín se va enredando,

 

y que el vital aliento ambos tomando

en nuestros labios, de chupar cansados,

en medio a tanto bien somos forzados

llorar y sospirar de cuando en cuando?”

 

“Amor, mi Filis bella, que allá dentro

nuestras almas juntó, quiere en su fragua

los cuerpos ajuntar también, tan fuerte

 

que no pudiendo, como esponja el agua,

pasar del alma al dulce amado centro,

llora el velo mortal su avara suerte.”

De sus hermosos ojos, dulcemente,

un tierno llanto Filis despedía

que por el rostro amado parecía

claro y precioso aljófar transparente.

 

En brazos de Damón, con baja frente,

triste, rendida, muerta, helada y fría,

estas palabras breves le decía

creciendo a su llorar nueva corriente:

 

«¡Oh pecho duro, oh alma dura y llena

de mil durezas!, ¿dónde vas huyendo?,

¿do vas con ala tan ligera y presta?»

 

Y él, soltando de llanto amarga vena,

della las dulces lágrimas bebiendo,

besola, y solo un ¡ay! fue su respuesta.

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