Uno nunca sabe en qué parte del mundo (o en qué mundo) vive Joaquín Campos, (1974); en qué islas verdes de esperanza marchita crece su soledad. Uno sabe que es propenso a la provocación: mi reino por una reseña, pero que no sea escrita por la plebe. Se cree inteligente, puede que tenga secretos de alcoba y, por si fuera poco, “Soy Dios en la tierra. Hago lo que me sale de los cojones, me salga bien o mal”. Después de él, el diluvio.
Campos le enseña a uno, entre otras cosas, a buscar, en los mapas de la infancia, islas lejanas por donde el escritor se mueve, vive y muere. Se contradice, pelea, y gana aunque pierda. Caminante de Veuve Cliquot, le gusta presumir de deambular a voluntad “lejos del huso horario que le vio nacer”. No tiene domicilio estable, una especie de holandés errante andaluz con internet. De Asia pasó a Cabo Verde donde es escritor a tiempo completo. Tiene una novia de diecinueve “que va a meterse la píldora entre pecho y espalda. Todo sea por correrme dentro”.
El viajero es un personaje contradictorio, exiliado de multinacionales hoteleras, chateando con el mundo en chats equívocos, “leyendo a Cioran certifico que mis dudas concluyen el porqué de los nacimientos. Eso sí, mi complejidad es que utilizo la misma fuerza para no querer ser padre que para correrme dentro”, ahogado en islas con ruidos de árboles al morir, rodeado de esa “soledad, la que tantos quieren ostentar y otros juzgar, lleva tiempo entre mi pecho y espalda que esta novedad a solas sobre un monte en medio de un océano, sin casi habitantes ni mucho menos aeropuerto, es lo más parecido a lo que Dios querría haber sido, si es que en realidad existió”.
Al escritor no le “gusta recibir críticas, comentarios y demás sobre “Ajuste de cuentas” (su primer diario). Pero menos aun que quienes los realizan sean plebe”, uno que es plebe ha tenido la osadía de escribir unas líneas dando noticia de dos de sus últimos libros, editados por Sr. Scot: “Pedagogía”, un segundo volumen de sus diarios, y “Diccionario”, un libro de poemas. A los amantes de los diarios uno recomendaría leer “Pedagogía”. Un libro que a veces duele, irrita, alejado del mundanal ruido, pero en el candelero de lo que pasa en España. Un libro como una navaja de doble filo.
Dos muestras (la letra hache y la y griega) del libro de poemas que “es un diccionario poético e inimitable de la vida y de la absurdidad que la rodea”. El poeta “se adentra en los bajos fondos del alma para describir letra a letra los placeres del liberto, el amor por la vida y denunciar la estupidez e hipocresía que tanto odia”.