A veces no es sencillo abrir una ventana.
Ha pasado una vida por el que hizo estas fotos. La torre sigue, sigue el sonido de los pájaros, el lenguaje de la piedra, la sombra doblando a muerto.
La cámara del fotógrafo se oxidó como su cuerpo y su mirada.
Es tiempo de abrir cajones y sentir un hondo navajazo: fotos de amigos muertos, billetes amarillos de trenes y autobuses, señas escritas en la palma del deseo, cartas de tu madre y de tu primer amor, el boletín de notas del colegio, la espina de una pasión…
Es hora de no reconocerse en las fotografías de entonces cuando parecía crecer esplendor en la hierba.
Ahora ni la noche te reconoce. Te levantas para ir al baño, al volver tropiezas con los muebles y al entrar en la cama sientes el frío de la madrugada que te abraza.
Muy bueno, Hilario. Me encantó. Abrazos.
Muchas gracias. Un abrazo
Y aparecen por todas partes, como los ácaros del polvo, cosidos al envés de las viejas fotografías. Lo vivido y los recuerdos, dos cosas diferentes.
Un abrazo grande, querido amigo.
Muchas gracias amiga.
Un beso