Llegaron en abril, en plena primavera y me
han acompañado, cercanos en mi mesa de trabajo, los largos días del verano, en
los que añorábamos el mar, la luz y la gente de Gijón. Gracias a ellos, a los
que he vuelto a menudo, la añoranza de mi ciudad adoptiva ha sido más
llevadera. Un libro hecho y derecho, Cuando
enero era pasto de las llamas (Ediciones La cruz de Grado) y Los poemas del ciclo de las dunas (un
cuaderno artesano, firmado y numerado por el poeta –este es el número 9- compuesto
de 18 poemas) de Juan Ignacio González.
han acompañado, cercanos en mi mesa de trabajo, los largos días del verano, en
los que añorábamos el mar, la luz y la gente de Gijón. Gracias a ellos, a los
que he vuelto a menudo, la añoranza de mi ciudad adoptiva ha sido más
llevadera. Un libro hecho y derecho, Cuando
enero era pasto de las llamas (Ediciones La cruz de Grado) y Los poemas del ciclo de las dunas (un
cuaderno artesano, firmado y numerado por el poeta –este es el número 9- compuesto
de 18 poemas) de Juan Ignacio González.
De título largo y contradictorio, un
oxímoron de frío y fuego, de sombra y luz, el libro es el sexto en la biografía
poética del autor y está compuesto por cincuenta y siete poemas con dos
paréntesis de homenaje a José Emilio Pacheco y a mi querido amigo Margarit.
Posiblemente sea, digámoslo de entrada, el titulado “Apuntes para un breviario
de la infancia” uno de nuestros favoritos ya que, aparte del guiño que hace al
poeta catalán, nos muestra el mundo en el que Nacho González se mueve y del que
se nutre parte de su poesía. Una poesía que viene de la tierra, nutrida de
rostros, miradas de los padres, muertes, dolores y fracasos, una poesía vivida
(algunos dirían “currada”), apasionada, que crece con pasión del corazón y nos
quema como la nieve que arde. La última estrofa del poema nos aclara muchas
claves y nos ratifica el mundo del poeta.
oxímoron de frío y fuego, de sombra y luz, el libro es el sexto en la biografía
poética del autor y está compuesto por cincuenta y siete poemas con dos
paréntesis de homenaje a José Emilio Pacheco y a mi querido amigo Margarit.
Posiblemente sea, digámoslo de entrada, el titulado “Apuntes para un breviario
de la infancia” uno de nuestros favoritos ya que, aparte del guiño que hace al
poeta catalán, nos muestra el mundo en el que Nacho González se mueve y del que
se nutre parte de su poesía. Una poesía que viene de la tierra, nutrida de
rostros, miradas de los padres, muertes, dolores y fracasos, una poesía vivida
(algunos dirían “currada”), apasionada, que crece con pasión del corazón y nos
quema como la nieve que arde. La última estrofa del poema nos aclara muchas
claves y nos ratifica el mundo del poeta.
Al
final del otoño vuelvo al Rayas
final del otoño vuelvo al Rayas
no
sé si es un remedio a la nostalgia
sé si es un remedio a la nostalgia
-el
olor del papel me resulta entrañable-
olor del papel me resulta entrañable-
pero
sé que es posible reencontrar en sus páginas
sé que es posible reencontrar en sus páginas
las
huellas de mi padre,
huellas de mi padre,
de
cuando me leía, serenamente a Lorca
cuando me leía, serenamente a Lorca
en
noches de aguaceros.
noches de aguaceros.
El poeta sabe que se canta lo que se
pierde y uno está perdiendo la vida a cada minuto, sabe también que “la poesía
es hoy / la última casa de misericordia” en donde tienen refugio y asilo los
recuerdos, “la piel de la vida”, las arrugas del alma.
pierde y uno está perdiendo la vida a cada minuto, sabe también que “la poesía
es hoy / la última casa de misericordia” en donde tienen refugio y asilo los
recuerdos, “la piel de la vida”, las arrugas del alma.
Flores para mi madre
Como
quien abre un día las manos y no encuentra
quien abre un día las manos y no encuentra
otros
dedos desnudos yacentes en los suyos,
dedos desnudos yacentes en los suyos,
así
mi corazón se acostumbró al silencio.,
mi corazón se acostumbró al silencio.,
al
tañer de la nada frente al tiempo.
tañer de la nada frente al tiempo.
Desde
entonces vivió con media vida,
entonces vivió con media vida,
creció
con media muerte sobre el pecho
con media muerte sobre el pecho
y
sin ti fue más triste y más amargo
sin ti fue más triste y más amargo
aquel
paisaje astroso de asfaltos y neblinas.
paisaje astroso de asfaltos y neblinas.
Cuando enero fue pasto de las llamas es un libro que rezuma
nostalgia, la melancolía del vivir en el norte por un costado, y por otro la
dolorosa presencia de la vida, a veces injusta que atropella y se lleva la
esperanza y la alegría de vivirla. Un libro con un perfume de manzana a punto
de madurar en el oscuro lagar de la tristeza.
nostalgia, la melancolía del vivir en el norte por un costado, y por otro la
dolorosa presencia de la vida, a veces injusta que atropella y se lleva la
esperanza y la alegría de vivirla. Un libro con un perfume de manzana a punto
de madurar en el oscuro lagar de la tristeza.